Adicto a las redes sociales, dispuesto a hacer cola durante horas para adquirir el último modelo de iPhone que ha salido al mercado, friki del cacharreo y amante de todo lo relacionado con dispositivos inteligentes. Seguro que a más de uno le resulta familiar este perfil; un auténtico tecnófilo que ha hecho suyo el boom que este sector ha experimentado durante los últimos años.
Sin embargo, no es el único tipo de usuario que ha nacido con el célere desarrollo de este sector, sino que también lo ha hecho otro que apunta hacia el lado opuesto: el tecnofóbico. Nos estamos refiriendo a aquellos que tienen una relación más complicada con esta disciplina y que incluso han llegado a temerla. Pero, ¿cómo identificarles?¿Cuáles son las razones de su miedo? Hoy abordamos estas y otras cuestiones.
Qué es la tecnobofia
Se considera tecnofobia al rechazo al progreso en el sector tecnológico, al miedo a los avances y a sus supuestas consecuencias, que pueden entrañar problemas ecológicos, sociales, éticos y sanitarios (precisamente sus argumentos para situarse en contra). Una suerte de miedo capaz de causar angustia a quien lo padece, e incluso ansiedad y otros síntomas propios de este tipo de patologías ante determinadas situaciones.
La supuesta complejidad de un dispositivo, la falta de habilidades para utilizarlos y similares pueden disparar estas sensaciones, aunque existen varios grados. De hecho, el psicólogo e investigador de la Universidad Estatal de California Larry Rosen distingue hasta tres: el usuario incómodo, el tecnofóbico cognitivo y el tecnofóbico ansioso. La clasificación depende de la presencia o ausencia del miedo irracional y va de menos a más.
Además, esta fobia se encuentra directamente relacionada con el analfabetismo tecnológico (personas que, por ejemplo, son incapaces de manejar algo tan sencillo como un cajero automático con Windows XP) y que puede llegar a condicionar su vida cotidiana. En algunas sociedades y culturas se da en mayor medida; es el caso de los Amish en Estados Unidos.
Y aunque el resultado de ese miedo dependerá de la situación, edad, contexto, clase social y demás de cada sujeto, lo cierto es que puede llegar a causar problemas de aislamiento y comunicación, e incluso de socialización en los más jóvenes. Por no hablar de otros inconvenientes más cotidianos, como la ralentización a la hora de llevar a cabo determinados trámites administrativos, etcétera; o de la falta de entendimiento entre padres e hijos.
Qué sentido tiene
Por desgracia, existen algunas situaciones que han podido motivar este miedo a la tecnología. La rapidez con la que ha evolucionado el sector, el nacimiento de nuevas redes sociales, la célere implantación que ha provocado que muchos de ellos no hayan sabido adaptarse a tiempo al cambio, y las malas experiencias relacionadas con esta falta de destreza son solo algunas de las posibles razones.
Asimismo, la ignorancia, ligada a las alarmantes noticias difundidas a través de medios de comunicación generalistas sobre hackeos, vulneraciones de privacidad y similares, puede llegar a ser determinante. Y es que, si bien se informa sobre este tipo de incursiones y problemas, en la mayoría de ocasiones se carece del tiempo necesario para explicar que es posible protegerse de ellas y cómo. Lo mismo ocurre con las nuevas enfermedades tecnológicas como la nomofobia, la adicción a las redes sociales, el síndrome de la vibración fantasma y un largo etcétera que ya nos resulta familiar.
El cine (aunque no lo haya hecho, ni mucho menos, con mala intención) también puede encontrarse detrás de este pavor y creencias. Un miedo que clásicos como Blade Runner y Terminator supieron aprovechar y que actualmente continúan exprimiendo filmes y series como Ex Machina, Black Mirror y Passengers, entre muchas otras. Por supuesto, no debemos tomarlas como algo más que lo que son: ciencia ficción.
Sin embargo, el tecnófobo lo que ve en ellas es una evidencia de la debilidad humana frente a la robótica (incansables, cada vez más inteligentes y capaces de superarnos con creces), una especie de consecuencia de “jugar a ser Dios”.
Tampoco podemos dejar de hablar del recientemente fallecido Zygmunt Bauman. Se trata de un sociólogo y una eminencia en su campo que protagonizó uno de los programas de Salvados. Tras sus intervenciones tremendamente pesimistas sobre el progreso tecnológico, cualquiera podría pensar que este no tiene sentido y que no merece la pena seguir adelante.
La pérdida de habilidades sociales y Twitter como la responsable de una nueva soledad fueron parte de su discurso, lleno de paradojas, por otra parte, tal y como veremos en nuestro apartado de argumentos para desmontar a un tecnófobo.
