Una vez los ciudadanos de a pie nos estamos acostumbrando a la internet de las cosas (IoT), las empresas tecnológicas avanzan hacia la siguiente revolución industrial, a la que han denominado de la computación cognitiva. Mediante la ya conocida internet de los sentidos, la realidad virtual y más si cabe la realidad aumentada, junto a diversos wearables, hará posible, si la velocidad de las redes lo permiten en unos pocos años, experiencias inmersivas en las que pondremos en práctica todos nuestros sentidos.
La internet de las cosas
relojes inteligentes, medidores de actividad, cámaras en edificios, micrófonos o incluso nuestros dispositivos de telefonía móvil. Ante esta ingente cantidad de información recogida, el aprendizaje automático y la inteligencia artificial pueden ofrecernos mejoras, por ejemplo, en la frecuencia del transporte público o en la regulación del tráfico.
Contamos con multitud de sensores instalados en nuestras vidas que permiten la captura de datos, comoAdemás, no nos resulta extraño controlar los dispositivos por voz como una televisión o las bombillas y enchufes del hogar o que nuestro coche evite que nos salgamos del carril o nos acerquemos demasiado al vehículo que nos precede endureciendo la dirección o frenando automáticamente para evitar una colisión.
Debido a la hiperconexión, avanzamos hacia la búsqueda de redes más eficientes, sostenibles y cuidadosas con el medio ambiente, con mayor velocidad y menor latencia. Se espera que el 6G sea 50 veces más rápido que el 5G y que esté a nuestro alcance pasado el año 2030. La pregunta que nos hacemos es: ¿qué nos depara el futuro?
La internet de los sentidos
La siguiente revolución industrial, la de la computación cognitiva, buscará la unión de lo humano, lo físico y lo digital para intentar imitar el comportamiento del cerebro humano. Los sistemas de aprendizaje automáticos y el procesamiento del lenguaje natural serán las dos disciplinas con mayor auge que mediante el reconocimiento de patrones permitirán experiencias inmersivas. Ya hoy en día los negocios que triunfan no son los que ofrecen siempre el mejor producto, sino los que ofrecen “una experiencia”.
Ericsson, en su informe sobre los consumidores, destaca 10 expectativas relacionadas con la internet de los sentidos destacando que casi el 60 % piensa que el cerebro será la interfaz de usuario.
No es extraño el avance que nos espera en cuanto a la utilización de los sentidos. En este aspecto, los consumidores se atreven a hacer predicciones para los distintos órganos sensoriales:
- Vista: la mitad de los encuestados imagina que la diferencia entre la realidad física y digital habrá desaparecido casi por completo en 2030 debido a pantallas holográficas en 3D. Será difícil discernir lo real de lo imaginario.
- Oído: traductores instantáneos permitirán controlar nuestro entorno de sonido. Viajar al extranjero, impartir conferencias o trabajar en otro país ya no será un problema.
- Olfato: 6 de cada 10 consumidores esperan poder visitar lugares lejanos de manera digital y experimentar los aromas naturales de esos lugares. En el mundo analógico ya se han hecho pruebas de libros con olores. En el digital, se intentó en películas de cine en los años 60, cuando la tecnología no era tan avanzada, además de cara, y la sensación de inmersión no era completa. Posiblemente sea el mayor reto al que nos enfrentamos, pues somos capaces de procesar unos 450 000 olores diferentes, una gama tan inmensa que el proceso resulta muy complejo.
- Gusto: no hablamos aquí de los trampantojos gastronómicos, si no de colocar un dispositivo en la boca que mejore digitalmente los alimentos que comemos, para que todo sepa exactamente como queramos o incluso para paladear los sabores de nuestra infancia o productos ya desaparecidos.
- Tacto: 6 de cada 10 piensan en la existencia de dispositivos que estimulen los nervios para sentir cualquier objeto o persona en 2030. Que los dispositivos tengan incluso esa sensibilidad de fuerza realizada al presionar un objeto. En medicina, por ejemplo, podría ser un significativo avance lograr reproducir en una pantalla la sensación de pinchar en un brazo o incluso operar a una persona.
En resumen, la tecnología avanza y la velocidad de las redes de transmisión de datos aumenta. Vivimos un momento de transformación digital en todos los aspectos claves de la vida, que, por ejemplo, ha hecho viable contar con una vacuna frente al coronavirus en menos de un año, que el mercado laboral ya no tenga casi sentido tal y como lo conocíamos y que proliferen nuevas profesiones como arquitecto de datos, hace unos pocos años impensables.
Volamos hacia una inmersión absoluta de lo digital y lo físico. Cada vez será más difícil discernir entre realidad o ficción. La internet de los sentidos supondrá avances en nuestra alimentación o en la medicina, que podrá ser preventiva más que curativa.
Como aspectos negativos, debemos controlar la seguridad de los datos, evitar la filtración de información a personas no deseadas. Con acciones formativas y difusión de los riesgos, controlaremos los peligros y avanzaremos hacia la siguiente revolución industrial.