Llega el verano, las horas de playa, los refrescantes baños en el mar y, con ellos, las inevitables picaduras de medusa. El calentamiento global, la sobrepesca y el aumento de fertilizantes en campos cercanos al mar, entre otros factores, han contribuido a que haya una mayor presencia de estos animales gelatinosos, pertenecientes al filo Cnidarios, en nuestras costas. Investigadores del CSIC y de distintas universidades españolas, como la de Alicante, están estudiando cómo minimizar los importantes daños socioeconómicos y sanitarios que suponen las cada vez más frecuentes plagas de medusas. Solo en los últimos días, se han retirado de las playas malagueñas más de 11.000 kilos de Pelagia noctiluca, una de las especies más habituales.
Pioneros en Europa
En Baleares están desarrollado desde 2014 un proyecto pionero en el mundo para prever la presencia de medusas. Lo lleva a cabo el Sistema de Observación y Predicción Costero de las Islas Baleares (Socib), el Govern balear, el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (UIB-IMEDEA-CSIC) y el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (Icman-CSIC).
El Socib, que opera en todo el Mediterráneo occidental, es el principal referente en España en oceanografía operacional, un sistema de observación del océano similar al meteorológico. «Desde que se puso en marcha el Sistema de Observación de Medusas, en 2014, se han llevado a cabo 94.223 observaciones, a día 20 de junio del
presente, de las cuales solo unas 6.100 han detectado la presencia de medusas”, señala Laura Prieto, doctora en Ciencias del Mar, investigadora del Icman (Cádiz) y coordinadora del proyecto.
Para la recogida de datos cuentan con los últimos avances tecnológicos. Además de buques oceanográficos, radares costeros, satélites, drones y ROVs también se sirven de planeadores submarinos, plataformas lagrangianas –de deriva libre y que permiten conocer la dirección y velocidad de las corrientes marinas-, boyas fijas y sondas CTD de última generación, dotadas de cámaras con láser, “que incluso permiten detectar el movimiento de un enjambre de medusas en tiempo real”, apunta Prieto.
Aparte, cuentan con otro nivel de observación fundamental: el de los socorristas de las 150 playas de las islas y los técnicos de embarcaciones del servicio de limpieza, así como los de las reservas marinas.
El peligro de la carabela portuguesa
En estos últimos meses la gran protagonista en muchas playas mediterráneas está siendo la llamada carabela portuguesa (Physalia physalis). El nombre se debe a la forma de su vela, parecida a la de las antiguas embarcaciones lusas. Se trata de un hidrozoo colonial, o falsa medusa, procedente del Atlántico y cuya presencia en todo el Levante español ha disparado un año más las alarmas.
El pasado 12 de junio, el ayuntamiento de Benidorm (Alicante) prohibió el baño tras avistar un ejemplar en una de sus playas. “La picadura de la carabela portuguesa puede resultar muy peligrosa en niños, ancianos y en personas con problemas cardiacos o respiratorios”, afirma Josep Maria Gili, investigador del Instituto de Ciencias del Mar (ICM) de Barcelona, perteneciente al CSIC. No obstante, el científico aclara que, “una vez entrado el verano, la presencia de Physalia physalis será menos frecuente. La medusa que más abunda, con niveles del noventa por ciento en Cataluña y con cifras parecidas en el resto del Mediterráneo español, es la Pelagia noctiluca, también muy urticante”.
Laura Prieto ha estudiado con detalle a la carabela portuguesa. En 2010 se produjo una llegada masiva de ellas en la cuenca mediterránea, al igual que está ocurriendo este año. La investigadora publicó en 2015 un trabajo al respecto en la revista ‘Scientific Reports’, del grupo Nature. Su conclusión es que la invasión de hace ocho años fue el resultado de una inusual combinación de condiciones climáticas, meteorológicas y oceanográficas en el Atlántico durante el invierno.
Preocupación mundial
También en 2015, Laura Prieto coordinó un congreso/taller internacional, dentro del proyecto europeo Perseus, para analizar el impacto de las invasiones masivas de medusas en los mares del sur de Europa (Mediterráneo y Negro), en el que participaron más de 60 científicos y gestores que investigan el mismo fenómeno en otros mares del planeta.
El congreso puso de relieve la importancia de mejorar los protocolos en todo el planeta para la detección y prevención de los bancos de medusas, con programas de seguimiento en los que se cuente con algo más que la ciencia ciudadana e incidiendo en la necesidad de estandarizar las metodologías de estudio.
