El nombre Jesús sabe a Maltesers. Charlotte a piruleta de frambuesa y Madison a cera de oídos con chocolate. O, al menos, así lo es para Julie McDowall. Esta periodista británica tiene sinestesia léxico-gustativa, una condición que le hace relacionar el gusto con las palabras.
La American Psychological Association estima que una de cada 2.000 personas son sinestésicas en mayor o menor grado. Una condición que suele repetirse entre miembros de una misma familia y que es más común entre las mujeres.
Patata cruda, Frosties y caramelos
Hace unas semanas, Julie McDowall publicó un tuit en el que se ofrecía a decir a los usuarios a qué les sabía su nombre. Y recibió un aluvión de respuestas de personas no solo interesadas en saberlo, sino también intrigadas por las características de esta extraña (y divertida) sensación. En pocos días, recibió más de 17.000 comentarios.
I have synesthesia which means I can "taste" words. Ask me what your name tastes like.
— Julie McDowall (@JulieAMcDowall) January 27, 2019
De esta forma, Amy, John y Miranda descubrieron que sus nombres saben a tiras de bacon crudo, botones de cuero del cárdigan de una persona mayor y a obleas, respectivamente. Alguno descubrió que su nombre puede saber a algo tan concreto como los cereales Frosties, pero solo cuando empiezan a reblandecerse.
Otro usuario confesó que también tiene sinestesia y puede relacionar colores con sabores y el tacto con el sonido. Además, puede oír olores y personificar números. Él y Julie McDowal coinciden: ¿cómo será no tener esta condición?
En realidad, la periodista británica es consciente de su sinestesia desde que tenía ocho años. Cuando su tía le dijo que iba a llamar a su futura hija Sarah, la pequeña lo tuvo claro: «¡Qué asco!» -dijo- “¡Sarah sabe a grasa!”. Poco después descubrió que su hermana también comparte esta condición (aunque no siempre coinciden con los sabores de las palabras) y que la habían heredado de su madre.
La relación entre los sentidos
La sinestesia consiste en una relación anómala entre los sentidos. Al estimularse uno (como por ejemplo, la vista), se produce simultáneamente otra sensación en otro (como por ejemplo, el oído). De esta forma, las personas con sinestesia pueden oír colores o sentir sonidos.
Una de las manifestaciones más comunes consiste en relacionar letras, dígitos y palabras con colores determinados. Se conoce como sinestesia grafema-color. Sin embargo, no todos los sinestésicos hacen las mismas relaciones. Mientras que para uno el número siete puede ser verde, para otro puede ser azul. O rosa.
Existe también la sinestesia música-color, que lleva a visualizar diferentes colores dependiendo de las características del sonido. O la conceptual, con la que se visualizan conceptos abstractos (como unidades de tiempo u operaciones matemáticas) con una forma en concreto.
En este caso, el mes de marzo (por ejemplo) puede tener una forma ovalada y tres días una triangular. La lista sigue, con algunos tipos más frecuentes que otros. Entre los más raros se encuentran los que relacionan gusto y sonido o gusto y temperatura, por ejemplo.
Algunos estudios han señalado que las personas con sinestesia tienen facilidad para recordar números de teléfono, códigos de seguridad y terminologías al relacionar los dígitos, las letras y las sílabas con colores. Por consiguiente, tienen buenas apitudes para aprender idiomas o realizar cálculos matemáticos. El físico británico Daniel Tammet, por ejemplo, explica en su libro ‘La poesía de los números’ cómo la sinestesia le ayudó a dominar las matemáticas y a aprender 11 idiomas.
Una divertida habilidad
Según la American Psychological Association, una de las razones por las que la sinestesia es poco conocida es que muchos sinestésicos temen ser ridiculizados por esta capacidad. Muchas veces no comparten sus sensaciones por haber sido objeto de burlas durante su infancia. O simplemente por el miedo a ser diferentes. Sin embargo, muchos la consideran divertida. E incluso útil, ya que les ayuda a tener una buena memoria. Julie McDowal ha compartido, también, su experiencia respecto a este tema.
“Me he dado cuenta de que las futuras futuras madres no quieren escuchar que sus pequeños pueden saber a grasa. Los Duncans tampoco quieren saber que apestan a un eructo de tocino ahumado, ni a los Donalds les gusta descubrir que son patos de goma bañados en vinagre. Pero una vez que superan el shock y la confusión iniciales, tienden a reírse y se lo dicen a sus amigos. Luego regresan con una gigantesca lista de peticiones: ¿A qué sabe Susie? ¿Qué es Colin? ¿Rebecca? ¿Alison?”.
Julie McDowal es periodista y escribe, sobre todo, acerca de la Guerra Fría y las bombas nucleares. El día que escribió su famoso tuit, buscaba un rato de diversión tras haber redactado un duro artículo sobre la bomba atómica. Y lo consiguió.
Animada por el éxito de su propuesta, la periodista ha abierto una cuenta de Unbound en la que se pueden solicitar diferentes servicios. Por cinco dólares, saboreará un nombre y te dirá a qué le ha sabido. Por 20 lo hará con cinco nombres y por 40 con 20 o incluso 30. La lista sigue con posibles vídeos o llamadas de Skype para responder dudas.
Los que quieran saber a qué sabe su nombre, lo tienen bien fácil. Quizá alguno sepa a chocolate o a jamón serrano. Aunque, visto lo visto, también es posible llevarse un buen susto.
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