Hace algunas semanas, el periódico británico ‘The Guardian’ se hacía eco de un nuevo análisis de sangre capaz de detectar trazos genéricos de hasta diez tipos de cánceres. Lo han denominado “biopsia líquida”. Con entre un 50-90% de fiabilidad en algunos casos, como los de ovario y páncreas.
Este análisis, de aplicarse de forma sistemática, ayudaría a detectar cánceres en fase temprana, cuando son más fáciles de curar. La mayoría se identifica en fases tardías, cuando los tratamientos resultan menos efectivos. La investigación se realizó sobre 1.600 adultos, de los cuales 749 no tenían cáncer y 878 acababan de ser diagnosticados.
Muchos expertos creen que estamos a las puertas de un nuevo modelo de diagnóstico, un verdadero progreso para la detección -quizás curación- que ayudaría a aumentar la esperanza de supervivencia en el grueso de pacientes. ¿Y dónde se sitúan los mayores avances?
ESTUDIANDO LA LEUCEMIA
Hemos descubierto parte de los mecanismos causales de la leucemia linfoblástica aguda (LLA), el tipo más común de cáncer infantil. Bueno, nosotros no, sino el profesor Mel Greaves, del Instituto de Investigación del Cáncer de Londres.
¿Y qué significa esto? Que por fin conocemos las razones que implican estas mutaciones genéticas, desarrolladas durante la primera infancia, por la exposición a ciertas infecciones o, más específicamente, la ausencia de ellas, mediante una infancia demasiado limpia o poco expuesta a interacciones.
El profesor ha considerado esta infección una paradoja de nuestro progreso como sociedad: la falta de exposición microbiana redunda en un fallo en el funcionamiento posterior del sistema inmune. Durante años se han considerado todo tipo de variables, desde sustancias químicas artificiales a ondas electromagnéticas.
Una conclusión en consonancia con otro tipo de enfermedades autoinmunes como la diabetes tipo I o ciertos tipos de alergias. Evitar esta grave enfermedad es evitar meses de dolor y quimioterapia. La exposición temprana a infecciones —en etapa de lactancia o guardería— puede, al menos, ser el agente ambiental que prepare a nuestro sistema inmune. Es el paso más grande en los 40 años de investigación de Mel Greaves.
LA QUIMIOTERAPIA PUEDE EVITARSE
La quimioterapia siempre ha sido un tipo de terapia tóxica, invasiva y, en algunos casos, devastadora. Salva vidas, pero a un alto precio.
De hecho, en el Congreso anual de la Asociación Americana de Oncología Clínica celebrado en Chicago (EE.UU.), se ha debatido sobre dos importantes innovaciones. Ambas implican tratamientos con inmunoterapia. En el primer escenario, hasta el 70% de las mujeres con la variante más común del cáncer de mama podría evitar la quimioterapia.
El tratamiento de inmunoterapia con células T consiguió eliminar por completo las células cancerígenas. La paciente Judy Perkins, ingeniera estadounidense de Florida de 49 años que llevaba dos sufriendo un cáncer de mama avanzado y metástasis en pulmones, ya está curada.
En el segundo escenario se ha logrado aumentar significativamente la supervivencia en pacientes con cáncer de pulmón metastásico no tratados con quimioterapia. Estamos hablando de la primera causa de muerte por cáncer del planeta.
En el estudio, realizado a 1.202 pacientes, se les administró Atezolizumab y Bevacizumab. Los resultados han sido sorprendentemente positivos, ya que en ambos casos la inmunoterapia rara vez se contempla como opción.
UN PLAZO DE ESPERANZA
Por otro lado, el equipo de Metástasis Cerebral del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) ha logrado otro importante avance: alargar la vida de pacientes con metástasis cerebral. Según la publicación en ‘Nature’, el ensayo de uso compasivo en 18 pacientes ha mostrado una tasa de éxito, sin efectos secundarios, del 75%.
El cáncer cerebral siempre se ha considerado una enfermedad intratable. Las células cancerígenas escapan del tumor original y se alojan en otros órganos. Cuando ascienden al cerebro, «la célula cancerígena engaña al astrocito para que favorezca su crecimiento». Al eliminar esta ayuda extra, la célula cancerígena empieza a sufrir y hasta se reduce la metástasis. Mediante la administración de silibinina, sustancia natural que podemos encontrar en el cardo mariano, se reduce parte de la lesión.
Un progreso que debemos, en parte, a nuestro conocimiento mejorado del gen STAT3. El papel de esta proteína es importante como supresor de tumores, dependiendo del perfil mutacional del tumor, por supuesto.
Esto entronca en cierta forma con las investigaciones del profesor Davide Ruggero y su equipo, que ya explicaron para Science Translational Medicine cómo las células del cáncer de próstata «se vuelven ‘adictas’ a la síntesis de proteínas para lograr la energía que requieren para su rápido crecimiento». Realizando un bloqueo molecular, esta adicción se mantiene bajo control.
Inhibir ciertas proteínas se está convirtiendo en una de las respuestas a distintos tipos de cáncer de próstata o páncreas. Según un estudio internacional liderado por el Hospital del Mar de Barcelona, inhibiendo la proteína Galectina-1 (Gal-1) se prolonga la vida de ratones con cáncer de páncreas. Además, estos se manifiestan de forma menos agresiva, con una metástasis más lenta.
Este tipo de dianas moleculares son focos importantes para la investigación y para conocer no solo la forma en la que mutan y se alimentan los cánceres, sino parasaber cómo detener de forma precisa su progreso.
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Imágenes | Shutterstock, portada: Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas (NIAID)