El 23 de septiembre comenzó en Nueva York la Cumbre del Clima 2019. Sin embargo, y a diferencia de otros años, estas conferencias convocadas por las Naciones Unidas llevaban ya semanas en la agenda mediática de todo el mundo.
Entre los motivos, destacan un mayor concienciamiento general sobre la crisis climática y la presión ejercida durante el último año por los más jóvenes. Generaciones que reclaman su derecho a defender el futuro del planeta y que no han dudado en plantar cara a políticos y empresarios.
El entusiasmo de estas protestas ha quedado reflejado en el viaje de la activista sueca Greta Thunberg a Nueva York a bordo de un barco de cero emisiones. No en avión. Ni en crucero. Lanzando un mensaje muy claro en contra de las aerolíneas, acusadas por los grupos ambientalistas de no aplicar medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Analizamos hasta qué punto su posición es acertada y el impacto medioambiental de tres grandes medios de transporte público: el tren, el barco y el avión.
¿Qué contamina más?
Para responder a esta pregunta partimos de varias premisas. La primera, que el transporte es una actividad altamente contaminante. La segunda, que no siempre es fácil calcular la opción que menos contamina, ya que depende de varios factores.
Una manera de medir el impacto medioambiental de nuestros trayectos es analizar las emisiones de dióxido de carbono (CO2) por pasajero y kilómetro recorrido. Esta es la que vamos a aplicar.
El tren, la opción más sostenible
Según la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), un tren que transporta 156 pasajeros tan solo emite 14 gramos de CO2 por persona y kilómetro recorrido. Sin embargo, las emisiones dependen de varios factores, como el tipo de tren (eléctrico o diésel) o el número de viajeros que transporta.
El tren ha sido el medio de transporte principal elegido por Greta en sus viajes por Europa en este último año. Un viaje de Estocolmo a Bruselas en avión supondría la emisión de 116 kg de CO2 por persona. Uno en tren, 42,5 kg.
Estos datos son los resultados de Ecopassenger, una web que compara el consumo de energía y las emisiones de CO2 de aviones, automóviles y trenes. A diferencia de la AEMA, esta web también tiene en cuenta las emisiones asociadas a la producción de combustible o electricidad.
El barco: de ferris a cruceros
El número de emisiones de los barcos depende, también, de numerosos factores. Principalmente, su tipo y su uso. Se calcula que los ferris no emiten mucho más CO2 que un autobús. Sin embargo, la industria de los cruceros ha estado en el punto de mira de activistas y ecologistas durante los últimos años debido a su impacto en el medioambiente.
Un estudio de Transport & Environment indica que la polución generada por los cruceros de lujo que atracan en España es cinco veces mayor que la que producen los coches que circulan por todo el país. Tan solo la flota de Carnival Corporation emitió casi diez veces más óxido de azufre que los más de 250 millones de coches europeos en 2017.
Esta misma empresa señaló que sus barcos emiten un promedio de 251 gramos de dióxido de carbono por pasajero y kilómetro. Sin embargo, su potencial contaminante no se limita a estas emisiones. Hay que tener en cuenta la energía necesaria para mantener todas las instalaciones de a bordo, que van desde piscinas hasta gimnasios y discotecas, y el impacto que tienen en el fondo marino.
El avión, el más contaminante
Al quemar combustible, los vuelos emiten gases de efecto invernadero. Entre ellos, dióxido de carbono, que contribuye al calentamiento global. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, un avión con 88 pasajeros emite, de media, 285 gramos de CO2 por pasajero y kilómetro. Estas cifras la convierten en la opción más contaminante en cuanto a emisiones, a la par que los cruceros.
Además, y según el estudio ‘The illusion of Green Flying’ de la ONG austriaca Finance and Trade Watch, las aeronaves emiten otras sustancias además del CO2. Cada una de ellas tiene un efecto específico de calentamiento o enfriamiento propio que, en general, amplifica el impacto climático de la aviación.
Otro problema es que los viajes en avión se duplicarán a lo largo de las siguientes dos décadas. “A los representantes de la industria les gusta señalar que las emisiones de la aviación representan solo el 2% de las emisiones de CO2 globales”, señalan en el estudio. “Sin embargo, lo que omiten es que el nivel de emisiones está aumentando rápidamente. Un informe de Öko-Institut para el Parlamento Europeo señala que las emisiones de CO2 de la aviación internacional pueden suponer el 22% del total en 2050”.
‘Flygskam’
Uno de cada cinco suecos cambió el avión por el tren en 2018 para reducir su huella de carbono, según datos de WWF. Parte de la población de este país del norte está tan concienciada que hasta ha acuñado un nuevo término: flygskam. En español, “vergüenza de volar”.
Sin embargo, al planteamiento del viaje de Greta Thunberg en barco no le faltan detractores. La mayoría señalan que el avión seguirá siendo siempre la primera opción para cubrir largas distancias, sobre todo para aquellos que no disponen del tiempo necesario para viajar en tren o en barco.
Llegados a este punto, es el momento de responder a la pregunta. ¿Qué se consigue con el viaje de Greta Thunberg en barco? En primer lugar, ha evitado la emisión de decenas de kilogramos de CO2 a la atmósfera. Un gesto que, a fin de cuentas, no va a suponer un cambio para el planeta. Lo realmente importante es que ha hecho reflexionar al resto del mundo sobre la importancia que tienen nuestras acciones. Gracias a su discurso, más de uno se plantea coger un tren en lugar de un avión en su próximo viaje.
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Imágenes | GTRES, Unsplash/Jonathan Leonardo