Ciclones que asolan Mozambique. Mientras las sequías ponen a la India en jaque en la otra orilla del mismo océano. Inundaciones en Irán, olas de calor extremo en Europa, Alaska o el golfo Pérsico, huracanes arrasando el Caribe…
Podríamos estar resumiendo un siglo de eventos climáticos extremos. Pero no. Todos ellos se han producido en los últimos 12 meses. Los efectos del cambio climático ya están aquí. La ONU dice que salimos a crisis gorda por semana y que no podemos seguir mirando para otro lado. Ya no para frenar el calentamiento global (que también), sino para evitar lo más duro de sus efectos en las personas, las sociedades y las economías.
Por sorpresa no debería pillarnos. La ciencia climática lleva tiempo advirtiéndolo. Este informe publicado el año pasado por la European Academies’ Science Advisory Council señalaba que la frecuencia de eventos climáticos extremos a nivel global ha ido en aumento constante en los últimos 36 años. Y tanto las advertencias del departamento del clima de la agencia NOAA de Estados Unidos como del panel de expertos para el cambio climático de la ONU (o IPCC) van en el mismo sentido.
Es más, la frecuencia y la intensidad de tormentas, nevadas, sequías, inundaciones y olas de calor y frío extremas no dejará de aumentar en el futuro cercano. Aunque cortásemos de raíz las emisiones de gases de efecto invernadero, seguiría creciendo unos años. De hecho, cada vez es más clara la separación de las dos líneas de acción contra la emergencia climática. Una busca frenarla. Otra, mitigar sus efectos y reforzar las defensas de nuestras sociedades.
El impacto de las crisis climáticas
Los grandes desastres ocupan portadas. Pero eventos climáticos más locales y de menor impacto causan muertos y desplazados constantemente. “Estos eventos están aumentando mucho más rápido de lo que habíamos previsto. No estamos hablando del futuro, estamos hablando de hoy”. Mami Mizutori, representante especial del secretario general para la Reducción del Riesgo de Desastres de la ONU, se mostraba así de contundente en una entrevista para ‘The Guardian’ en el marco de la London Climate Action Week.
520.000 millones de dólares al año. Ese el coste aproximado que, desde la ONU, se relaciona directamente con desastres motivados por el cambio climático. Tal como señalan desde The Prevention Web, solo durante 2018, un total de 13 crisis climáticas superaron los 1.000 millones de dólares de impacto. Sí, el calentamiento global se puede medir en dinero y cada vez está más claro su coste.
Los huracanes Florence y Michael supusieron, en Estados Unidos, un coste de 17.000 y 15.000 millones respectivamente. Los incendios de California del verano pasado, unos 13.000 millones. La sequía en Europa costó 7.500 millones y en Argentina algo más de 6.000 millones. Y la lista sigue.
“Todos estos desastres están ligados con el cambio climático motivado por la actividad humana. En algunos casos, el cambio climático ha provocado que el evento en concreto haya sido más intenso o frecuente. En otros, las catástrofes se relacionan con los cambios en los patrones climáticos habituales”, señala el informe de The Prevention Web.
Los costes económicos, ligados a la destrucción de infraestructuras, pero también a la paralización de la actividad productiva, tienen un impacto directo en nuestras sociedades y su estabilidad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2018 se produjeron 5.000 muertes por culpa del cambio climático. Y 28,9 millones de personas necesitaron asistencia de emergencia. Un número que a partir de 2030 podría aumentar hasta 250.000 muertes al año y millones de desplazados climáticos.
La reducción de riesgos y el marco de Sendai
Entre el año 2000 y el 2011, más de 2.700 millones de personas se vieron afectadas por desastres naturales. Y se perdieron 1,3 billones de dólares. Estas dos cifras fueron las que hicieron saltar las alarmas de la ONU en un principio. Bajo el precepto de que la severidad de un desastre natural se mide solo por su impacto, las Naciones Unidas empezaron a diseñar una estrategia para reducir los riesgos. Riesgos que, además, ya esta previsto que aumentasen de forma continuada.
Bajo el nombre más genérico de disaster risk reduction se agrupan hoy políticas que buscan reducir la exposición a los peligros, disminuir la vulnerabilidad de las personas y las propiedades, reforzar el manejo sostenible de la tierra y el medioambiente, o mejorar los sistemas de alerta temprana ante eventos adversos.
Uno de los grandes resultados de estas políticas es el llamado marco de Sendai, diseñado entre 2012 y 2015 como una estrategia a 15 años vista que busca la implicación de los Estados en la reducción de riesgos. Aquí puede consultarse, en detalle, su progreso. Entre sus objetivos prioritarios están los siguientes:
- Reducir la mortalidad por desastres naturales a nivel mundial en 100.000 fallecimientos menos con respecto a la década 2005-2015. Y reducir, en la misma proporción, el número de personas afectadas a nivel mundial por desastres climáticos.
- Minimizar las pérdidas económicas directas consecuencia de los desastres y reducir los los daños causados a infraestructuras críticas y de servicios básicos, como sanidad y educación.
- Aumentar el número de países que apuesten por estrategias nacionales y locales de reducción del riesgo antes de 2020.
- Mejorar la cooperación internacional a los países en desarrollo
- Aumentar la disponibilidad y el acceso a los sistemas de alerta temprana de múltiples peligros y a evaluaciones de riesgo.
En definitiva, tal como resaltaba Mami Mizutori en su entrevista con ‘The Guardian’, apostar por la prevención. El coste de dicha apuesta lo tienen también claro: 2,7 billones de dólares a invertir en los próximos 20 años. Alrededor de un 3% de lo que nos costará, en el mismo periodo, ese cambio climático que no parecemos capaces de frenar. Y la ONU quiere que empecemos a gastar esos millones ya.
En Nobbot | Green New Deal: ¿se está fraguando la primera respuesta política seria ante el cambio climático?
Imágenes | Unsplash/jasper wilde, Chris Gallagher, John Middelkoop, NASA Earth Observatory