Coches conectados, herramientas de geolocalización e información en tiempo real. Hoy en día, los mapas inteligentes son una herramienta esencial para desarrollar las ciudades conectadas. Sin embargo, no hace mucho que al salir a la calle todavía necesitábamos un mapa en papel y que el trazado de algunas partes del planeta era todavía una incógnita.
La historia de los mapas comienza con la inquietud de conocer el planeta y pasa por el desarrollo de métodos cartográficos e instrumentos de medición. Por una época en la que los exploradores recorrían las costas de los continentes y los topógrafos dibujaban con precisión su perfil sobre el papel. Se trata de una historia que comienza mucho tiempo atrás y que, sin duda, aún no ha terminado.
Los primeros mapas del mundo antiguo
Los griegos fueron los primeros grandes cartógrafos. Determinaron la forma esférica del planeta y teorizaron sobre meridianos y paralelos. Fijaron las nociones de la línea del ecuador y las coordenadas. Todo ello mirando al cielo, estudiando la posición y los movimientos del sol y de las estrellas. Contaban también con datos aportados por viajeros, que traían información de lugares visitados por mar y por tierra.
Fueron los primeros en realizar mapas con criterios matemáticos, siguiendo las leyes de la proporción y la geometría. El mapa de Anaximandro, creado cinco siglos antes de que nuestro calendario marcase el año uno (y conocido gracias a los escritos de Heródoto), puede considerarse el primero realizado a escala.
Sin embargo, la pieza cartográfica más antigua se remonta a mucho más atrás. Se encontró en un grabado del siglo VI a.C de la civilización babilónica. Para ellos, el mundo giraba ya en torno al mar Mediterráneo y se representaba como una circunferencia que terminaba en mar y altas cordilleras.
Accidentes geográficos y rutas comerciales
Siglos después, los árabes tomaron el relevo del mundo clásico en el papel de representar la tierra en un plano. Entre los siglos VIII y XV realizaron gran cantidad de mapas que incluían cada vez más detalles geográficos como montañas, valles y ríos. La Tabula Rogeriana, del geógrafo árabe Muhammad al-Idrisi, es uno de los más precisos. Gracias a información recopilada por comerciantes y exploradores y datos extraídos de mapas más antiguos, incluía parte de África, el océano Índico y Extremo Oriente.
A partir de esta información, el geógrafo pudo estimar la longitud de la circunferencia terrestre en 37.000 kilómetros (tan solo 3.000 kilómetros menos de su tamaño real). Corría el siglo XII y todavía no se había estipulado la dicotomía norte-sur, por lo que el continente africano se sitúa en la parte superior.
La mayoría de estos mapas servía sobre todo al comercio y a la navegación. Situaban las grandes ciudades que estaban emergiendo y las principales rutas comerciales tanto terrestres como marítimas. Junto con los mapas, mejoraba también la precisión de instrumentos como el astrolabio, la brújula magnética o el nonio, que permitían cruzar el Atlántico con destino al Nuevo Mundo.
La proyección de Mercator
Los viajes de Magallanes y Elcano alrededor del mundo ayudaron a definir los trazos de los nuevos mapas. Durante el siglo XVI se crearon las primeras representaciones con latitudes y meridianos perfectamente definidos. Sin embargo, al no contemplar la curvatura de la tierra, estas líneas confundían a los navegantes a medida que se alejaban del ecuador.
La solución para este problema fue ideada por el holandés Gerard de Kremer (cuyo apellido, “comerciante”, se latinizó como Mercator). Su idea fue, básicamente, la de aumentar la distancia entre los paralelos de forma proporcional a medida que se acercan a los polos. Esta forma de proyectar la Tierra sobre el papel fue muy promovida por diferentes monarcas de la época para trazar las cartas náuticas. Su uso se ha prolongado hasta hoy: aunque con ligeras variantes, aplicaciones web como Google Maps o Bing Maps usan la proyección de Mercator.
Aviación, satélites… y Google
El año 1903 marcó un punto de inflexión cuando los hermanos Wright consiguieron hacer volar una avioneta sobre una playa de Carolina del Norte (Estados Unidos). Con la llegada de la aviación, la historia de los mapas comenzaba a cambiar. Aquellos lugares recónditos que todavía se les resistían a los topógrafos pudieron ser registrados. Gracias, a su vez, a otro de los grandes descubrimientos recientes: la fotografía.
Medio siglo después se tomaba la primera imagen satelital. Tras siglos de cálculos matemáticos y suposiciones, el siglo XX traía consigo numerosas herramientas que permitieron cartografiar con exactitud desde los fondos marinos hasta el espacio.
Hoy en día los mapas son mucho más que la representación de la tierra sobre un plano. Aunque la información cartográfica no ha cambiado mucho (hace décadas que la precisión de los mapas es muy acertada), ofrecen gran cantidad de información complementaria. Los sistemas de información geográfica (SIG) combinan tecnología y la información de bases de datos, estadísticas e imágenes. Permiten, a través de mapas digitales, ofrecer información de forma dinámica e interrelacionar elementos.
En 2005 el libre acceso a mapas a nivel mundial dio un giro de 180 grados con la llegada de Google Maps. La aplicación está en constante revisión, alcanzando en ocasiones más de 20 millones de actualizaciones al día. Google Earth (un programa SIG creado por la empresa Keyhole Inc.) permite visualizar imágenes en 3D de (casi) todo el planeta. La herramienta combina imágenes de satélite, mapas y el motor de búsqueda de Google.
Los mapas del futuro
Las cifras señalan que en el año 2050 la población de las ciudades alcanzará los 10.000 millones de habitantes. Las smart cities juegan un papel fundamental en el plan de lograr espacios sostenibles y competitivos. Y, junto a ellas, los mapas. El objetivo principal de las ciudades inteligentes es aprovechar los datos que se producen de su funcionamiento para generar información que servirá, a su vez, para mejorar su rendimiento y eficiencia.
La geolocalización y los SIG, unidos a las herramientas de big data y a los dispositivos conectados, son clave a la hora de generar y visualizar datos con los que dibujar después patrones de comportamiento. Mapas que permiten conocer el estado del tráfico, visualizar el funcionamiento del alumbrado eléctrico o la situación exacta de cada uno de los vehículos de transporte público son solo algunos de los ejemplos de lo que traerán las ciudades del futuro.
Junto a las herramientas de geolocalización, ganan importancia también las que permiten crear mapas personalizados. Gracias a herramientas como teléfonos inteligentes, sensores y aplicaciones es posible generar y ordenar datos con cualquier objetivo. Un ejemplo puede ser imaginar el futuro, como hizo en 2003 el diseñador y artista gráfico Mark Ovenden con el World Metro Map. Un mapa que une las principales ciudades del mundo con líneas de metro. Una idea aún abstracta pero que hoy está, quizá, un poco más cerca.
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