A menudo se escribe sobre el binomio jóvenes y redes sociales, utilizando datos de diversos estudios que aportan luz sobre cómo manejan estas plataformas de comunicación niños y adolescentes. Sin embargo, rara vez se les pregunta a ellos, así que en Nobbot hemos consultado a tres adolescentes para que nos aporten una visión más personal y directa sobre esta cuestión, con el fin de de intentar comprender mejor un fenómeno que, si bien abre nuevas oportunidades de información y conocimiento, también conlleva ciertos peligros. Según datos de la consultora Comunica + por -, un 40% de los adolescentes de este país está conectado las 24 horas del día, mientras que 5 de cada 10 se conectan hasta que se van a dormir, y sólo un 30% lo hace menos de 3 horas diarias. Las redes sociales se han convertido, pues, en un elemento esencial en el modus vivendi de los jóvenes españoles.
Luis Alfonso Aguirre, estudiante de 15 años en el Colegio Retamar de Madrid cree que “en la sociedad que nos toca vivir la redes sociales no solo son inevitables, son imprescindibles”. “Mis padres y abuelos podrían, si quisieran, vivir sin redes sociales. Sin embargo, para alguien de 15 años como yo, la no utilización de estas plataformas puede condenarle a la exclusión social en el corto plazo”.
presión por compartir la mejor cara en redes sociales
Coincide en esta opinión Paula Martínez, de 17 años y estudiante de Bachillerato en el IES Parque de Lisboa de Alcorcón, quien sobre todo utiliza grupos de WhatsApp e Instagram Stories para compartir con su grupo su día a día personal y estudiantil. “Me preocupa que algunos de mis amigos y amigas no tengan suficiente cuidado a la hora de compartir su vida más personal”, afirma. “Además –añade- parece que hay cierta presión por compartir imágenes en las que todos ofrecemos la mejor de nuestras caras ocultando problemas para cuya solución es preciso recurrir al contacto personal con los amigos, pero también con la familia o profesores”.
Comparte esta idea Diego Martínez, de 19 años, estudiante de segundo curso de Ingeniería Informática en el universidad Politécnica de Madrid que, fundamentalmente, utiliza Telegram –“es la plataforma de mensajería más segura”- como vía para estar en contacto con sus compañeros de clase y compartir con ellos datos de utilidad sobre la vida universitaria y su carrera. En la esfera más personal, Diego se decanta por WhatsApp –para contactar con otros grupos- , Twitter –para informarse y divertirse con memes- y, en último término, Instagram.
“Gracias a estas plataformas puedo continuar mi trabajo universitario al llegar a casa y colaborar con mis compañeros para realizar trabajos comunes, dar continuidad a mi vida social a través del smartphone y, también, compartir con mis padres mi día cuando no estoy en casa”.
cambio de edad, cambio de red social
Y es que, tal como explica Luis Alfonso, “todos los jóvenes pasamos de unas a otras redes a medida que pasan los años y nuestra tecnología y fuentes de conocimiento nos lo permiten. Por lo general, son los amigos con hermanos mayores los que introducen el uso de las nuevas redes entre las nuevas generaciones”.
Este joven nos ofrece una tabla en la que explica este paso de unas plataformas a otras en función de la edad, según su propia experiencia personal.
Sobre el uso que hacen de las redes sus amigos, este joven nos explica que “veo que difiere bastante de unos a otros. Aproximadamente el 25% de ellos hace un uso moderado y pasivo, el 50% hace un uso relativamente activo (entre 30 y 60 minutos al día) y el 25% restante hace un uso muy intensivo y activo. Es este último grupo el que se debe controlar, ya que por lo general conlleva una fuerte adicción, con consecuencias negativas tanto en el rendimiento académico y como en la personalidad del joven”.
obsesión por el like
Este excesivo interés por la popularidad en las redes también preocupa a Paula. “A veces hay cierta obsesión por conseguir likes porque casi se ha convertido en una vía para conseguir la integración en el grupo. Eso lleva a que, en ocasiones, no disfrutemos de los momentos que vivimos y no son fotografiables y busquemos siempre situaciones y escenarios atractivos que podamos compartir en las redes sociales con ciertas posibilidades de conseguir un me gusta”, explica.
Diego cree que, como todo en la vida, “el tiempo hace que vayamos utilizando mejor las redes sociales, racionalizando su uso y situándolas en el lugar adecuado en nuestras vidas”. En este sentido, considera que estas plataformas son un elemento más de la vida cotidiana de los jóvenes que, como el resto de elementos, requiere de un periodo de aprendizaje en el que deben estar presentes padres y profesores.
Cree esencial que “los adultos acompañen en este proceso a los más jóvenes cuando se introducen en el uso de las redes sociales”. “De la misma manera que padres y educadores toman de la mano a sus hijos para enseñarles a cruzar la carretera, deben estar dispuestos a estar a su lado cuando cruzan del mundo off line al mundo digital”.
una nueva narrativa en la familia
Por ello son importantes iniciativas como FamilyON, una iniciativa nacida hace unos meses de la mano de Orange, como parte de su estrategia de concienciación sobre un uso seguro y responsable de las TIC. Su objetivo es ayudar a padres y madres a crear momentos compartidos utilizando pantallas y, de paso, entendiendo cómo funciona esa tecnología y convirtiéndola en parte de la conversación entre padres e hijos.
Desde luego, rechazar, demonizar o incluso prohibir el uso de las redes sociales entre los jóvenes no puede ser la solución para evitar los riesgos de un mal uso, concluye Luis Alfonso.
Parecen más convenientes campañas de información y concienciación como la impulsada por Orange a través de la web Por un uso love de la tecnología en la que se muestra cómo hacer frente a problemas asociados al uso de las redes sociales, como el sharenting, el sexting, la exposición a pornografía en edades tempranas, o el grooming.