En un mundo plagado de fake news, la ciencia parece el único oasis de honestidad y rigor. ¿O no? Aunque no lo creamos, los fraudes científicos también existen.
Experimentos que no existieron, plagios o, sencillamente datos inventados. Sus autores buscaron el reconocimiento internacional, fondos para nuevas investigaciones, no soportaron la presión que les exigía resultados o quizá trabajaban bajo intereses ocultos. Como sea, consiguieron engañar, aunque fuera por poco tiempo, a la comunidad científica.
los embriones humanos clonados de Hwang Woo-suk
Uno de los fraudes científicos más impactantes. En 2004, el científico surcoreano Hwang Woo-suk publicó un artículo en la revista Science en que anunciaba que había logrado clonar con éxito un embrión humano y extraer células madre de él. La noticia causó conmoción, pues podía suponer nuevos tratamientos para enfermedades como el párkinson, el alzheimer o la diabetes.
Pero en 2006, la Universidad de Seúl hizo públicas unas investigaciones en las que confirmaba que Woo-suk había falsificado los experimentos. Las supuestas células madre nunca existieron. El propio científico, que después de su ‘logro’ fue nombrado director del primer banco mundial de células, reconoció haber falseado los resultados. Woo-suk fue condenado a dos años de cárcel que, por cierto, no cumplió.
El ‘ESLABÓN PERDIDO’ de Piltdown
Los fraudes científicos no son una novedad. En 1912, los arqueólogos Charles Dawson y Smith Woodward afirmaron haber encontrado en la ciudad inglesa de Piltdown un grupo de fósiles que habrían sido parte del eslabón perdido entre el hombre y el mono.
En 1953 se descubrió la farsa. Los supuestos restos eran la combinación de un cráneo de un hombre de la Edad Media, la mandíbula de un orangután y los dientes de un chimpancé. Desgraciadamente, esos 40 años de mentiras supusieron un retroceso en la investigación evolutiva, pues los nuevos estudios partían de ideas equivocadas.
La motivación de este engaño pudo estar causada por el deseo de los ingleses por demostrar su supremacía en la carrera por los descubrimientos arqueológicos. Poco tiempo atrás, en Alemania se había descubierto una nueva especie, el Homo heidelbergensis, que, según algunas teorías, está en la línea evolutiva de los neandertales. Durante mucho tiempo, se creyó que el heidelbergensis era un antecesor del Homo Sapiens, con lo que podría haber sido ese ansiado ‘eslabón perdido’. Aunque, en la actualidad, esta teoría está descartada, sí se cree que este fue el primer homínido que llegó al centro y norte de Eurasia.
sato y la prevención de la fractura de huesos
Otro caso que ha influido de forma negativa en investigaciones posteriores. Yoshihiro Sato fue un osteólogo japonés que publicó más de 200 estudios sobre cómo prevenir las fracturas de hueso. Sus trabajos, aparentemente brillantes, fueron usados en hospitales de todo el mundo para elaborar protocolos médicos y tratamientos.
La gran cantidad de estudios publicados y la recopilación de numerosos datos en muy poco tiempo levantaron sospechas sobre su trabajo. En 2016, la revista Neurology publicó un reportaje en el que demostraba que al menos 33 de sus trabajos eran fraudulentos. Yoshihiro se suicidó un año después.
Dong-Pyou Han y la falsa vacuna
Nacido en Corea del Sur, Dong-Pyou Han era profesor asistente de ciencias biomédicas de la Universidad de Iowa (Estados Unidos). Han anunció al mundo el desarrollo de una vacuna contra el VIH. Sus investigaciones habían logrado crear anticuerpos contra el virus en conejos.
En 2013, en cambio, su universidad demostró que todo había sido un engaño. Han había mezclado sangre de humanos que contenían los anticuerpos del VIH con la sangre de los conejos con los que experimentaba. Fue acusado por un delito federal por malversación de fondos públicos. Por sus investigaciones, había recibido 19 millones de dólares del Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos. Además de pagar una multa de 7 millones de dólares, fue condenado a 57 meses de prisión.
Vacunas y autismo
Más sobre vacunas y fraudes científicos. Andrew Wakefield es tristemente popular por haber publicado en 1998 un estudio en el que aseguraba que la vacuna de la triple vírica provocaba efectos secundarios, como el autismo, en niños.
Se demostró que su estudio había utilizado datos falsos. Incluso, en 2004, desde el periódico Sunday Times se enseñaron pruebas que hablaban de intereses financieros por parte de Wakefield. El Consejo Médico General de Reino Unido le retiró su licencia médica. Le acusaban de fraude y de abusos a niños por procedimientos médicos invasivos. A pesar de todo, Wakefield tiene el dudoso honor de ser uno de los creadores del movimiento antivacunas que tanto preocupa en la actualidad. Muchas personas siguen creyendo en sus ideas.
Mitad pájaro, mitad dinosaurio
En 1999 se encontraron en China restos fósiles del Archaeoraptos liaoningensis, el presunto eslabón perdido entre las aves y los dinosaurios. El animal poseía alas y cola de dinosaurio. Muchos paleontólogos afirmaron entonces que su descubrimiento cambiaba el curso de las investigaciones sobre dinosaurios.
Un escáner posterior demostró que la criatura estaba formada por dos animales: el pequeño dinosaurio Microraptor zhaoianus y el aveYanornis Martini. La revista National Geographic, referente en publicaciones arqueológicas, salió malparada del asunto. Había dedicado su portada al Archaeoraptos y le dio un gran reconocimiento. Lo que le valió la crítica de la comunidad científica.
Científicos invisibles
Médicos e investigadores están preocupados por los perjuicios que los fraudes científicos les pueden ocasionar. Algunos dedican sus esfuerzos a desvelar esas mentiras de las formas más curiosas.
En 2017, el profesor Mike Daube demostró el escaso rigor de algunas revistas de ciencia. Ollie, su perro, fue admitido en la junta de siete publicaciones. Entre los logros que formaban parte de su currículo estaban ser experto en masajes caninos y el abuso de drogas.
También es muy conocido el caso de dos publicaciones que aceptaron un reportaje firmado por Edna Krabappel y Maggie Simpson. El estudio, desarrollado por el ingeniero Alex Smolyanitsky, se llamaba ‘Fuzzy, Homogeneous Configurations’. En realidad había sido creado por un programa informático que generaba frases aleatorias. El propósito de Smolyanitsky era exponer cómo algunas revistas científicas son capaces de publicar cualquier tipo de material a cambio de un pago por parte de los autores.
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