La expansión de las renovables ha pisado el acelerador. La capacidad de energía fotovoltaica y eólica instalada en el mundo se ha multiplicado en el último año. Todo apunta a que, en lo que queda de década, los parques de placas solares y de molinos crecerán como setas en montes, llanuras y costas.
Sus impactos en los ecosistemas, la fauna, la flora y el paisaje son evidentes. Cada vez más estudios señalan también que, bien diseñados y planificados, pueden tener beneficios para la biodiversidad. Algunos casos han demostrado que las plantas fotovoltaicas pueden favorecer la proliferación de una flora diversa. Esto ayuda a los polinizadores, de pájaros a insectos, que, a su vez, atraen a todo tipo de animales. Además, pueden reducir la evaporación del suelo y crear sus propios microclimas.
El acelerón de las renovables
La invasión rusa de Ucrania ha puesto patas arriba el tablero energético global. La necesidad de buscar fuentes de energía menos volátiles y de avanzar en las promesas de descarbonización para mitigar el cambio climático ha provocado que, en el último año, el crecimiento de los parques eólicos y las plantas fotovoltaicas (así como el autoconsumo) haya superado todas las expectativas. Tanto, que la Agencia Internacional de la Energía (AIE), habla ya de punto de inflexión en la expansión de las renovables en el mundo.
De acuerdo con el informe ‘Renewables 2022’ de la Agencia Internacional de Energía (AIE), además, se espera que la capacidad de generación de energía renovable crezca tanto en los próximos cinco años como en los 20 anteriores. El informe prevé que la fotovoltaica, la eólica y la hidroeléctrica superen al carbón como fuente principal de energía a nivel global en 2025. Y lleguen a sumar el 37 % de la generación total en 2027. Las cifras todavía no son suficientes para alcanzar las metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Pero los datos señalan un cambio claro de tendencia.
De acuerdo con la AIE, a finales de 2021 había cerca de 900 gigavatios (GW) de potencia fotovoltaica instalada y 830 GW de eólica. En España, en lo que llevamos de año, la eólica ha producido 58 000 gigavatios hora (GWh), un dato que la sitúa, de forma provisional, como segunda fuente de generación de energía por detrás de las centrales de ciclo combinado que funcionan con gas, según los datos de Red Eléctrica. La energía nuclear es la tercera fuente y la solar fotovoltaica, la cuarta, con más de 27 000 GWh generados.
El impacto de las renovables
Aunque las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a su construcción y funcionamiento sean mínimas en comparación con la quema de carbón y petróleo, las renovables no están libres de impactos. Tal como detalla esta revisión científica publicada en ‘Journal of sustainable development of energy water and environment systems’, está comprobado que las instalaciones fotovoltaicas y eólicas causan:
- Impactos directos en la biodiversidad. Estos van desde los asociados a las obras en la construcción en zonas rurales y naturales hasta los daños que los molinos causan a las aves u otras especies voladoras.
- Incremento de consumo de agua. Más destacado en las instalaciones fotovoltaicas que necesitan limpieza y refrigeración.
- Degradación de la cobertura vegetal y los ecosistemas presentes en el territorio donde se instalan las plantas de producción de energía.
- Alteración de los microclimas. Para algunas especies animales, como muchos insectos, las variaciones en la temperatura de la superficie, por pequeñas que sean, suponen grandes alteraciones.
- Impactos visuales y sonoros. Estos pueden afectar al bienestar de diferentes especies, incluidos los humanos.
Sin embargo, esto no tiene por qué ser siempre así. Aunque todavía es un campo de estudio con poco recorrido, cada vez más investigaciones señalan que, bien gestionadas, las instalaciones de energía renovable y, sobre todo, las plantas fotovoltaicas, pueden también tener impactos positivos en su entorno.
El impacto positivo de las plantas solares
En los terrenos de la Universidad de Keele, en Newcastle (Reino Unido), han construido una pequeña planta de energías renovables. Esta combina dos turbinas eólicas, 12 500 paneles fotovoltaicos y un sistema de baterías para almacenar la energía sobrante durante los picos de producción. La instalación, que abrió sus puertas en abril de este año, produce el 50 % de la electricidad que consume el campus. Además, está siendo utilizada por un equipo del Institute for Sustainable Futures de la universidad. Buscan estudiar el efecto de los paneles solares en la biodiversidad y la salud del suelo.
Los investigadores monitorizan de cerca el estado de la flora y la fauna del lugar, formada por insectos polinizadores, anfibios, tejones, varias especies de pájaros, murciélagos y pequeños mamíferos. Las primeras conclusiones apuntan a que el proceso de instalación perturbó el suelo y la vida silvestre, pero el área parece estar recuperándose con rapidez. Se ha generado un ecosistema de pradera alrededor y ha aumentado la diversidad de especies de plantas. Sobre todo, si se compara con el mismo territorio en el pasado, cuando se destinaba a usos agrícolas. La planta de energía recibe, entre otros visitantes habituales, zorros, aves rapaces y una gran variedad de insectos.
Las conclusiones de este estudio son preliminares y no han sido todavía revisadas y publicadas de forma oficial. Aun así, se suman a otros estudios recientes. Una investigación de 2021 señaló que, si los parques solares se diseñaban para permitir una mayor diversidad de plantas y flores, las abejas (y, en consecuencia, todos los cultivos que requieren polinización) se veían claramente beneficiados. Otro estudio de 2022 señaló beneficios similares para los abejorros.
Por otra parte, un análisis de 185 artículos científicos publicado en 2021, subrayó una serie de acciones sencillas que podían convertir las plantas fotovoltaicas en lugares adecuados para la diversidad de insectos y otros polinizadores. Entre otros, señalaban la importancia de plantar una flora diversa que sirviese de alimento a los animales, proporcionar recursos de anidación y cría, tomar medidas para que la zona no esté aislada del resto de ecosistemas y el diseño del parque para que permita microclimas diversos y variables (proporcionando zonas más cálidas y zonas más frescas y húmedas).
Tal como señalan los investigadores del Institute for Sustainable Futures, cuando los parques fotovoltaicos permiten que las flores crezcan de abril a principios de otoño, los insectos tienen más sitios para alimentarse y reproducirse. Esto, a su vez, beneficia a todas las especies que se alimentan de ellos. Además, los paneles solares también pueden crear sus propios microclimas. Reducen la evaporación, generan sombras y cambian los patrones de lluvia que cae sobre el suelo. Esto puede perjudicar a algunas especies de pradera que prefieren la luz solar directa, pero beneficia a otras.
Por último, los investigadores concluyen que la biodiversidad del suelo y del subsuelo también puede beneficiarse de las instalaciones de granjas solares con respecto a las prácticas agrícolas. Al fin y al cabo, las prácticas intensivas de cultivo (como el labrado continuo de la tierra y el uso de fertilizantes, insecticidas y herbicidas) son la causa principal de pérdida de biodiversidad en ambas zonas y de pérdida de salud del suelo.
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Imágenes | Unsplash/Andres Siimon, Gustavo Quepón, Made From The Sky