La británica Lepht Anonym se ha autoimplantado ya en su cuerpo hasta 50 distintos elementos, entre chips, imanes y antenas. Su intención, como la de otros biohackers, es la de trascender. Y con ese objetivo en mente es capaz de aguantar dolor y arriesgarse a severas reacciones.
Hay ciertas cosas que veíamos en la ciencia ficción cuando éramos adolescentes, por ejemplo, en películas como ‘Blade Runner’, que hoy se han convertido casi en realidad. Parece lógico, pues, que el género cyberpunk, concebido en 1980 por el escritor Bruce Bethke, continúe vigente.
Pero no solo en películas, series o juegos; también en los cuerpos de ciertos individuos. Es el caso de los biohackers, cíborgs, grinders o transhumanistas prácticos; personas capaces de experimentar en sus propias carnes en busca de nuevas fronteras para nuestra especie. Lepht Anonym es una de ellos.
Ir más allá del dolor para trascender
Si un hacker modifica código para ‘romper’ programas informáticos y obtener información protegida, un biohacker modifica su cuerpo para otorgarle distintas capacidades. El problema estriba en que, al no ser operaciones médicas estándar, dichos procedimientos conllevan un riesgo obvio para la salud.
A lo largo de los últimos tres lustros, ni el dolor ni las posibles reacciones han intimidado a Lepht Anonym. En su viaje hacia convertirse en una posthumana, se ha ido introduciendo hasta medio centenar de dispositivos electrónicos. Un proceso del que en ocasiones ha salido mejor parada que en otras.
Así lo explica en una de las últimas entradas de su blog, titulada ‘Experimento fallido’. Ha aprendido que, por ejemplo, introducir un dispositivo enorme en el brazo no es del todo aconsejable. Como aspecto positivo, en el post ‘Lecciones aprendidas’ aseguraba que es posible compartir wifi desde dentro de nuestro cuerpo.
Chips, imanes y antenas
La escocesa ha ido aprendiendo a base de ensayo y error. Tal como se puede apreciar, las imágenes de su brazo antes de que los médicos le extrajeran el dispositivo de gran tamaño no son agradables. Pero otros más pequeños y manejables sí han conseguido dotarla de algunos curiosos ‘superpoderes’.
Al margen de convertirse en un punto wifi, con un pequeño chip insertado en su mano también ha sido capaz de realizar una compra como el resto de los humanos hace con el móvil o una tarjeta. Y unos imanes en los dedos le proporcionaban la capacidad de ‘sentir’ de manera física la distancia entre sus manos y diversos objetos.
En una entrevista concedida a la BBC, Lepht Anonym defendía tomar estos riesgos en pos de un objetivo mayor. Acepta su condición de conejillo de indias para, afinando los experimentos, ser capaz de contribuir a “mejorar nuestra calidad de vida mediante la tecnología”. Puede que haya quien piense que lo hace para llamar la atención, pero no se puede negar: es consecuente con sus actos.
España, un país de cíborgs
Lepht Anonym apoya el transhumanismo activo y sus seguidores la definen como posthumana, pero la británica parece hacer alcanzado ya el nivel grinder. Hablamos de un estadio híbrido entre el ser humano y la máquina. Suena a ciencia ficción, pero en su caso particular es tangible.
En nuestro país también contamos con voces propias en el vanguardista campo del biohacking. Son los casos, por ejemplo, de Moon Ribas o Neil Harbisson. La primera es una artista catalana que cuenta con unos sensores sísmicos en los pies, de manera que puede bailar ‘al ritmo’ de los terremotos. Sin duda un paso adelante en el sector de la performance.
Ya en 2010 Ribas fundó la Cyborg Foundation junto a Harbisson, conocido como “el primer cíborg de la historia”, quien ‘oye’ los colores gracias a una antena implantada en su cabeza. Esta organización internacional, que contó con sedes en Mataró y Barcelona antes de dar el salto a Nueva York, pretende dar cabida a todos aquellos que se consideran cíborgs.
Arte, evolución y activismo convergen en el transhumanismo
Habrá quien considere que todo esto es como una performance artística o incluso un mal chiste, pero sus protagonistas se lo toman bastante en serio. Tanto que en 2016, en colaboración con el activista Rich MacKinnon, la asociación presentó incluso una carta de “derechos civiles de los cíborgs” que consistía en cinco puntos.
El debate del transhumanismo es interesante. Siendo rigurosos, ¿no se podría considerar también como cíborgs a quienes portan un marcapasos, un implante coclear o una bomba de insulina? Para muchos teóricos el uso de prótesis o implantes, plenamente aceptados por la sociedad, ya resultaría coherente con esta definición.
Bien es cierto que hay una diferencia entre estos casos, conocidos como “ciborguismo de sustitución”, y los de Anonym, Ribas y Harbisson. Pero como en tantas ocasiones anteriores, siempre hay quien arriesga para innovar. Y si hasta un 20% de españoles ya estaría dispuesto a implantarse voluntariamente un chip, puede que la conversación esté más cercana de lo que parece.
En Nobbot | ¿Por qué a muchos españoles no les importaría convertirse en un cíborg?
Imágenes | Portada: Lepht Anonym durante una entrevista en BBC Three. Interiores: imagen de su implante en el brazo subida a Twitter, vídeo en YouTube con la entrevista a Lepht y publicidad en la tienda de biohacking Dangerous Things.