«Allí donde queman libros acaban quemando hombres» es una cita de Heinrich Heine que podemos leer en El infierno y las maravillas, un nuevo espacio expositivo inaugurado en la BNE.
Esta frase sirve de declaración de intenciones de esta exposición permanente que reivindica el poder de los libros para investigar, para divertirse, para indagar, para adquirir conocimiento y hacerse preguntas, para dejar volar la imaginación y conocer otros mundos.
El Infierno y las Maravillas es un viaje que nos transporta por las páginas de un gran libro textual, visual y digital: desde los orígenes de los alfabetos y las imágenes hasta las máquinas que escriben el futuro. Un lugar donde la fascinante memoria de la cultura, con sus sombras y, sobre todo, con sus luces, se muestra más viva que nunca a través de los fondos y colecciones de la BNE.
el infierno de los libros
¿Pero por qué un infierno? Durante siglos se conoció con el nombre de “infierno” ese lugar secreto, armario o habitación, donde las bibliotecas ocultaban sus libros prohibidos. Las maravillas, los libros más valiosos, los tesoros de la colección, en cambio, se conservaban en la cámara acorazada o los anaqueles de la sala de lectura. Según la época, los libros han cambiado de espacio. Las maravillas han sido condenadas. Los condenados se han vuelto maravillas.
Los cánones cambian porque lo hacen también nuestros valores y nuestras artesanías. Lo que finalmente importa es la memoria del conjunto. Y eso es, precisamente, lo que muestra este espacio. Una selección posible de una biblioteca que dialoga con todas las bibliotecas del pasado, del presente y del porvenir.
Desde Homero, Platón o Las mil y una noches, las historias y las ideas han circulado oralmente, por escrito y en todo tipo de ilustraciones, alojadas en los cuerpos biológicos (la memoria, la voz, las manos) o en cuerpos de papiro, papel, celuloide, circuitos o píxeles (producidos por artesanos o por máquinas). Tendemos a pensar la cultura en términos filosóficos, abstractos. Pero la cultura es siempre material: la conjunción de discursos, escritos y gráficos, con diversos tipos de superficies y dispositivos, en contextos arquitectónicos como el museo, la librería o la biblioteca.
la memoria de la cultura impresa
El gran sistema del conocimiento humano empezó con los más antiguos alfabetos y las formas iniciales de clasificación y archivo. Hace unos 5.000 años, la organización de las primeras sociedades complejas pasó por los pictogramas, los números, los ideogramas y –finalmente– las escrituras silábicas y alfabéticas; pero también por las formas literarias y los depósitos de registros de contabilidad o de textos sagrados.
Esos lenguajes y esos espacios siempre estuvieron vinculados con los centros del poder. La primera gran biblioteca mítica, la de Alejandría, era también un santuario, un centro de estudio y un museo, que dependía de la dinastía ptolemaica. Las bibliotecas nacionales de Europa heredaron colecciones que pertenecieron a las respectivas monarquías y a sus expropiaciones coloniales. Pero siempre compartieron la voluntad de servicio público, que se reforzó cuando llegaron las democracias modernas.
conservación y conversación
Ante las mutaciones constantes de la historia y la difícil preservación del conocimiento, la Biblioteca Nacional de España vela por la memoria de la cultura impresa y por la conservación de las obras. Lo hace con la conciencia de que la escritura y la lectura lo desborda todo. El ser humano sigue entendiendo el mundo entero como un gran texto, en papel y pantallas, que no cesamos de leer.
O como una gran biblioteca que contiene todas las formas de la cultura. Un archivo que registra los infinitos estratos de nuestra milenaria necesidad de expresarnos, crear, informarnos y recordar. En él están representados todos los tiempos, condensados en una gran idea: la conservación que invita a la conversación, creativa y erudita, individual y colectiva.
El afán didáctico del espacio, pensado para todos, se plasma en una original presentación dirigida a los más pequeños a través de un cómic, obra de la artista valenciana Núria Tamarit. Una niña, un robot y un pececillo de plata (plaga habitual en bibliotecas, que se alimenta de papel y cartón) nos guían en esta fascinante aventura. Durante todo el recorrido estos tres personajes establecen un diálogo entre lo humano y la inteligencia artificial en la construcción de conocimiento en el siglo XXI.