Con pollo, con verduras o con marisco; con pollo, verduras y marisco…El debate eterno sobre la paella “auténtica” suele ser el desencadenante de las conversaciones que se producen alrededor de un recipiente lleno de arroz «con cosas» en la reuniones de familiares y amigos, tan frecuentes en estos días de celebraciones navideñas. No somos dogmáticos en materia culinaria así que, si no os gusta mucho el arroz, nos vale también un cocido, un pavo, una fabada, una tortilla de patatas (con cebolla, claro) o una simple caña con aceitunas.
El caso es que, alrededor del fuego, y envueltas en los aromas de la cocción, se desarrollan conversaciones sobre la actualidad política -que si el independentismo catalán, que si los populismos, que si el Atleti, que si el Madrid, que si tal que si cual– , pero, sobre todo, sobre la actualidad en nuestro círculo de afectos -«¿sabes que fulanita se divorcia?», «¡cómo ha crecido menganito!», «qué pena lo de la enfermedad de la tía»…-. Y, así, todos nos ponemos al día de lo que, en realidad, nos interesa.
paella sin smartphones
Y lo hacemos cara a cara, sin smartphones, mirando a los ojos a nuestros interlocutores, interpretando sus gestos, rozando sus manos. Como lo hacíamos cuando las redes sociales y nuestros personalidades digitales no habían acaparado la mayor parte de nuestra vida social. Y, así, una paella -sirva este suculento plato, orgullo de nuestra gastronomía, como metáfora- se convierte en la más efectiva de las redes sociales, cobrando mucha más importancia en nuestra vida que su emoji en Whatsapp o su foto en Instagram.
gente de carne y hueso
Los tíos Teresa y José, generosos anfitriones que siguen trabajando a pesar de su avanzada edad porque hay que pagar una hipoteca; los primos Fernando, Mario, Nacho, Mónica, Patri, Tere y Cristina, siete pares de manos dispuestas a ayudar en los momentos difíciles; Eugenio y su insólita sabiduría sobre los mejores sitios en los que comer en España, Susana y su prodigiosa memoria para recordar todos los acontecimientos familiares, Gus y sus conocimientos enciclopédicos sobre baloncesto; papá y mamá, nuestros hermanos y hermanas, los que están y los que se fueron…En fin, tantos nombres y rostros que queremos y nos quieren.
Gente de carne y hueso que no son avatares ni pseudónimos digitales, sino nodos de una red de cariño construida a lo largo de generaciones, con sangre y no con retuits; con experiencias compartidas y no con likes; con abrazos sin filtros, embellecidos por la sinceridad y no con tintes “Valencia” o “Vintage”.
En Nobbot apostamos por la tecnología para las personas y, por ello, en estas fechas tan especiales y en línea con la iniciativa de Orange Por un uso love de la tecnología, os recomendamos dejar a un lado vuestro smartphone y sustituir el contacto con su fría pantalla táctil por el de alguna piel caldeada por el afecto.
Tenemos muchos días durante el año para disfrutar de las ventajas de este mundo hiperconectado, pero no tantos para conectarnos con la gente que nos quiere, tal como nos recordó una de las campañas publicitarias más populares en las redes sociales durante estos días, una paradoja de nuestros tiempos pues, precisamente, pone el acento sobre su excesivo uso.
El éxito de esta campaña de Ruavieja, y de otras en esta línea como la citada de Orange u otra de Ikea, ha demostrado que arrastramos cierta mala conciencia por no dedicar el tiempo suficiente a esas personas de carne y hueso que forman nuestra red social más íntima, más real. Pues bien, pongamos remedio a esta situación y, para empezar, quizás simplemente haya que teclear un número en un teléfono para hablar, sin mensajes ni stickers, solo utilizando nuestra voz para pronunciar esta pregunta mágica. «¿Quedamos?»
el eco de la nada
Ese puede ser el comienzo de un momento irrepetible alrededor de una paella o lo que surja, de esos que recordaremos dentro de unos años, cuando el ruido que hoy se apodera de las redes sociales sea apenas un murmullo lejano. El eco de la nada que hoy parece ser todo.