Todos sabemos que de lo que veas en Instagram debes creerte, aproximadamente y siendo muy generosos, un 1%. Esta red social basada en el poder de la imagen muestra lo que nosotros queremos que se vea, y no es que eso esté mal, en absoluto.
Lo cierto es que cada uno tiene la capacidad de decidir qué debe mostrar y qué no sobre sí mismo, pero la cosa cambia cuando se convierte en una especie de trastorno obsesivo en el que la búsqueda de la perfección es más que un mantra.
Señoras y señores, las personas (que no digo solo mujeres) tenemos estrías, celulitis, michelines y demás parafernalia corporal. No creo que le esté desvelando a nadie un secreto. El caso es que, llegados a este punto, parece que mostrarlos en canales como las redes sociales es un auténtico sacrilegio. Siendo sinceros, son pocas las personas que no tienen ningún problema a la hora de enseñar sus cuerpos tal y como son, es decir, todos buscamos salir lo más guapos posibles en una foto. Pero ha llegado el momento de comprender que si aquel michelín sobresale un poco más de la cuenta en la imagen, tampoco pasa absolutamente nada.
Existen numerosas herramientas que nos ayudan (o eso creemos) a mostrar aquello que deseamos que los demás vean. A saber, cientos de programas de edición, iluminación, poses varias… Por eso, podría decirse que en Instagram todo es relativo y Danae Mercer lo demuestra.
Instagram, no te creo
Sus distintos post muestran cómo podría ser su cuerpo con unos cuantos cambios, tan sencillos como modificar la iluminación o poner la pierna un poco más arriba o un poco más abajo. Junto a esta imagen, aparentemente idílica, vemos la que se identifica con la realidad (a entender de esta redactora, igualmente perfecta).
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Junto a las imágenes, Danae Mercer reflexiona sobre la importancia excesiva que le damos en muchas ocasiones al peso. «Hubo un tiempo en mi vida en el que estaba obsesionado con ser delgada. Me saltaba las comidas. Recuerdos. Momentos. Estaba convencida de que si perdía las próximas 10 libras, si daba con este número mágico en mi mente, me sentiría bien. Fuerte. DIGNA. Estaba convencida de que sería amada. Y que tal vez, sólo tal vez, me amaría a mí misma también. Pero esta es la cuestión: adelgazar no cambió nada. Excepto algún número en una escala» cuenta la influencer.
Danae Mercer ha tenido una enorme repercusión y es que, a día de hoy, resulta extraño y sorprendente que alguien se muestre en Instagram tal y como es.
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El arte de generar necesidades
Además de aceptar con naturalidad todo cuerpo humano que se tercie, Mercer quiere avisar a sus seguidores sobre la estrategia que siguen numerosas marcas en las redes sociales. «Tengan cuidado. Especialmente a los adolescentes de aquí, o a aquellos de nosotros que hemos luchado con la imagen corporal desordenada. Tengan cuidado. Las compañías dudosas usarán métodos dudosos para tratar de venderte cosas que no necesitas.
Cosas como tés que te hacen caca, o chupitos que te estropean el cuerpo, o pastillas que te aceleran el corazón» escribe en uno de sus post.
La publicidad en Instagram es un salvaje mundo al que nos enfrentamos diariamente. Productos de todo tipo copan una red social cuya misión, al fin y al cabo, es generar necesidades que en realidad no tenemos. Y vaya si lo consigue. Además, el poder de la imagen y el culto a la perfección que se realizan en esta red social son suficientes para que, quizá en demasiadas ocasiones, caigamos en ese entramado de filtros y productos de belleza.
Con esto no se trata de criminalizar a quienes optan por el cuidado personal en términos de belleza o estética. El caso es que existen otras realidades, exactamente igual de válidas que no deben esconderse tras una serie de filtros.