El 50 % de la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero necesario para frenar el cambio climático llegará de la mano de tecnologías que todavía no existen.
La afirmación es de John Kerry, el enviado especial para el clima del Gobierno de Estados Unidos. Este brindis al sol refleja hasta qué punto buena parte de los dirigentes globales confían en la tecnología para sacarnos del atolladero medioambiental en que nos hemos metido. Pero ¿podemos confiar en la carta de la innovación? ¿Y en qué tecnologías estaba pensando Kerry cuando dijo lo que dijo? Ha llegado la hora de hablar de la geoingeniería.
¿Qué es la geoingeniería?
El grupo de expertos en cambio climático de la ONU, el IPCC, acaba de publicar el sexto informe de evaluación climática desde que fue fundado hace más de 40 años. Sus páginas recogen un amplio análisis de toda la literatura científica alrededor del cambio climático en el que se incluyen miles de papers revisados por un panel de más de 250 expertos. Allí, se resume todo lo que sabemos sobre el clima de la Tierra y cómo lo estamos cambiando.
En la primera parte publicada de este sexto informe no hay nada nuevo en términos de predicciones. Pero la ciencia climática ha ganado en precisión. Sabemos mejor que nunca qué está pasando con el clima, cuáles son sus consecuencias presentes y futuras y qué tenemos que hacer para paliarlas. Además, el informe señala que las emisiones de gases de efecto invernadero deberán empezar a reducirse drásticamente dentro de cuatro años si queremos esquivar los peores efectos del cambio climático.
En anteriores informes, el IPCC nunca cerró la puerta a la geoingeniería. Es decir, la modificación deliberada del clima terrestre mediante tecnologías (inventadas o no) para frenar el ascenso de las temperaturas. Hasta marzo de 2022 no se publicará la parte del sexto informe que analiza en detalle el papel de la geoingeniería. Pero estas son las soluciones geoingenieriles que están, hoy, sobre la mesa.
Absorber (y esconder) el carbono
El nivel de CO2 en la atmósfera no ha dejado de aumentar desde que la humanidad empezó a quemar combustibles fósiles. Hace más de 200 años. Hoy sabemos que ese exceso de CO2 es el principal causante (aunque hay otros) del aumento del efecto invernadero, el consecuente incremento de las temperaturas y el desajuste del clima terrestre.
Aunque dejásemos de emitir CO2 por completo hoy, los efectos del que ya está presente en la atmósfera se dejarían notar durante siglos. Así, una de las preguntas que han estado sobre la mesa de forma recurrente ha sido, ¿podemos extraer CO2 de la atmósfera? La respuesta es sí, pero todavía no sabemos bien cómo.
El proyecto Vesta, dirigido por el biólogo británico Tom Green, se ha fijado en un mineral (el olivino) y un proceso natural (la meteorización) para lograrlo. De acuerdo con este proyecto, el proceso mediante el cual el olivino se disuelve lentamente en el océano consume y atrapa CO2 de la atmósfera. Así, según los cálculos de Green, si cubrimos el 2 % de las costas del planeta con este mineral, conseguiríamos atrapar el 100 % de las emisiones de dióxido de carbono que se generan en un año.
Otro de los proyectos de absorción de carbono que han recibido mucha atención últimamente está en la Universidad de California Los Ángeles (UCLA). Este implica el uso de reactores químicos para filtrar el agua del mar (que de forma natural absorbe mucho más CO2 que la atmósfera). El CO2 reaccionaría con el calcio y el magnesio formando minerales como la calcita o la magnesita presentes, por ejemplo, en las conchas. Estos podrían usarse o almacenarse y el agua se devolvería al mar, lista para absorber más carbono.
Es importante destacar que ninguno de estos proyectos científicos, ni tampoco el IPCC (puede verse en la página 39 del resumen del informe), contemplan la absorción de carbono como una forma de compensar todas las emisiones. Es decir, no es una solución que nos permita seguir quemando combustibles fósiles como si no hubiese mañana. La absorción de carbono podría servir, eso sí, para reducir los niveles de CO2 en la atmósfera o compensar algunas emisiones residuales.
Sombrillas solares y nubes brillantes para frenar la radiación
El planeta Tierra tiene una temperatura agradable porque la atmósfera retiene una parte pequeña de la radiación que recibe del Sol. Al aumentar los gases de efecto invernadero, crece la cantidad de radiación que no se escapa, y por eso sube la temperatura. Así, para contrarrestar el cambio climático, algunas soluciones de la geoingeniería estudian reducir la cantidad de energía que se queda en la atmósfera.
Una de ellas pasa por generar nubes de agua de mar más brillantes de lo habitual. Esta tecnología, conocida como marine cloud brightening, consiste, a grandes rasgos, en pulverizar agua salada en las nubes que se forman de manera natural sobre los océanos para aumentar su efecto albedo. Es decir, para lograr que reflejen mayor cantidad de luz y envíen la radiación de vuelta al espacio.
En la Universidad de Edimburgo, el investigador Stephen Salter lleva más de una década trabajando con la idea. Y en Australia, como parte de un proyecto de la Universidad Southern Cross, han puesto a prueba la tecnología para reducir el calentamiento de zonas marinas sensibles, como la que rodea la Gran Barrera de Coral. Podría también usarse, por ejemplo, para enfriar el Ártico, la zona del planeta donde más están aumentando las temperaturas.
Otro de los proyectos de geoingeniería más destacados lo tiene todo para alimentar una teoría de la conspiración. Implica a Bill Gates y tiene que ver con ocultar el Sol, como si de un malvado plan del señor Burns se tratase. La llamada geoingeniería solar es un campo de estudio presente en varias universidades. Consiste en liberar en la atmósfera una serie de partículas finas que podrían bloquear parte de la radiación, tal como hacen de forma natural fenómenos como las erupciones o los grandes incendios.
La propia Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos ha solicitado recientemente que se cree un programa bien financiado para estudiar en profundidad si estas soluciones son viables o no antes de que a nadie se le ocurra ponerlas en práctica. Por ahora, solo existen proyectos a pequeña escala, como SCoPEx, liderado por el físico de Harvard David Keith (y cofinanciado por Gates).
Frenar las emisiones de gases de efecto invernadero de forma decidida y rápida, empezando ya. Esa es, en este momento, la solución para evitar los peores efectos del cambio climático, según el IPCC. En el camino para lograrlo, toda ayuda es poca. Pero apostar por la geoingeniería no podrá ser una puerta abierta para no dejar de emitir CO2.
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