Distancia-COVID es un estudio que busca comprender cómo influye nuestro comportamiento en la intensidad de la pandemia. ¿Fue verdaderamente efectivo el confinamiento? ¿Qué importancia tiene limitar el número de personas con las que nos relacionamos?
José Javier Ramasco, científico titular del IFISC (UIB-CSIC) y coordinador de la iniciativa junto a Ferederic Bartumeus, da respuesta a estas y otras preguntas que pueden ser determinantes para establecer futuras medidas ante una segunda ola. Su herramienta son los datos que analizan mediante técnicas computacionales, inteligencia artificial y big data.
– La primera medida que se implementó después de que la OMS declarase la pandemia fue aislarnos. ¿Qué importancia tienen acciones como estas para frenar el contagio?
El confinamiento es la herramienta más efectiva. Paró el desarrollo de las curvas en cuestión de semanas. Esto se ha visto no solo en España; en todos los lugares en donde se confinó a la población, los casos empezaron a bajar en poco tiempo.
Sin embargo, el impacto económico es muy fuerte, por lo que es importante encontrar soluciones menos restrictivas.
– Entiendo que encontrar estas soluciones es el objetivo de vuestro proyecto.
Efectivamente. El proyecto combina datos sobre movilidad con los resultados de una encuesta con la que intentamos entender cómo cambia el comportamiento de la gente y si realmente se están siguiendo las medidas de prevención.
“Desarrollamos modelos que ayudan a tomar decisiones, como hacer confinamientos más o menos restrictivos o limitar la movilidad”
Con toda esta información desarrollamos modelos que muestran diferentes escenarios y ayudan a tomar decisiones. Si hay que hacer confinamientos más o menos restrictivos o limitar la movilidad, por ejemplo. La idea es que estos modelos se basen en datos objetivos, tanto por el lado de la movilidad como por el del comportamiento.
– ¿Quién hace uso de estos datos y las conclusiones del estudio?
El proyecto se está realizando de forma modular para poder analizar los resultados a diferentes tiempos. En el caso de la movilidad (que empezamos a estudiar en marzo, en el confinamiento), cada semana emitimos informes que pasamos al Ministerio de Ciencia y a comunidades autónomas.
En lo referente a la encuesta, la idea es hacer públicos los resultados y darles la máxima difusión posible. Ahora se están compartiendo los resultados de la primera ronda de encuestas, a la vez que hacemos un llamamiento para la segunda ronda, porque el comportamiento de la gente va cambiando. No era igual a principios de marzo, que estábamos más asustados, que ahora, que por lo general lo estamos menos (aunque, por lo visto, no deberíamos).
El desarrollo de modelos es un trabajo a medio plazo. Ya tenemos algunas versiones, pero queda trabajo por hacer. Estarán listos más adelante.
– ¿Cuáles han sido las conclusiones más llamativas?
Hay cosas curiosas. En los datos de movilidad se vio que los viajes a media y larga distancia cayeron de forma brutal durante el confinamiento. Sin embargo, se incrementaron los de corta distancia. Como estábamos confinados dentro de casa, los trayectos al supermercado o para sacar al perro subieron muchísimo. En algunas zonas (por ejemplo, barrios residenciales) había más movilidad que antes del confinamiento, al concentrarse todos en el mismo sitio durante las horas de trabajo.
“Durante el confinamiento la gente mayor tenía mucho más contacto con otras personas que los jóvenes, que estuvieron más confinados”
Durante las primeras fases del desconfinamiento no se vio un cambio brusco, pero luego todo se fue acelerando. En las últimas se recuperó prácticamente la movilidad normal. La gente tenía ganas de volver a moverse.
De los resultados de la encuesta pudimos concluir que, por lo general, se seguían bastante las normas. Además, hubo algo que sí nos llamó la atención: quisimos estudiar cómo eran los contactos entre los rangos de edades, y vimos que durante el confinamiento la gente mayor tenía mucho más contacto con otras personas que la gente más joven, que estuvo más confinada.
