Smart cities: nada de futuro, las ciudades inteligentes españolas ya están aquí

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El fenómeno de las smart cities se ha convertido en un tema habitual en foros especializados, aunque empieza a calar también entre el gran público en forma de concepto no siempre bien definido, amplio y, en algunas ocasiones, casi cinematográfico.

Al hablar de “smart city” pensamos, de un modo idealizado, en coches que conducen solos, pantallas de realidad aumentada repletas de información, energías renovables o dispositivos y gadgets conectados y futuristas, capaces de capturar información sobre nuestra salud o nuestro entorno. No siempre será así, desde luego, pero en el fondo tendemos a imaginar el futuro, en vez de aprovechar las oportunidades del presente.

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Con todo lo idílico y tecnológico que se pinta el futuro de las ciudades inteligentes, aún queda tiempo para que estos escenarios se materialicen en forma de una realidad cotidiana. Pero su presente empieza a ser real, con tecnologías y servicios que facilitan nuestro día a día, casi sin darnos cuenta.

A día de hoy, dejando de lado los grandes planes maestros para las ciudades inteligentes, o los mega proyectos de ciudades enteras construidas desde cero pensando en su dimensión «smart», ya podemos disfrutar de nuestras ciudades y espacios urbanos de un modo inteligente. O cuando menos, más inteligente que hace unos pocos años.

Se trata de avances tecnológicos que permiten ofrecer a los ciudadanos nuevos servicios, ya sea directamente, o indirectamente a través de las organizaciones y empresas que se encargan de mantenerlos en áreas como el transporte, la energía, el ocio o la salud.

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Sin ir más lejos, en ciudades como México, un sistema de miles de cámaras dentro de la iniciativa «Ciudad Segura», vela por la seguridad de los ciudadanos, con botones de emergencia en elementos del mobiliario urbano tales como las farolas, y conexión directa con un centro de control que ha hecho que la delincuencia callejera haya disminuido significativamente en los últimos años.

Yendo a una dimensión más cercana, tenemos tan a mano como en nuestro smartphone, servicios que permiten calcular con un elevado grado de precisión el tiempo que nos llevará desplazarnos de un lugar a otro. Google Maps, o los Mapas de Apple, o los de Microsoft (entre otros), ofrecen este tipo de cálculos de un modo visual y rápido.

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En otro orden de cosas, podemos evitar colas comprando entradas para eventos con antelación, ya no es necesario imprimir los billetes de transporte, nos avisan en nuestro correo, SMS o aplicación de mensajería si nuestro avión ha sufrido un retraso, o podemos contratar servicios de coche compartido que se gestiona totalmente desde nuestra app móvil. Son sólo algunos ejemplos de tecnologías y servicios que hacen más ágil, sencillo y ordenador el día a día en los espacios urbanos.

Es más, ya no tenemos que usar una tarjeta de usuario para acceder al transporte público: empiezan a desplegarse sistemas que permiten acceder a los medios de transporte usando el móvil con NFC, y en algunas ciudades también se extiende su uso al de la bicicleta pública, que podemos usar autenticándonos en las estaciones con nuestro smartphone equipado con dicha tecnología de comunicaciones.

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Estos proyectos se van adoptando en ciudades, bajo un modelo de colaboración público – privada, aunando esfuerzos entre los órganos de gobierno de las ciudades y empresas proveedoras de soluciones, donde los operadores de telecomunicaciones juegan un papel sumamente importante asumiendo el despliegue de conectividad o servicios.

A modo de ejemplo, y sin salir de nuestro país, en Málaga, la implementación del servicio de pago a través de NFC y móvil en los transportes de la EMT Málaga, cuenta con la participación de Orange, integrando el módulo NFC en una SIM especialmente dispuesta para «hablar» con los lectores de NFC en los autobuses o en las estaciones de bicicletas.

Lo esencial es invisible a los ojos

Además de estas aplicaciones y servicios que podemos usar directamente, las ciudades inteligentes también necesitan de unos cimientos tecnológicos que no siempre son evidentes o reconocibles a simple vista, pero que revierten indirectamente en el beneficio de los ciudadanos.

Es el caso de la iniciativa que, también en Málaga, se acaba de presentar de la mano de la Empresa Municipal de Transportes y Orange para convertir sus autobuses en vehículos conectados en dos áreas de aplicación: la videovigilancia y la telemetría de los vehículos. Este último término le sonará a los aficionados a la Fórmula 1, donde se usa un sistema similar para conocer el estado del coche en todo momento de forma remota.

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El proyecto consiste en la instalación de cámaras de vídeo en los autobuses con el fin de detectar y auditar posibles situaciones de peligro, así como para grabar y visualizar remotamente las emisiones en caso de que el conductor detecte una situación de emergencia. La parte de la telemetría, por su parte, permite conocer el estado de los sistemas mecánicos y electrónicos del autobús, así como monitorizar las incidencias que se produzcan en ellos durante los trayectos, tales como frenadas, nivel de la batería, consumo, etcétera.

En el corazón de esta tecnología está un módulo M2M de Orange con una SIM M2M 4G con capacidad suficiente como para enviar y recibir los datos procesados por los sensores, las cámaras y el ordenador industrial instalado en los vehículos. La red 4G permite manejar hasta 4 vídeos HD a la vez, con una baja latencia y margen para instalar más elementos en el futuro.

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Sin ir más lejos, se está detectando una tendencia en la dirección de instalar sensores medioambientales, por ejemplo, tales como los que miden la contaminación del aire. Precisamente, Málaga ha participado hace unos meses en programas piloto para instalar sensores en sus autobuses para medir parámetros como la concentración de NO2 o CO2 en la atmósfera. Y este tipo de sensores es perfecto para integrarse en la plataforma M2M de Orange y la EMT, por ejemplo.

Otros elementos que pueden integrarse en un futuro tienen que ver con contenidos, publicidad personalizada para cada vehículo, marketing o recomendaciones turísticas.

Sea a través de servicios, aplicaciones o tecnologías que los ciudadanos pueden tocar, experimentar y usar directamente, o a través de otros invisibles o inaccesibles, pero con implicaciones en aspectos como la eficiencia o la seguridad, las ciudades empiezan a ser inteligentes sobre el terreno y no solo sobre el papel.

Fotos | iStock

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