Hace unos días, 11.000 científicos de todo el mundo suscribían un manifiesto común en el que declaraban la emergencia climática. Unas horas antes de su publicación, Estados Unidos iniciaba los trámites para abandonar el Acuerdo de París, el compromiso más solido en la lucha contra el cambio climático.
El manifiesto, publicado en la revista BioScience, señala que los científicos tienen la obligación moral de advertir claramente a la humanidad de cualquier amenaza catastrófica, y la climática es una de ellas. Piden que se aumenten los esfuerzos para preservar el planeta y proponen medidas para hacerlo.
Esta y muchas otras noticias nos acercan cada día a un fenómeno que, para muchos, es ya irreversible: el cambio climático. Un problema que tiene cada vez más consecuencias en nuestra salud física pero también mental, hasta el punto de que la angustia que sentimos ante el mismo tiene un nombre: solastalgia.
otro impacto más
“La solastalgia es una especie de nostalgia que uno siente cuando todavía está en casa”, explica el filósofo australiano Glenn Albrecth, quien acuñó el término. “Es el dolor que produce reconocer que el lugar donde uno reside y que ama está siendo amenazado”.
Para muchos, esta amenaza está representada en el cambio climático. Ya sea a nivel global o en forma de problemas localizados como pueden ser la sequía, los incendios o los huracanes. La preocupación que sentimos a causa del calentamiento global y su impacto en nuestras vidas puede generar angustia, ansiedad, estrés o fatiga, entre otras muchas consecuencias. Algo que lleva décadas constatándose alrededor del mundo.
A menudo, la solastalgia se ve intensificada por una fuerte sensación de frustración e impotencia ante la imposibilidad de poner solución al problema de forma individual. Tal y como indican los científicos que están detrás del manifiesto ‘World Scientists’ Warning of a Climate Emergency’, algunas soluciones son fomentar el empleo de energías no renovables, reducir las emisiones de gases contaminantes, hacer cambios en los modelos económicos y frenar la despoblación. Medidas que dependen en gran medida de los gobiernos y los grandes poderes económicos y no tanto de las acciones individuales de los ciudadanos de a pie.
Un problema a nivel mundial
En contra de lo que podría parecer, la solastalgia no es un “problema del primer mundo”. De hecho y según Glenn Albrecth, aquellas sociedades cuyos medios de vida están más estrechamente ligados a su entorno son más susceptibles de sufrir solastalgia. El australiano, que acuñó el término por primera vez en el artículo ‘’Solastalgia’ A New Concept in Health and Identity’ en 2005, hace referencia de hecho a grupos indígenas como ejemplo de sociedad vulnerable.
El problema es, además, global. Sobre todo, por la influencia de los medios de comunicación, que pueden dar información detallada sobre los efectos del cambio climático en cualquier lugar del mundo. “Los significados de experiencia directa y hogar se vuelven borrosos”, señala Albrecht. “La experiencia de solastalgia puede darse en personas que consideran la tierra su hogar. Presenciar eventos que destruyen la identidad endémica en cualquier lugar del mundo les preocupa personalmente”.
En los últimos años, además, se ha apreciado que el discurso y las noticias generadas alrededor del cambio climático tienen cada vez más consecuencias en los niños. El estudio ‘The Psychological Effects of Climate Change on Children’ señala que los más pequeños muestran altos niveles de preocupación por el cambio climático. Y que, al igual que a los adultos, este problema puede generarles ansiedad, fobias, depresión o trastornos del sueño.
Ya en la década pasada se alertaba de un aumento en los síntomas de angustia ante los cambios en nuestro planeta. Todo parece indicar que, a medida que los efectos del cambio climático van aumentando, lo harán también sus consecuencias, incluyendo aquellas que nos afectan anímica y psicológicamente.
Soluciones frente a la solastalgia
La palabra solastalgia surgió de la combinación de solacium (consuelo, alivio en latín) con algia (daño, dolor en griego). Es parecida a nostalgia (nostos, regreso a casa en latín; y algia), literalmente, el dolor provocado por la imposibilidad de volver al hogar. Aunque, al contrario que la nostalgia, la solastalgia no hace referencia a algo que no se puede alcanzar, sino que está cerca. Y no mira al pasado, sino que se orienta hacia el futuro.
No existe un único método para sobrellevar este temor a las consecuencias del cambio climático. Tal y como señala Glenn Albrecth, un primer paso puede ser reconciliarse con la naturaleza. Disfrutar de ella con frecuencia y realizar actividades que favorezcan la conservación y la recuperación del medioambiente puede tener beneficios positivos, tanto a nivel psicológico como físico.
Otra solución pasa por no centrarse solo en las noticias negativas. En medio del torrente informativo al que nos enfrentamos cada día, llegan también historias de personas, entidades y proyectos que buscan frenar las consecuencias del cambio climático mediante la recuperación de ecosistemas o la implantación de políticas verdes.
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