Pirocumulonimbus o cómo los incendios generan tormentas de ceniza en todo el globo

Pirocumulonimbus

Desde el 1 de enero de este año se han registrado casi 85.000 incendios en Brasil y más de 26.000 en Venezuela. El Amazonas arde y el bosque desaparece a un ritmo frenético.

Pero no solo lo hace en Sudamérica. Las selvas de Indonesia y el África Subsahariana también sucumben a las llamas. A principios de verano fue el turno de la taiga siberiana. Y en medio de este caos de fuego, una nueva palabra: pirocumulonimbus.

Dos estudios recientes e independientes entre sí señalan que el elevado número de incendios en los últimos años ha generado grandes nubes de humo en la atmósfera capaces de alterar el clima de todo el planeta. Estos pirocumulonimbus afectan a la capa de ozono, pueden provocar aumentos prolongados de las temperaturas y podrían estar detrás del incremento de las tormentas eléctricas en zonas en las que antes brillaban por su ausencia, como el polo norte.

Una crisis global

El Amazonas es mediático. El pulmón de la Tierra. Además, los incendios forestales no forman parte de la dinámica natural de estos ecosistemas de selva. Si a esto le sumamos la estrategia de deforestación para minería y agricultura y un presidente que rechaza todo tipo de ayuda para frenar los incendios, tenemos la historia perfecta para saltar a los titulares. Pero la crisis va más allá del Amazonas y los incendios son solo un síntoma más del cambio climático.

Un rápido vistazo a los datos del instrumento CAMS del programa Copérnico de la Agencia Espacial Europea y la Unión Europea no deja lugar a dudas. Tampoco si observamos la información del instituto NEO (NASA Earth Observations). La vegetación de las zonas tropicales arde en todo el globo y está ahumando la atmósfera. Según Global Forest Watch Fires, en lo que va de año se registraron más de 645.000 alertas por incendios activos.

De mayor a menor importancia, el top cinco de países en llamas de la última semana lo forman Angola, Brasil, la República Democrática del Congo, Zambia y Mozambique. Bolivia, Rusia, Australia y Estados Unidos también arden con intensidad. No sabemos a ciencia cierta qué pasará con todo el humo que están generando esos fuegos. Pero gracias a dos estudios recientes, ahora podemos hacernos una idea.Pirocumulonimbus

¿Incendio o invierno nuclear?

Durante los grandes incendios que asolaron el oeste de Canadá y el noroeste de Estados Unidos en 2017, la NASA dirigió la mirada de su satélite Aqua a la atmósfera. Las grandes nubes de humo que se formaron dieron la vuelta al mundo y tardaron alrededor de nueve meses en disiparse. Además, el humo no solo se desplazó horizontalmente, sino que lo hizo de forma vertical, formando nubes de hasta 23 kilómetros de altura (cumulonimbos) que alcanzaron la estratosfera.

Un grupo de investigadores de la Universidad de Colorado y de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos ha profundizado en el estudio de los datos recabados entonces y acaba de publicar sus conclusiones en la revista ‘Science’. El estudio de estos pirocumulonimbos, aseguran, sirve para poner a prueba los modelos climáticos y analizar qué pasaría en un escenario de invierno nuclear o tras una erupción volcánica masiva (como las que causaron el año sin verano de 1816).

La presencia de hollín en el humo, con gran capacidad de absorber la radiación solar, provoca el recalentamiento del aire y la rápida elevación de la nube hacia la estratosfera. “Aunque el comportamiento de estas nubes de humo ya se predijo en los 80, los incendios de 2017 fueron la primera vez en la que logramos observarlo”, explica Brian Toon, de la Universidad de Colorado y coautor del paper.

Pirocumulonimbus

Esperando a las tormentas de humo

Si algo nos ha enseñado el estudio del clima en los últimos años es que aún estamos muy lejos de comprender la complejidad de las dinámicas del planeta. El hollín, una vez en la estratosfera, no se elimina tan fácilmente como en las capas bajas de la atmósfera, debido a que está por encima de las nubes de lluvia. Y a medida que aumenta la concentración de estas partículas, la estratosfera se recalienta y afecta al clima de regiones enteras.

Así lo concluyen investigadores del Instituto Max Planck de Química en otro paper publicado a finales del año pasado en ‘PNAS’, en el que utilizan también como referencia los grandes incendios de 2017. Entre los efectos probables, los investigadores señalan estaciones cálidas más prolongadas, sequías más severas y cambios en los patrones de precipitaciones. Es decir, gasolina para más incendios y cambios impredecibles en el clima. Cambios como los que a mediados de agosto provocaron que, por primera vez en la historia, se registrase una tormenta eléctrica en las cercanías del polo norte.

Los efectos de los grandes incendios van mucho más allá de la destrucción directa del bosque. Cada vez está más nítido el esquema de un planeta en el que todo está conectado. Pero la respuesta global ante la crisis planetaria sigue estando borrosa.

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Imágenes | NASA, Unsplash/Marcus Kauffman, Josep Castells

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