Cuando era pequeña (y todavía existía el VHS) veía en bucle las películas de Disney para disgusto de una familia que estaba harta de Pocahontas, sus colores en el viento y su naturaleza salvaje.
Lo cierto es que, historias a parte, la muchacha vivía en un enclave privilegiado de amplios prados, altas montañas y cascadas imposibles y qué romántico quedaba todo con las hojas sobrevolando el ambiente mientras la dulce voz de Pocahontas ambientaba la escena. Pero, ¿qué sería hoy en día de la maravillosa casa de este célebre personaje?
El cambio climático es una realidad y por mucho que pertenezcas a la factoría Disney, es absolutamente imposible que te libres de sus efectos. Los océanos están de plástico hasta las cejas, la selva arde más que una cerilla, los habitantes de la sabana se han convertido en una diana para los cazadores furtivos… El Periódico de Catalunya ha analizado cómo afectarían todos estos problemas medioambientales a los personajes más célebres de la cultura infantil y lo cierto es que los resultados no son demasiado esperanzadores. Todo cuento tiene una parte oscura que, en este caso, traspasa los límites de la ficción.
Ariel, casi mejor que salgas a la superficie. O NO
La Sirenita vivía en un precioso reino submarino que poco o nada tenía que envidiarle a la tierra firme. Y es que ya lo decía el cangrejo Sebastián, «el mundo exterior es un lío, la vida bajo el mar es mejor que todo lo que tienen allí arriba». Pero las cosas ya no parecen ser tan idílicas y la casa de Ariel ya no es lo que era. El plástico ha inundado los mares y océanos y la verdad es que las cifras son como para mudarse. Más del 80% de los desechos que acaban en el mar están fabricados con este material y se calcula que en las aguas del planeta flotan un mínimo de 5,25 billones de partículas de materiales plásticos que afectan a 600 especies marinas.
A esto hay que sumarle la sobrepesca, la contaminación y la desaparición de los arrecifes de coral. Se estima que el 90% de ellos corre el riesgo de desaparecer en el año 2050, según el World Resource Institute (WRI), convirtiendo el fondo marino en una especie desierto submarino. Todo esto afecta a las especies que poblan las aguas y, sintiéndolo mucho, La Sirenita no es una excepción. Su rica dieta a base de sardinas y calamar se ha convertido ahora en una ración diaria de plástico y el pobre Sebastián podría ver debilitado su caparazón a causa del aumento de dióxido de carbono. Quizá el otro compañero de Ariel, Flounder, decidiera migrar a aguas más frías a causa del aumento de la temperatura o quizá acabaría convertido en una pieza de coleccionista gracias al comercio internacional de especies exóticas. En cualquier caso, la situación no parece muy alentadora y lo más probable es que Ariel pierda las ganas de cantar mientras ve como su hogar se destruye. Bajo el mar ya ni vives serena ni eres feliz.
Baloo, corre
La mano del ser humano ha llegado también a la casa de Mowgli y Baloo y, al paso que vamos, lo más probable es que El Libro de la Selva acabe hecho cenizas. Dos de los principales problemas a los que se enfrentan las selvas y los bosques son la deforestación y la degradación de los ecosistemas, algo que, indiscutiblemente, repercute de forma muy negativa en la flora y la fauna que allí habita.
Además, la falta de políticas y de compromiso institucional por parte de los gobiernos ha permitido que los incendios provocados sean la forma más barata y común de abrirse paso en estos ecosistemas. De hecho, en el Amazonas se batieron todos los récords durante el pasado mes de agosto con más de 75.000 focos activos. A pesar de que el Rey Louie parecía divertirse mucho en la película de Disney mientras cantaba y gritaba a los cuatro vientos que era el rey del jazz, las cosas no marchan muy bien por allí y si seguimos por este camino, lo más probable es que Mowgli se vea obligado a poner los pies en la civilización.
El reino de hielo que ya no era tal
Aunque pueda sonar un poco gore, la subida de las temperaturas acabaría matando a Olaf, ese adorable muñeco de nieve que, como sigamos a este ritmo, terminará fundido (literalmente). La película Frozen ha logrado transportarnos a estampas propias de una postal navideña pero, como hacemos con todo lo que nos rodea, hemos decidido acabar con ellas.
El aumento de la temperatura global pondría fin de manera brusca al reinado de Elsa que, a pesar de sus poderes, no sería capaz de mantener sus palacios de hielo y sus hermosos glaciares. Tristemente nos estamos acostumbrando a la imagen de un enorme bloque de hielo sucumbiendo ante el cambio climático y desapareciendo para siempre. El último fue el glaciar islandés Okjökill que, mientras que en los años 80 presentaba una base blanca sólida que cubría la enorme ladera de una montaña, en las imágenes actuales se ha reducido a un pequeño círculo de hielo en la cima. Quién sabe, quizá este era el precioso hogar de Elsa y la pobre ha tenido que coger el petate y salir de ahí.
El ciclo ¿sin fin? Venga ya, disney
«Mira Simba, toda la tierra que baña la luz es nuestro reino» le decía Mufasa a su pequeño cachorro. La escena, grabada en la mente de una servidora a fuego, se acompañaba de una suave música y un precioso atardecer que encogía el corazón a cualquiera. Sin embargo, las cosas ya no son lo que eran y no solo lo decimos por la ausencia de Mufasa (que aún duele, reconozcámoslo). El cambio climático también ha llegado hasta la sabana, transformando los ecosistemas y provocando la desaparición de muchas especies.
La conversión de muchos lugares en zonas de explotación agrícola, los incendios provocados para despejar estos espacios y controlar el paisaje y la desaparición de los humedales están provocando cambios en un ecosistema muy amenazado también por la caza furtiva y el comercio de marfil. El ciclo de la vida del que tanto nos hablaba la película de Disney podría dar un auténtico vuelco, a parte del que ya ha dado. Simba y Nala se verían obligados a enfrentarse a un entorno realmente hostil en el que, además, son una especie amenazada. Parece que la cosa ya no es tan bonita como nos quisieron hacer creer desde la factoría Disney.
Peter Pan, deja de volar por el cielo que ya no es tan azul
Uno de los hobbies preferidos de Peter Pan y Wendy era sobrevolar el cielo de Londres que, al menos en la película, parecía claro y limpio. Esto fue ya hace unos cuantos años y si a estos dos tortolitos les diera por emprender el vuelo ahora lo más probable es que acabasen con una tos de caballo.
Las ciudades se han convertido en verdaderos núcleos de contaminación y el cielo, lejos de ser tan idílico como en las películas de Disney, ha incorporado una pequeña y difuminada capa formada por ingentes cantidades de CO2. Las consecuencias para la salud pública son llamativas y, según datos de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ), la contaminación provoca 10.000 muertes al año en nuestro país.
El caso es que las películas Disney nos podrán hacer soñar, llorar y todo lo que queramos pero que no os engañen ni Simba, ni Baloo, ni Ariel. A día de hoy ninguno sería tan feliz como parece y sus hogares, ni por asomo, serían tan idílicos como en su día fueron. Aún así, está en nuestra mano cambiarlo ¿no?