“No se puede hablar de una proliferación de las medusas a escala global. Depende del tipo de especie y de la zona concreta que se estudie”, señala la investigadora. Pero sí destaca la importancia de crear herramientas predictivas para el estudio y posible control de estos animales. “Llevan aquí 500 millones de años, desde el Cámbrico, y hacen su papel en la cadena trófica. El problema surge cuando, por diversos factores, el ecosistema se deteriora. Las medusas son supervivientes natas”, añade. Y apunta a que no en todas las zonas del mundo suponen un problema. “Hay sitios donde son una fuente de ingresos turísticos, como en el lago de las medusas, en la isla de Palaos. Aparte de que en países como Japón o China se consumen como alimento”.
Asimismo, Laura Prieto anda ahora en el ecuador del proyecto MED2CA, codirigido con la doctora Emma Huertas, también del Icman: investigan la respuesta de tres especies de medusas mediterráneas ante distintos escenarios futuros provocados por el cambio climático, tales como el calentamiento y acidificación del agua.
Las Apps de las medusas
Por tercer año consecutivo, y gracias al apoyo de distintas entidades colaboradoras, el ICM va a activar la app iMedJelly, una aplicación gratuita de móvil gracias a la cual se puede saber en tiempo real si hay medusas, y de qué tipo, en cualquier playa del litoral catalán. “Lo ideal sería que se hiciera extensible al resto de playas españolas, pero es muy costoso y no es fácil encontrar patrocinadores”, añade Gili. La iMedJelly cuenta con la colaboración activa de los socorristas de cada municipio costero, a los que previamente se les ha enseñado un protocolo de actuación. Los datos que aportan son recogidos y tratados por distintos técnicos que actualizan constantemente la aplicación. De esta manera, cualquier turista puede tener información en tiempo real sobre la presencia de medusas en la playa a la que acude, así como consejos de actuación ante una picadura.
Otra aplicación interesante es MedusApp, también gratuita, desarrollada por Ramón Palacios y Eduardo Blasco, antiguos alumnos de la Politécnica de Valencia, y un grupo de investigadores liderados por César Bordehore, de la Universidad de Alicante. La app permite a cualquier persona informar de la presencia de medusas, enviar fotos con las coordenadas exactas del avistamiento, e identificar la especie así como la abundancia de la misma o el tamaño aproximado de cada ejemplar. Este proyecto también ha contado con la participación del Ciber de Enfermedades Respiratorias (Ciberes) y el Laboratorio de Inmunoalergia del Instituto de Investigación Sanitaria Fundación Jiménez Díaz (IIS-FJD).
Por su parte, la Diputación de Málaga y Aula del Mar han puesto en marcha un año más la aplicación Infomedusas, que informa de la presencia de estos animales en el litoral malagueño en tiempo real. Este año, han centrado su campaña en la carabela portuguesa.
Para el investigador del ICM, “la información es fundamental a la hora de estudiar los enjambres de medusas”. En su centro tienen datos estadísticos desde hace más de 25 años sobre la presencia de estos celentéreos. Así, han podido observar cómo ha variado la frecuencia de las invasiones masivas: “Antes se daban cada 10 u 11 años, pero ahora ya hablamos de unas rachas en torno a los seis o siete años”, afirma Josep-Maria Gili.
“No más de tres días seguidos”
Y aun así, el investigador quiere restar alarmismo: “En los años en que se puede prever una mayor presencia de medusas, como este, las playas más afectadas lo estarán entre 15 y 20 días a lo largo de los tres meses y medio de temporada estival. Y raramente aparecerán más de tres días seguidos”.
Gili sí ve claro que hay factores como el cambio climático o la sobrepesca de depredadores de medusas que influyen decisivamente en una mayor presencia de estos animales: “Una tortuga boba (Caretta caretta) puede llegar a comer una tonelada de medusas en una semana”.
De cara al futuro, Gili trabaja en distintos experimentos de laboratorio para estudiar cuánto tardan en reproducirse determinadas medusas. Y en el presente, sobre la presencia masiva de medusas en las costas, el investigador catalán asegura que “el mar nos está mandando un mensaje, como aquellos SOS que enviaban los náufragos metidos en una botella. Ahora la botella tiene forma de medusa, y nos viene a decir que lo estamos maltratando”.
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Imágenes: CSIC