La segunda ronda de encuestas nos permitirá ver qué ha sucedido durante estos últimos meses. Ya está en marcha y puede responderse desde la página del proyecto.
– Este verano los casos se han disparado. ¿Qué ha fallado? ¿No se ha comunicado bien la necesidad de reducir el número de contactos entre personas?
En esta etapa era clave saber si el virus tenía o no un componente estacional, como sucede con la gripe, que pierde efectividad en verano. Hemos visto que no, que las altas temperaturas no le han afectado.
“Los contagios han aumentado de forma bastante brusca y es muy posible que tenga que ver con el comportamiento de la sociedad”
Por otro lado, tras el confinamiento era natural que se incrementasen los casos. Esto habría sucedido incluso si no hubiese estado el verano de por medio y la gente no se hubiese reunido tanto. El problema es que los contagios han aumentado de forma bastante brusca, y eso es muy posible que sí que tenga que ver con el comportamiento de la sociedad. Podremos analizarlo mejor con los datos de la segunda ronda.
– ¿Es difícil convertir todos estos datos en consejos y transmitir la realidad a la sociedad?
No es complicado analizar estos datos, pero sí conseguir que se les preste atención de forma continuada. Es lo más difícil. Confiamos en que los técnicos sí sigan teniéndolos en cuenta, pero llegar a la sociedad es la parte más decisiva.
– ¿Hasta qué punto entra en juego nuestra cultura para propagar la COVID-19?
Es muy importante. Hay algo que se ve directamente en los datos y es muy interesante, y que se obtiene con una encuesta que se hace desde hace bastante tiempo: la Encuesta de Empleo del Tiempo (EET). En ella se analiza cuánto tiempo pasamos con personas de distintas edades.
En países del sur de Europa como España o Italia hay una interacción mucho más fuerte entre jóvenes y personas mayores, como, por ejemplo, entre nietos y abuelos, que en los países del norte. Este tipo de interacciones son determinantes en la propagación de enfermedades como la gripe o la COVID-19.
Luego está la parte social. La forma de relacionarnos, de ir a los bares, etc., cuenta mucho.
– ¿Qué importancia tienen estudios como este para trazar futuras medidas?
La adquisición de datos es muy importante, porque son necesarios para crear modelos realistas y para tomar decisiones. Ahora se está hablando mucho de la movilidad desde Madrid y otros lugares en donde hay niveles de infección altos; estos datos permiten tomar medidas más precisas. La información es fundamental.
“En la primera ola el virus llegó a unos pocos sitios y de ahí se extendió a todas partes. Ahora ya está extendido y su incidencia puede intensificarse o no”
– ¿Puede ser diferente una segunda ola en la que ya podamos prever cómo nos movemos y actuamos?
La segunda ola lo que tiene de diferente respecto a la primera es que en esta el virus llegó a unos pocos sitios y de ahí se extendió a todas partes. Ahora ya está extendido, lo que puede pasar es que su incidencia se intensifique o no, dependiendo sobre todo de los contactos y de la movilidad. Es como cuando ya tienes un incendio por muchas partes, puede ir a más o no, pero el incendio ya está ahí.
Los modelos para hacerle frente sí pueden cambiar, ya que pueden configurarse. Hay que actuar de manera extendida, ateniendo a las zonas en las que suben los contagios.
– ¿Qué esperáis de la segunda encuesta?
Tenemos curiosidad. Nos gustaría saber hasta qué punto se reflejan cambios de comportamiento, sobre todo en relación con los contactos. La primera encuesta analizaba los datos recogidos de marzo a junio, por lo que el número de contactos era muy bajito. Ahora no. Aquí entra en juego la percepción del riesgo, que condiciona nuestros comportamientos.
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Imágenes | IFISC (UIB-CSIC), Unplash/United Nations COVID-19 Response, Unsplash/Victor He