Fue Melvin Kranzberg, profesor de historia que la vivió en primera mano durante la Segunda Guerra Mundial, quien dijo que «la tecnología no es ni buena ni mala, pero tampoco es neutra». Como toda herramienta, la tecnología necesita un marco de aplicación para hacer un juicio sobre ella y, la usemos para lo que la usemos, nos cambia y modifica a nosotros mismos. No es neutra.
No es algo nuevo, y sin duda el debate seguirá existiendo en el futuro, que existen dos posturas bastante diferenciadas y antagónicas con respecto al uso de la tecnología, que podrían resumirse (burdamente) como (a) el avance tecnológico es bueno per se y debemos buscarlo a toda costa (huída hacia delante), y (b) el avance tecnológico es malo per se y deberíamos quedarnos con la tecnología como está (ludismo).
Estas dos posturas están muy marcadas en los medios, especialmente cuando se habla de inteligencia artificial, que parece que va a acabar con nosotros; energías renovables y soberanía energética, que puede que nos salven del cambio climático; drones, cuyas barreras militares preocupan a muchos; cámaras y vigilancia, que hacen que nos replanteemos derechos y obligaciones… ¿Cómo juzgamos la tecnología?
Bueno y malo dependen de cómo apliquemos la tecnología
En líneas generales, afirmar que una tecnología es buena o mala suele carecer de sentido, debido a que una misma tecnología puede usarse de muchas maneras diferentes en aplicaciones que sí podemos observar bajo la lupa moral.
Pensemos en las técnicas CRISPR/Cas9, las tijeras genéticas o la edición de genes (transgenia). A día de hoy, el pensamiento mayoritario es una fuerte oposición a la misma, buena parte de ella debida al desconocimiento.
Los cultivos transgénicos ocupan el 94% de la soja, el 89% del algodón y el 89% del maíz en Norteamérica, algo que está afectando al suelo, al modo en que cultivamos e incluso a la economía local, cada uno de ellos consecuencias divisibles y catalogables como buenas o malas. También la transgenia es responsable de la insulina, que es transgénica. ¿Es buena porque ayuda a vivir a personas con diabetes o es mala porque nos despreocupa del origen del problema, como nuestra alimentación?
Otro ejemplo lo encontramos en las energías mal llamadas alternativas. Con un 2017 en que se han batido los récords de huracanes (y su intensidad), el récord de masa de agua dulce helada vertida al océano (iceberg A68), de calor y de incendios, da la impresión de que de alternativas tienen poco. Más bien parecen buenas, o quizá mejor necesarias. Pero, como decía Kranzberg, de neutras tienen poco.
Pensemos en los paneles solares que generan electricidad y que alcanzaron la paridad de red a finales de 2014. La electricidad generada por los paneles solares no es ni buena ni mala, y su instalación no tiene por qué ser buena per se, especialmente si tenemos en cuenta el coste en materiales (como el silicio) que requiere de minas a cielo abierto. Y algo similar podríamos pensar del litio de las baterías de los coches eléctricos. Son el futuro, pero no tienen un coste cero ni son neutrales. Nos cambian, y cambian nuestro entorno.
Sí, son distintas a las tecnologías que usamos en la actualidad (quema de combustibles y energía nuclear) y, en comparación, podemos decir que son mejores porque tienen un menor impacto sobre el medio ambiente.
Sin embargo, si todos los paneles solares se hiciesen del mismo modo y con los mismos materiales, y si toda la energía del futuro viniese de estos, es probable que el impacto (por ejemplo, en minas a cielo abierto) aumente de manera considerable.
De ahí que las energías renovables se consideren un mix de viento, maremotriz, solar, hidráulica, biomasa, geotérmica… y que se estén buscando soluciones de bajo impacto para almacenar energía.
Bueno y malo podrían ser términos poco fiables
En este sentido, bueno y malo podrían ser términos poco fiables y demasiado centrados en nosotros mismos (antropocéntricos) y, como veremos después, en nuestros valores. Siguiendo con la energía, consideramos mala la nuclear por su potencial destructivo (Chernobil, Fukushima) tanto de salud como económico; y buena a la solar porque, en comparativa, sus efectos negativos son prácticamente despreciables.
