Se acerca la Navidad y con ella esa estresante ida y venida de vuelos, pasajeros y maletas de todos los tamaños. A aquellos que viajéis normalmente (o de vez en cuando, qué más da) os asusta enormemente el gran enemigo del viajero: el retraso de los aviones. Quién no se ha pasado horas y horas en un aeropuerto, intentando encontrar una postura que podría catapultarnos al Circo del Sol. Quién no se ha gastado todo lo que llevaba en la cartera en el dutty free solo para matar el tiempo mientras come galletas y patatas medio rancias. Seguro que más de uno se está dando por aludido.
Para evitar este terrible tormento, la Universidad Carlos III de Madrid se ha unido a un pionero proyecto conocido como TBO-Met (Meteorological Uncertainty Management for Trajectory Based Operations). Los objetivos del mismo son claros y concisos: reducir el retraso de los aviones, gestionar un tráfico aéreo más fluido y aumentar la seguridad de los usuarios. El proyecto se encuentra en el marco europeo de investigación e innovación Horizonte 2020, que a su vez pertenece al proyecto SESAR (Single European Sky ATM Research). Este último busca mejorar la afluencia del tráfico aéreo para garantizar un mejor servicio a los pasajeros.
Las causas meteorológicas, detrás de miles de retrasos cada año
Las tormentas o nevadas inoportunas, los rayos inesperados… lo cierto es que los fenómenos meteorológicos son uno de los grandes causantes de los retrasos que sufren los viajeros. Por eso, los esfuerzos de los investigadores de este proyecto se centran en este aspecto. Están tratando de desarrollar un algoritmo que permita identificar y predecir de forma más exacta ciertos factores meteorológicos. Que nada nos pille por sorpresa, y muchos menos nos fastidie las vacaciones.
Este algoritmo se aplicaría en la trayectoria de vuelo y daría lugar a un tráfico mucho más fluido y, en consecuencia, a unos viajeros mucho más contentos. La clave de todo esto se encuentra en el estudio de la incertidumbre meteorológica, en especial de aquellos fenómenos que no son tan usuales pero que resultan muy peligrosos para la aeronave. Los científicos quieren entender, enfrentar y reducir esa incertidumbre. Explicado en pocas palabras, están dispuestos a mirarla cara a cara y enfrentarse a ella con todas sus armas.
Hablar de retraso de los aviones por causas meteorológicas no es hablar de excepciones. Que nadie se piense que por viajar en verano se librará de un granizo que parece que vaya a echar el cielo abajo. De hecho, las cifras son más que llamativas. El pasado año las inclemencias del tiempo causaron 2,1 millones de minutos de retraso. Una cantidad nada despreciable, desde luego. Esperamos que ese ansiado algoritmo llegue a buen puerto y que los aeropuertos se conviertan en un lugar más zen.