La película ‘Oppenheimer’, estrenada cuando la Guerra de Ucrania aún parece lejos de acabar, ha vuelto a poner de actualidad la amenaza nuclear y la posibilidad de una guerra que causaría una catástrofe sin precedentes. Pero ¿cómo sería el invierno nuclear?
La cinta, dirigida por Christopher Nolan, cuenta la vida del científico, interpretado por Cillian Murphy, centrándose especialmente en el Proyecto Manhattan, a través del cual el equipo dirigido por Oppenheimer desarrolló la primera bomba atómica de la historia. Por ello, se le considera el “padre de la bomba atómica”.
¿Se arrepintió Oppenheimer de la bomba atómica?
Ya tras demostrar la viabilidad del proyecto a través de la “Prueba Trinity”, la primera explosión atómica de la historia, Oppenheimer afirmó haber recordado unos versos que decían “me he convertido en muerte, en destructor de mundos”. Posteriormente, tras demostrar su gran poder destructor en Hiroshima y Nagasaki, la sensación de orgullo de Oppenheimer por el logro conseguido dejó paso a un sentimiento de culpa y horror.
Aunque nunca llegó a decir que se arrepentía sí que confesó, nada menos que al presidente Truman, que sentía que tenía “las manos manchadas de sangre”. Por ello, a partir de entonces, sus esfuerzos (antes centrados en desarrollar la bomba) se volcaron en intentar que se frenara el desarrollo de este tipo de armamento, convencido de que podía convertirse en una peligrosa arma de destrucción masiva.
Muchos años antes, poco después de descubrir la posibilidad de la fisión de uranio en 1939, la comunidad científica se dio cuenta de que la fisión de átomos pesados inducida por neutrones podría provocar una reacción en cadena y producir cantidades inimaginables de energía.
Por ello, los científicos Leó Szilárd y Albert Einstein se dirigieron por carta al presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, alertándolo del peligro que supondría un armamento nuclear nazi. De hecho, Einstein podía haber formado parte del proyecto Manhattan si no fuera por su perfil izquierdista.
Años más tarde de aquella misiva el Premio Nobel reconoció que aquello fue “un gran error en su vida […] pero había una justificación: el peligro de que los alemanes la fabricaran”.
Oppenheimer junto a Albert Einstein.
Finalmente eso no ocurrió, y Einstein dedicó los últimos años de su vida a alertar sobre los peligros de las armas nucleares. Oppenheimer, quien fue colega de Einstein, fue el encargado de fabricar la primera, y también dedicó sus últimas etapas a luchar contra la carrera armamentística.
Primero intentó convencer al gobierno americano proponiendo crear un organismo atómico internacional que controlara la creación de bombas nucleares por parte de las potencias que, rápidamente, se dieron cuenta del poder estratégico y político asociado a las armas nucleares.
También se opuso a la creación de la bomba H y presidió la primera Comisión de Energía Atómica de EEUU donde trató, en la medida de sus posibilidades, de poner zancadillas para que la Unión Soviética desarrollara su propia bomba atómica.
Y es que Oppenheimer ya veía inevitable la carrera de armamentos que se produjo entre los norteamericanos y la URSS e imaginó que aquello podía acabar en una tercera guerra mundial entre ellos que desencadenara un invierno nuclear.
¿Qué pasaría en un invierno nuclear?
Se llama así al posible escenario catastrófico que podría darse tras producirse un conflicto nuclear a gran escala. La detonación de cientos, quizá miles, de bombas nucleares provocaría incendios a gran escala e implicaría la liberación masiva de partículas de polvo, hollín y humo a la atmósfera.
Esto formaría una nube tóxica que bloquearía la luz del sol y afectaría al clima global de una manera radical, provocando una disminución importante de la temperatura en toda la Tierra. Algunas de las consecuencias que tendría un invierno nuclear podrían ser:
- Descenso de las temperaturas. Las partículas acumuladas en la atmósfera bloquearían la radiación solar y causarían una significativa disminución de la temperatura del planeta, lo que podría mantenerse durante meses o años.
- Reducción de la luz solar. Este bloqueo de la luz de nuestro astro provocaría un oscurecimiento global, que afectaría la fotosíntesis en las plantas con graves consecuencias para la agricultura y la cadena alimentaria.