Cómo se manifiesta
Identificar al tecnófobo resulta muy sencillo. Habitualmente se trata de personas que no han tenido un contacto temprano con la tecnología, y que no las necesitan demasiado para interactuar con su entorno o llevar a cabo sus labores diarias. Además de sentir rechazo por todo lo relacionado con el sector, justifican su animadversión con falacias y creencias como las indicadas anteriormente, y se respaldan en las posibles adicciones que, según ellos, han causado en los más jóvenes.
Sin embargo, su discurso tiene que ver más con el desconocimiento, puesto que, para empezar, no son las redes sociales ni los smartphones los que generan estos problemas psicológicos, sino que el uso –inapropiado y abusivo– que se hace de ellas. Algo que, tal y como apunta Ana Cebrián, psicóloga, tiene que ver con las disfunciones y apegos del propio individuo, y no con los elementos externos de los que se vale para “sobrevivir”. La especialista, de hecho, lo compara con el alcoholismo, en el que la que no se nos ocurre pensar que la bebida sea la responsable, sino el sujeto que se emborracha.
Otros rasgos propios de esta clase de usuarios son más evidentes: la falta de interés por las novedades tecnológicas, la ausencia de dispositivos en su vida, la incapacidad para memorizar o retener cualquier asunto relacionado con la disciplina, pensamientos al estilo de “no es para mí”, ausencia de teléfono móvil, etcétera.
Argumentos para “desmontar” a un tecnófobo: la información, clave
Llegados a este punto, resulta evidente la importancia de ofrecer a la persona que la padece las herramientas e información necesaria para enfrentarse a sus miedos. Obligar a la persona a interactuar con las nuevas tecnologías, en cambio, es una pésima idea, precisamente lo que han hecho algunas administraciones públicas en determinados trámites.
La alfabetización digital, así, deberá ser planteada de una forma útil y divertida. En los más mayores, por ejemplo, asociar su uso al ocio funciona muy bien. El uso de juegos y de la propia navegación por Internet bastará para que sean conscientes del mundo de posibilidades que se abre frente a ellos. Y una vez despertado el interés y desmitificada la dificultad que entrañan los dispositivos estaremos en el buen camino.
Por otra parte y entre los argumentos que podemos esgrimir para “desmontar” sus creencias, encontramos datos como que las redes sociales son capaces de reforzar los vínculos afectivos derivados de una relación física y de mantener otras que hubiéramos perdido con el tiempo; que la red es un lugar estupendo para seguir aprendiendo –los cursos online han aumentado un 96% durante los últimos años– y que incluso allí podemos encontrar el amor –el 25% de los norteamericanos encuentra pareja a través de comunidades específicas tipo Tinder–.
Además, Internet ha facilitado el acceso a la información, incluso a aquella sobre la que no nos atrevemos a preguntar. De hecho, es precisamente lo que hace el 17% de los jóvenes. Otro estudio apunta que los mayores que pasan buena parte de su tiempo navegando tienen menos tendencia a padecer depresión y son mentalmente más activos que el resto. Desde un punto de vista informativo, además, se trata de datos mucho más variados que los presentados en televisión y otros medios convencionales.
Respecto a las redes sociales, se han convertido en las grandes aliadas de las manifestaciones el compromiso ciudadano en general, dando voz a quienes no la tenían y favoreciendo la participación en diferentes causas. Tal es así que incluso la ONU defiende el uso permanente y libre de Internet bajo la defensa de que es un “facilitador de los derechos humanos”.
Otras consideraciones
No obstante lo dicho, lo cierto es que sí que existe alguna tecnología que puede llegar a causarnos miedo, siempre desde un punto de vista relativo, por supuesto, que ya hemos abordado en otros artículos de esta casa. Un ámbito en el que encontramos desde apps específicas para causar terror y videojuegos especializados, hasta androides que quieren acabar con la humanidad como Sofía. Escuchar a esta última resulta espeluznante.
El software capaz de determinar cuándo moriremos basándose en el análisis de los datos que hemos volcado en redes sociales, las inteligencias artificiales que leen los labios, los juguetes espía y el uso de la estimulación cerebral para alterar recuerdos son otros “productos” presentes en el mercado que pueden llegar a causar este sentimiento.
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Me considero tecnofoba, manejo un cajero automatico pero prefiero mil veces tratar con un humano. ¿Porque? porque la experiencia me ha demostrado que la maquina hace lo que un humano pero tarda tres veces mas?¿Alguien ha tratado de comuicarse con una compañia telefonica para solucionar un problema que no esta en sus listas? Pasas por eso de «Perdone, lo hemos entendido» y cuando acabas en un rapto de desesperacion acordandote de los muertos de la maquina, esta te dice » Entonces ¡problema solucionado! » y va y te corta.
A mi me costo 5 llamadas, media hora para al final decirle a la maquina que me habian robado el movil. Asi pude hablar con una persona que en 3 minuto me soluciono el problema que llevaba intentando solucionar desde hacia media hora
Desde entonces intento tratar lo menos posible con maquinas