El cambio climático es un problema que nos afecta aquí y ahora. Unos cuantos datos nos pueden bastar para comprender la gravedad de la situación ante la que nos encontramos. El año 2016 fue el año más cálido de la historia. Seguido, seguro que no es difícil de adivinar, por las cifras de 2015 y 2014. Durante el año pasado, se derritió el 97% del hielo que hay en la superficie de Groenlandia. Entre 1901 y 2010, el nivel del mar subió 0,19 metros. Todo ello tiene un profundo efecto en la flora y la fauna; a finales del siglo XXI, los expertos consideran que la mitad de las especies estarán en peligro de extinción.
En fin, un panorama precioso en el que la mano del hombre es, por supuesto, bastante responsable. ¿El mundo se acaba? ¿Nos ponemos a gritar y a llorar, a arrancarnos los pelos? O mejor, ¿buscamos posibles soluciones que puedan paliar este terrible conflicto? Los ojos de la comunidad científica se giran hacia las plantas halófitas, un posible aliado contra este incierto futuro.
Halófitas, plantas de sal
2016 fue el año más caluroso registrado, 1,1°C por encima de niveles preindustriales https://t.co/Gattjym2oL @WMO @NASA #cambioclimático pic.twitter.com/307prYkJhk
— ONU Cambio Climático (@CMNUCC) 18 de enero de 2017
Las plantas halófitas son aquellas capaces de vivir en condiciones extremas, con gran presencia de salinidad. Por lo general, la sal es un peligro para los organismos vivos, pues produce deshidratación por un proceso de ósmosis que hace que el agua de las células salga al exterior y que la sal absorba los nutrientes fundamentales como el potasio o el calcio. Pero para las halófitas, esto no es ningún problema. Su naturaleza les permite almacenar el agua gracias, por ejemplo, a que producen ácido polihidroxibutírico, un soluto que les permite vivir en compatibilidad con la salinidad de donde crecen.
Así pues, estas plantas halófitas podrían suponer una interesante arma para paliar muchos de los problemas derivados del cambio climático. Los recursos naturales de los que disponemos se verán más y más afectados por las circunstancias del calentamiento global. El hecho de que crezca el nivel del mar y de que haya una sequía prolongada en muchas regiones, limita el uso del agua dulce que se necesita para el cultivo de muchas plantas.
Soluciones desde ya
Según explica el científico ambientalista de la Universidad de Arizona, Edward Green, la búsqueda de nuevas tierras fértiles para la agricultura es una de las causas de la deforestación de los bosques, pues la tala de árboles se produce para generar más regiones en las que poder plantar. Pero, si se apostara por el cultivo de más plantas halófitas, usando agua salada y un terreno como los desiertos, esa deforestación disminuiría y, en consecuencia, también lo harían las emisiones de gases de efecto invernadero. En palabras de otro experto en la materia, como es Dennis Bushnell, cabeza visible del Langley Research Center, el desarrollo de una agricultura en la sal, podría liberar hasta el 70% del agua que ahora mismo se emplea para los cultivos tradicionales.
En nuestro país, se está llevando a cabo el proyecto ‘Las halófitas y sus relaciones rizosféricas‘, dirigido por el profesor de Ecología de la Universidad de Sevilla, Enrique Mateos. Según sus propias palabras, las halófitas “sirven para fines de tal trascendencia como consumo, obtención de pienso, obtención de fibras, materiales de construcción e incluso elementos utilizados industrialmente”. El equipo de trabajo también estudia las bacterias asociadas a las halófitas, la relación entre ambas podría resultar clave para la aplicación a los cultivos más tradicionales. Unos experimentos que ya se estarían probando con plantas más sensibles a la salinidad, como sería el caso del arroz.
Plantas que nos salvan
Entre las halófitas que se están investigando, podemos destacar la Kosteletzkya pentacarpos. Esta planta, perenne y no invasiva, puede crecer en las difíciles condiciones que plantean los desiertos, y también sobrevivir a inundaciones. Su cultivo resulta sencillo y económico, pero lo más interesante son los usos que podrían tener. Sus semillas pueden convertirse en biocombustible, y sus raíces y lfores pueden transformarse en químicos industriales.
También resulta muy interesante hablar de la Salicornia bigelovii. En este caso, son un grupo de científicos argentinos los que trabajan en las investigaciones de los posibles usos de esta halófita. Su estudio se centra en desarrollar un modelo de producción agrícola basado en esta planta, que puede usarse para el consumo humano pero también de animales, para generar biocombustible o productos farmaceúticos.
Otras soluciones frente al cambio climático
Las plantas halófitas se presentan como un interesante campo de investigación, pero no son las únicas soluciones que se están trabajando:
Muchas de las complicaciones que genera el cambio climático se derivan del uso de los fertilizantes nitrogenados. El óxido nitroso que se produce de ellos afecta a nuestro aire. Al liberarse, contribuye a aumentar el efecto invernadero y a la destrucción de la capa de ozono. En contacto con el vapor de agua, además, convierte la tan ansiada lluvia en agua ácida, terriblemente nociva.
Ahora, investigadores del Centro de Biotecnología y Genómica de las Plantas están trabajando para que la producción de cereal en los países desarrollados disminuya sus necesidades en el uso de los fertilizantes nitrogenados. Esto se produce al dotar a la plantas de las herramientas necesarias para absorber el nitrógeno, un proceso que por sí mismas no pueden realizar. Así, se trabaja en la transmisión de genes de nitrogenasa a las plantas, que estaría funcionando de manera óptima en la levadura. De esta manera, los cultivos serían menos dependientes de ese tipo de fertilizante, pues podrían alimentarse del nitrógeno existente en el aire. Este tipo de soluciones son clave para cultivos como el cereal, que supone el 60% de nuestra alimentación.
En nuestro país también se está desarrollando el proyecto Life Climagri. Se trata de un plan centrado en la cuenca mediterránea y en las necesidades de los cultivos de regadío. El programa se fundamenta en la difusión de unas líneas de buenas prácticas que hablan del mantenimiento de la cobertura vegetal del suelo así como en la necesidad de las rotaciones en los cultivos. Entre sus propósitos se encuentra el objetivo de adaptar los cultivos a las nuevas necesidades climatológicas, que sirvan para conseguir un futuro más sostenible para todos. La agricultura de conservación se aúpa como un modelo de equilibrio medioambiental que puede ayudar a reducir la presencia de CO2 en nuestra atmósfera.
El cambio climático es un gran desafío para el hombre. No sólo porque nos pone ante la perspectiva de ver morir a nuestro planeta. Sino también porque nos coloca ante la disyuntiva de, como seres humanos, corregir los propios comportamientos que nos están llevando al desastre.
Imagen | Wikipedia, Pixabay
En Nobbot | ¿Tendrá algo que ver el futuro con lo que nos muestra la serie ‘Futurama’?