- Impacto en la agricultura. La reducción de luz, el frío extremo y la contaminación del aire tendrían efectos devastadores en los cultivos. La producción de alimentos se vería muy afectada, y probablemente se produciría una hambruna debida a la escasez de recursos.
- Colapso del ecosistema. Se alterarían los ecosistemas y esto llevaría a la extinción de muchas especies de plantas y animales. La cadena alimentaria se vería interrumpida por el invierno nuclear y esto tendría consecuencias en cascada en todo el mundo.
- Problemas de salud humana. Además de la radiación y los contaminantes del aire, que multiplicarían el riesgo de cáncer y otras enfermedades, el impacto ambiental traería graves consecuencias para la salud humana.
- Crisis humanitaria. La combinación de todos estos factores (falta de alimentos, colapso económico y dificultades para sobrevivir en este entorno hostil) provocarían causarían una crisis humanitaria sin precedentes.
Por supuesto hablamos de un escenario teórico y totalmente especulativo que, esperemos, nunca llegue a producirse. Lo cierto es que actualmente el uso de armas nucleares está prohibido en virtud del derecho internacional humanitario y de numerosos tratados internacionales. Pero hace nada que Vladimir Putin, al verse acorralado por la heroica defensa ucraniana, volvió a amenazar con desatar una guerra nuclear.
¿Cuánto tiempo duraría el invierno nuclear?
Como hablamos de un escenario teórico, es evidente que es imposible saber cuánto podría durar. Lo que sí podemos es suponer que un invierno nuclear dependería de distintos factores. El primero, como es evidente, la magnitud del conflicto nuclear y, después, la cantidad de partículas que se liberen a la atmósfera así como la velocidad con la que esas partículas se dispersen y se depositen.
En cualquier caso, los modelos y simulaciones teóricas sugieren que un invierno nuclear podría durar desde varios meses hasta varios años. Algunos estudios afirman que la nube de partículas y hollín podría permanecer en la atmósfera varios meses, pero que las partículas más pequeñas y ligeras podrían estar flotando durante años dispersándose por todo el mundo.
En cuanto al enfriamiento, dependería de la cantidad total de hollín y partículas liberadas. Y esto, a su vez, estaría en relación con la cantidad de armas nucleares que se utilicen y los incendios que produzcan.
En cualquier caso, un invierno nuclear tendría consecuencias devastadoras para el medio ambiente, la agricultura, la economía y la vida en general. La situación sería caótica y totalmente impredecible y, por tanto, es imposible determinar la duración de algo así.
¿Cómo protegerse de un invierno nuclear?
Sería algo extremadamente difícil, probablemente imposible en la mayoría de los casos. Una guerra nuclear tendría consecuencias catastróficas a nivel mundial y afectaría a toda la población del planeta. Aunque se pudiera sobrevivir al primer impacto de las bombas atómicas, a largo plazo sería imposible no verse afectado por alguna de las consecuencias del invierno nuclear.
Aún así, nuestras probabilidades de supervivencia podrían aumentar si tenemos la suerte de poder contar con un refugio nuclear diseñado y construido para soportar los efectos de una catástrofe como ésta, incluyendo evitar la exposición a la radiación.
Para ello, sería necesario contar con pastillas de yodo (concretamente yoduro de potasio), un medicamento que ayuda a impedir que la tiroides, la parte del cuerpo más sensible al yodo radiactivo, absorba este componente químico que provocaría la radiación.
Otro asunto sería el de protegerse de la contaminación del aire, para lo cual sería necesario usar máscaras de alta eficiencia o filtros de aire adecuados, y evitar ingerir alimentos y agua contaminados por la radiación.
Para ello, sería necesario contar con suministros de emergencia (alimentos no perecederos, agua potable, medicamentos y otros), aunque la duración incierta del invierno nuclear haría que los suministros tuvieran que ser casi ilimitados.
Por eso, sin duda la mejor manera de protegerse de un hipotético invierno nuclear es intentar, con los medios a nuestro alcance, ayudar a prevenir que esto ocurra. Porque, por mucho que los políticos hablen de guerras tácticas o limitadas a determinados, es evidente que el uso de las armas nucleares podría conducir a un escenario catastrófico que (casi) nadie deseamos.