Antes de que Rusia decidiera invadir Ucrania y desencadenara una de las mayores tensiones geopolíticas vividas en suelo europeo en las últimas décadas, el concepto de ‘guerra híbrida’ llevaba semanas en los titulares, con la tecnología como protagonista.
El gobierno de Ucrania ya había denunciado acciones encubiertas de Rusia contra su país. Eran diversas estrategias, muchas de ellas de corte tecnológico.
¿Qué es una guerra híbrida?
El concepto empezó a usarse a principios de los 2000 para referirse a la utilización de estrategias de confrontación no siempre ligadas a un combate militar. Según el profesor de Relaciones Internacionales Antonio Alonso Marcos, una guerra híbrida puede incluir desde ciberataques hasta campañas de desprestigio online.
Su marco teórico data de la lucha contra el terrorismo que emprendió Estados Unidos tras los atentados del 11 de Septiembre, pero se ha ido adaptando al mundo actual y al avance de las tecnologías. De hecho, la propaganda en redes sociales y los ‘hackeos’ serían característicos de esta acción, según el doctor en Seguridad Internacional Guillem Colom.
Comprende, como ya citó Frank Hoffman en 2007, modos de guerra no convencionales en los cuales la propaganda y la provocación son fundamentales. Por ejemplo, desorden, terrorismo, insurgencia y fake news. Para Ucrania, Rusia mantiene contra su país una guerra híbrida desde 2014, tras anexionarse la península de Crimea y promover tensiones en las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk.
Otros ejemplos de guerra híbrida
El caso de Rusia y Ucrania no es el primero. Para explicar este fenómeno hay que entender sus diversas ramificaciones, como guerra híbrida, amenaza híbrida o ataque híbrido. Y que uno de sus objetivos, estudiado con detalle por la Unión Europea en los últimos años, es erosionar la confianza ciudadana en las instituciones y ahondar en una supuesta decadencia del sistema democrático.
Hay ejemplos de estos conflictos en diversos grados. El pasado año, Lituania y Polonia acusaron al presidente ruso Vladímir Putin de orquestar una crisis migratoria a través de Bielorrusia, en respuesta a las sanciones contra el régimen de Alexander Lukashenko. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, afirmó que este “ataque híbrido, cínico y peligroso” había convertido a los migrantes en un arma política.
También se podrían catalogar como guerra híbrida las acciones de las guerrillas chechenas contra Rusia, las amenazas del Estado Islámico y las insurgencias de los grupos talibanes. Aunque se sigan produciendo, las guerras tradicionales cada vez serán menos comunes. Mientras, los conflictos permanentes y con múltiples frentes abiertos irán aumentando.
El ciberespacio, en guerra
El enfrentamiento digital en el ciberespacio ha cobrado especial protagonismo en los últimos años. El avance de la tecnología fomenta mejoras sociales y políticas, pero también crea nuevos peligros ante los cuales hay que aprender a defenderse. Y, en especial, se consideran muy sensibles los procesos electorales.
La manipulación de elecciones mediante la difusión de noticias falsas en redes sociales ha sido estudiada en muchas ocasiones. Por ejemplo, durante las campañas del Brexit, las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos y hasta el conflicto separatista en Cataluña. La deslocalización de los agentes que intentan ejercer estas influencias hace complicado actuar de manera inmediata.
Rusia y Ucrania no son una excepción. Aunque los ciberataques no están siendo tan catastróficos como se preveía, se suceden las noticias sorprendentes. Por ejemplo, la desconexión de capas de su aplicación Maps, por parte de Google, para evitar la localización de soldados. O el anuncio de Anonymous de declarar una ciberguerra contra Putin a través del hackeo.
Ganar el relato, crucial en una guerra híbrida
En una guerra híbrida resulta imprescindible ganar el relato en medios de comunicación y redes sociales. Antes se intentaba cortar el paso de una avanzadilla militar y ahora también se intentan frenar canales acusados de desinformar. Esa fue la razón esgrimida por la Comisión Europea para considerar a los medios estatales rusos Sputnik y RT “parte de la maquinaria de guerra”.
De hecho, esos medios ya han sido bloqueados por todos los gigantes tecnológicos. Apple, Google y Meta, entre ellos, además de redes sociales como Twitter y TikTok. Esta decisión ha abierto un intenso debate sobre la libertad de prensa en tiempos de guerra. Y también ha desencadenado las represalias del gobierno de Putin.
Medios de comunicación occidentales como Radiotelevisión Española, CNN y BBC han suspendido sus emisiones desde Rusia tras la aprobación de una nueva ley que prevé penas de cárcel por difundir “información falsa”. Y plataformas como Facebook, YouTube e Instagram han sido bloqueadas en el país por permitir las llamadas a la violencia y etiquetar a medios y personas como “afiliadas al Estado” ruso. La web 2.0 (también) se alza en armas.
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Imágenes | Portada: fotografías de Israel Palacio, Daniel Schludi, y Max Bender, todas en Unsplash.