Parece un helado de «tutti-frutti» pero refleja la contaminación de un polo

El verano se llena de mostradores de coloridos helados que hacen salivar a padres e hijos, pensando los primeros en su línea y los segundos en la línea imaginaria que deben recorrer para hacerse con ese refrescante manjar, a menudo presentado en un envoltorio que se trasformará, con el tiempo, en microplásticos que contaminarán al mar.

La imagen que encabeza este texto podría corresponder a la de uno de los helados que desearíamos consumir a lametazos. Sin embargo, por desgracia para todos nosotros, la fotografía habla de otro tipo de consumo: el que estamos haciendo de un planeta que ve cómo agotamos sus recursos sin ser conscientes –o sí, pero parece que nos de igual- de las consecuencias que eso tendrá para nuestras vidas.

En concreto, esta fotografía es de un fragmento de hielo del Océano Ártico salpicado de microplásticos, extraído por científicos de las profundidades de un bloque que probablemente se desplazó hacia el sur por el paso del Noroeste. Esta ruta, cada vez más navegable a causa del cambio climático, conecta el estrecho de Davis y el estrecho de Bering, o lo que es lo mismo, el océano Atlántico y el océano Pacífico.

microplásticos y puñetazos en el estómago

En la imagen, el hielo –que como resultado del calentamiento global cada vez es más escaso en el polo norte- se halla salpicado de cuentas, filamentos, trozos de nylon…En fin, un desastre, un “puñetazo en el estómago”, según dijo el oceanógrafo Brice Loose a la agencia AP.

¿Pero cómo puede llegar hasta un lugar tan recóndito tal cantidad de plásticos? Según un estudio publicado en Science Advances, los microplásticos son transportados por los vientos a la región del Ártico y se precipitan al suelo en forma de copo de nieve. Cada año se producen un total de 300 millones de toneladas de plástico. De ellas, se estima que ocho millones acaban directamente en los mares y océanos de nuestro planeta.

Tal como ya publicamos en Nobbot, se calcula que, en cada kilómetro cuadrado de sedimentos marinos, pueden encontrarse alrededor de 4.000 millones de restos de estos compuestos.

también en la artártida y en la cadena alimentaria

Pero esta omnipresencia de microplásticos no se detecta solo en el Ártico, la Antártida tampoco se libra de ellos. Thomas Schmid, Doctor en Ciencias Químicas e Investigador Titular del CIEMAT en la Unidad de Recuperación y Conservación de Suelos del Departamento de Medioambiente, nos comenta que “el plástico está presente en todos los océanos y cuando estamos trabajando en campo en la Antártida no es infrecuente encontrar basura arrastrada por el mar. Este es un problema que debemos atender urgentemente entre todos”.

Antártida. Thomas Schmid
Thomas Schmid es Doctor en Ciencias Químicas e Investigador Titular del CIEMAT

Además de a los polos, esos plásticos llegan también a nuestros estómagos. Un estudio del Instituto de Investigación Marina Algalita, en California (Estados Unidos), indica que el 35% de los peces que pescamos tienen una media de una o dos piezas de plástico en sus estómagos, según recoge EcologíaVerde.com. Otras investigaciones sobre especies comerciales en distintos países, acotan sus resultados entre un 15% y un 36% la cantidad de peces capturados que presentan muestras de polímeros u otros residuos plásticos.

Tal como explica Ethel Eljarrat del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA – CSIC) «cuando ingerimos un pescado, estamos incorporando a nuestro organismo todos los contaminantes que ha acumulado a lo largo de su vida. Es importante destacar que el problema no viene por el plástico que el animal tenga en el tracto gastrointestinal, ya que esta parte no es comestible. El problema viene de los aditivos químicos del plástico, que sí se acumulan en los tejidos grasos, como el músculo, una parte que sí es comestible».

Thomas Schmid habla de la necesidad de crear un santuario para la Antártida, quizás habría que hacer lo mismo en el Ártico –entre las dos zonas suman más de veinte millones de km2, es decir, unas cuarenta veces la superficie de España-…¿Y no sería más fácil tratar a todo el Planeta como si fuera un santuario?

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