Las Roomba merodean por las habitaciones y obedecen órdenes. No es raro que sus dueños los vean como una especie de mascota o una compañía y que incluso les pongan nombres.
La Vecina Rubia creó un hilo en el que los tuiteros y tuiteras fueron añadiendo sus nombres favoritos para estos aparatos, haciendo un derroche de imaginación: Dora la aspiradora, Ambrosio, Kely la que limpia, Holaquéhase, Loli lolimpiatodo, Muchacho o Adelaido fueron algunos de los apelativos cariñosos destinados a las Roombas.
Uno de los nombres más comunes que los propietarios le ponen a su robot Roomba en España es Lola, según comunicó la compañía iRobot en el 15 aniversario de su robot de limpieza. En Twitter,Muy fan de los nombres de las roombas y congas que estamos recopilando aquí: Dora la aspiradora, Ambrosio, Kely la que limpia, Paquita paquitarla mierda, Holaquéhase, Loli lolimpiatodo… ? pic.twitter.com/BpjhU6ZjCo
— La Vecina Rubia (@lavecinarubia) August 9, 2019
¿Pero por qué otorgamos atributos humanos a estos robos de limpieza? Un reportaje publicado en SINC aporta luz sobre el asunto. El hecho de que tengan características que nos resultan familiares “genera una atribución de esencias biológicas a las máquinas, es decir, las vemos como entidades personificadas o animadas”, explica a Lucia Caballero la investigadora de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) Marta Díaz, especializada en la interacción entre personas y robots.
Según esta experta, solemos antropomorfizar aquello que está vivo o que parece que tiene rostro pero, aunque la aspiradora autónoma Roomba no cumple estrictamente con ninguno de esos requisitos, cuenta con dos características que facilitan este proceso: presta un servicio a los habitantes de la casa y sus movimientos se parecen mucho a los de un animal.
Vínculos con tu Roomba
Dos investigadores de la Universidad Carnegie Mellon (en Pittsburgh, Estados Unidos) comprobaron que tener una Roomba puede hacer que una familia cambie la disposición de su mobiliario o modifique sus patrones de limpieza. Y también observaron que sus dueños desarrollan vínculos con su robot aspirador: le ponen nombre y le asignan rasgos de personalidad.
Según otro estudio publicado en el 2020, el movimiento es determinante a la hora de conferir esos caracteres humanos al robot. Sus autores programaron a tres máquinas para trasladarse siguiendo diferentes patrones de aleatoriedad y velocidad para representar una conducta alegre, somnoliento o irritable. Los participantes en el experimento fueron capaces de identificar ese supuesto estado de ánimo de la Roomba según la forma en que se desplazaba.
Las investigaciones sugieren, además, que esa antropomorfización incrementa la confianza que los dueños tienen en los aparatos -algo que ocurre también con los coches autónomos-, pero también aumenta su bienestar y la simpatía que sienten por ellos, incluso cuando se quedan atascados. A pesar de que no reducen el tiempo de limpieza, sus dueños están contentos de tenerlos en casa.