Desde hace décadas, la conciencia medioambiental ha cambiado, y a pesar de que seguimos considerándonos importantes a nosotros mismos, hemos dejado de ser el centro del universo. Hoy día, no juzgamos el avance científico únicamente sobre nosotros y nuestra moralidad, sino que hemos tomado cierta perspectiva y estamos consensuando un avance y horizonte compartido.
En otras palabras, juzgamos como bueno o malo no solo hacia nosotros, sino hacia el estado de salud del planeta, hasta tal punto que nos planteamos sacrificios (un mal elegido) para salvar la Tierra. Y para eso comparamos unas tecnologías con otras, inclusive las inventadas.
Pensemos en las ucronías steampunk, líneas de tiempo ficticias en las que la humanidad no llegó a aplicar la electricidad a gran escala y vive todavía dependiendo del vapor (y del carbón). ¿Es tu tecnología mala o buena con respecto a la nuestra?
Malo y bueno son conceptos quizá demasiado humanos que se desvirtúan si extendemos el paraguas moral al resto de la Tierra y la aplicamos a gran escala. Es por eso que no solemos escuchar «esta caldera es buena» o «esta otra es mala», sino que hablamos de mayor o menor eficiencia y de mejor o peor porque nuestro marco es más amplio. Es decir, hacemos comparativas y entendemos la moral como un continuum en lugar de dos extremos opuestos.
Es aquí donde las posturas (a) la tecnología es siempre buena y (b) la tecnología es siempre mala empiezan a difuminarse para dar lugar a una recta entre dos extremos repleta de puntos intermedios. Sin duda el carbón es una tecnología menos eficiente que el diésel, y este lo es menos que la energía eólica o solar.
Bueno y malo dependen del contexto social, los problemas y la ética del momento
Dicho esto, y aunque nuestra mentalidad está cambiando hacia un modo de pensar más panorámico y menos egoísta, los principales debates éticos derivados del avance tecnológico tienen que ver con libertades y seguridad en materias de comportamiento social; o derechos, obligaciones y restricciones sobre la naturaleza de la que formamos parte.
El mismo chip subcutáneo con tecnología GPS de localización y RFID de datos que hoy protege a nuestras mascotas de perderse (y que nos ayuda con los papeles en el veterinario), también ayuda a padres que viven con sus hijos en zonas conflictivas a evitar el secuestro de sus hijos.
Si trasladamos esa tecnología a entornos menos violentos, quizá nos venga a la cabeza alguna distopía de control social, tal y como ocurre a medida que las cámaras se abren paso en nuestras ciudades en el eterno debate entre seguridad y derecho a la privacidad.
En otras palabras, calificamos la tecnología como buena o mala en base a cómo soluciona nuestros problemas, pero contrastándola en todo momento con nuestros propios valores, y con valores heredados del entorno como el estado del medio ambiente; y lo hacemos en un gradiente o continuum entre varios extremos en forma de comparativa. Mejor o peor están sustituyendo al bueno o malo.
Una de las últimas tecnologías en ser juzgada avanza en la línea de la geolocalización de personas (sin llegar a ser invasivo como un chip). Google Maps permitía a sus usuarios el compartir la ubicación en tiempo real a comienzos de 2017, y WhatsApp ha implementado en octubre una funcionalidad similar. El tiempo dirá cómo de bueno, malo, efectivo o útil nos parecerá.
En Nobbot | ¿Es la tecnología la “huida hacia delante” de la humanidad?
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Estamos fuera de foco, lo primero que debemos hacer, es perfeccionar al humano, de lo contrario ´´´´lo malo siempre superará a lo bueno. Porque al usar nuestra fantasía virtual transformable a la realidad, como ha sido por ejemplo el dinero financiero y fiduciario, que ha llevado a loa humanidad a un neo liberalismo o a un capitalismo salvaje que es mayoría en la humanidad, la minoría privilegiada explota a la gran mayoría humana que se debate tratando de cubrir y satisfacer sus necesidades básicas. La tecnología y su avance es positivo en una humanidad positiva y no en el mundo de los negocios, a la usanza actual Muchas gracias.