«Déjese de estupideces» habría sido la contestación de hace 50 años a la pregunta «¿Y si pudiésemos conectar la caldera al smartphone a través del Internet de las Cosas y programarla en remoto?». ¿Una caldera a distancia? Menudo disparate… ni que fuese un coche volador.
Hoy en día todavía queda un poco para los vehículos voladores y, sin embargo, Internet ya nos permite controlar nuestra vivienda a distancia. Al menos, si tenemos dinero para ello. La buena gente de 1967 no supo predecir la tecnología, y al parecer nosotros tampoco.
Chaquetas inteligentes, pulseras, y hasta persianas y neveras nos hemos imaginado en el IoT. Pero una vez más la realidad ha superado la ficción. Te traemos siete objetos que nunca pensarías que llegarían al Internet de las Cosas.
El pestillo y la llave conectada
Abrir y cerrar las puertas vía bluetooth es posible desde hace unos años gracias a un pestillo inteligente llamado BOLT. Basta una mínima instalación en cualquier puerta (aunque a un coste de 99 dólares tan solo el dispositivo) para poder olvidarte de las llaves.
BOLT funciona vía Bluetooth, pero se puede instalar una pieza llamada Bridge que conectará el pestillo con la red WiFi de la vivienda. Por si necesitas abrirle la puerta a alguien desde la otra punta del mundo.
Con la versatilidad (frente a las llaves) que tiene este tipo de dispositivos, lo raro es que no lo veamos más en apartamentos de tipo Airbnb. Permite al dueño del candado dar acceso por horas, días o semanas a la apertura de la puerta sin preocuparse en si la llave ha sido copiada o no.
Un paso más es la llave conectada a Internet vía Bluetooth que presentó McAfee hace unos años. Si no se ha extendido mucho es por la inversión que requiere, pero la idea sin duda es genial y muy segura. ¿Qué pierdes la llave de casa? No pasa nada. Voy a una tienda, compro una llave conectada y la configuro.
El vaso inteligente
¿Te imaginas tener un vaso que te dice lo que has echado dentro? «Cerveza», «agua», «leche». Siempre es importante estar seguro, por si no recuerdas lo que echaste la última vez y te da mucha pereza comprobarlo. Estamos de broma, por supuesto, tiene más funciones. Más le vale, porque cuesta 199 dólares.
Llamado Vessyl, este vaso conectado envía información a nuestro teléfono sobre nuestra nutrición (azúcares, calorías, proteínas…). Al menos la que entra a través de líquidos. Básicamente hace de manera automática lo que antes apuntábamos en un cuaderno o en un Excel. Y lo hace de un modo sencillo con un puesto de carga inalámbrico para no suponer un trauma.
Tras el éxito del primer vaso inteligente en 2015, la compañía lanzó Pryme Vessyl, que es otro vaso exactamente igual pero que te informa a lo largo del día de que es hora de beber agua. Para «solucionar los problemas de hidratación».
Conversaciones conectadas
La llamada en grupo ha sido una tarea pendiente de la telefonía durante décadas. Una interfaz de agregación poco clara, y el problema de que no se acaba de oír del todo bien, han hecho que la multillamada apenas sí se use.
Bonx Grip es un dispositivo en forma de auriculares que usa una red virtual formada por varios teléfonos cercanos para hablar entre ellos. Aunque orientada a deportistas, lo cierto es que sus usos son extrapolables a otros ámbitos.
Tiene las ventajas de que no anula el sonido exterior, por lo que hacer deporte al aire libre mientras escuchamos música y hablamos con los compañeros no supone un problema de seguridad. Como sí ocurre con los auriculares y la bici.
El casco conectado
Conducir una moto no es tan sencillo como hacerlo en un vehículo cerrado. En la cabina de una camión o un coche uno está a salvo de la lluvia y puede descolgar, cambiar de canción o controlar el GPS con facilidad. Y, sobre todo, seguridad. Esto es precisamente lo que proponía Skully con su casco Skully AR-1. Seguridad.
Por desgracia, Skully quebró en 2016 y desde entonces se han dado pocos pasos hacia este casco tan necesario para la seguridad en carretera. ¿Quién no querría un HUD que le mostrase la ruta o la visual trasera sin quitar la vista de la carretera?
El coche inteligente
Es cierto que se oye mucho hablar sobre el vehículo conectado, aunque poco desde la perspectiva del coche como un objeto más del IoT. En unas pocas décadas es probable que el coche pierda ese valor de estatus social que tiene en la actualidad y pase a ser simplemente un objeto. Uno que te lleve del punto A al punto B sin complicaciones. Un cambio de mentalidad que ya estamos viendo en el mercado del vehículo.
Hace años hubiese sido raro que alguien quedase para compartir coche (BlaBlaCar) o usase una flota pública (Car2Go y Emov). Pero poco a poco la posesión deja de ser un valor importante para centrarse en el servicio. Esta idea pasa por el coche compartido que propone Musk, aunque no es el primero que lo dice.
La cosechadora automática
Sabemos que los tractores de gran tonelaje degradan los suelos, y que además se aplican en monocultivos poco saludables que hacen más o menos lo mismo. Sin embargo, no podemos dejar de asombrarnos por cómo la agricultura puede cambiar con estos nuevos robots agricultores.
El que sean grandes o transporten mucha carga no significa que no puedan ser un objeto más del IoT. El nivel de necesidades como objeto conectado es similar a cualquier otro objeto, especialmente si metemos a los coches en el saco.
Un paraguas meteorólogo
Imagina que vas a salir de casa un día cualquiera, pero que cuando llegas a la puerta de casa y vas a abrirla… un molesto haz azul empieza a parpadear desde el paragüero. «¡Ah, sí!», piensas. Coges el paraguas y sales de casa. Al poco, antes de llegar a tu destino paseando, empieza a llover.
No, no es ciencia ficción. El paraguas que te avisa de si va a llover o no ya es una realidad. En 2005 salía la idea del paraguas inteligente (que nadie tomó en serio). Pero a mediados de 2015 salía el HAZ Umbrella en Indiegogo, un modelo limitado a una APP con conexión Bluetooth.
En dos años los paraguas se han asentado cómodamente en Internet, y ahora hay decenas de modelos.
Todas las ideas que impulsaron estos objetos avanzan en el camino de la tecnología ubicua, aunque generan fricción tecnológica. Es decir, nos roban tiempos con avisos. A más objetos del IoT, más avisos que gestionar. Y esto puede ser muy molesto a corto plazo, de ahí que necesitemos una IA de gestión.
Poco a poco iremos quitándonos tareas tales como acordarnos de ver si llueve o no, o de controlar lo que comemos y bebemos. Relegando más y más tareas y decisiones a una red de sensores y objetos conectados a los que llamamos Internet of Things.
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