Susana Lluna, experta en marketing digital, y Javier Pedreira “Wicho”, uno de los creadores de Microsiervos, blog de referencia en español sobre ciencia y tecnología, han coordinado un libro que va a dar mucho que pensar a los que lo lean. ‘Los nativos digitales no existen’ es un trabajo colectivo que pone en entredicho esa idea de que los chicos de hoy, por el solo hecho de haberse criado rodeados de dispositivos y de tener Internet y las redes sociales como el aire que respiran, van a hacer un buen uso de la tecnología. Muy al contrario, Pedreira y Lluna advierten en esta entrevista de que la no implicación de padres y profesores en la educación digital de los menores es una grave irresponsabilidad. Aunque todavía hay tiempo para reaccionar.
El libro que acaban de publicar se presenta con un título provocador: “Los nativos digitales no existen”. ¿Cómo es esto?
Marc Prensky publicó en 2001 un artículo llamado Digital natives, digital immigrants en el que hablaba de cómo él veía que sus alumnos cada vez estaban más cómodos usando las mal llamadas nuevas tecnologías; de cómo los veía capaces de corregir un trabajo sin necesidad de imprimirlo, frente a los que estamos más cómodos haciendo eso con una copia en papel de ese trabajo. Pero, con el tiempo la expresión, se fue desvirtuando y hoy se les aplica a todos aquellos nacidos desde más o menos la década de los 90 del siglo XX en el sentido de que tienen un manejo innato de estas “nuevas tecnologías”.
Sin embargo, si rascas un poco ves que esto no es cierto, y de hecho Prensky ha renegado de la expresión. Citándolo a él: “La metáfora sobre nativos digitales e inmigrantes digitales no es acerca de lo que la gente sabe o puede hacer con la tecnología. Todo el mundo ha de aprender de una forma o de otra. Es más una cuestión de cultura y actitud”. Lo malo es que muchos padres y educadores se la creen y no ven la necesidad de formar a sus hijos y/o alumnos en el buen uso de las nuevas tecnologías. Así que nos pareció una buena idea poner esto en papel en este libro, y especialmente en papel para llegar a aquellos padres y educadores que están un tanto peleados con la era digital.
Ustedes nos recuerdan que nacer rodeado de tecnologías -como PC, smartphones, consolas, tabletas, Internet…- no le garantiza a uno tener las competencias adecuadas que hacen falta para sacarles partido y usarlas con criterio. ¿De qué competencias digitales carecen estos jóvenes de hoy en día, que, por otra parte imaginamos naturalmente preparados?
Tienen muchas carencias, pero las más básicas son que en su gran mayoría no son capaces de hacer una selección de contenidos con un mínimo de criterio –un reciente estudio publicado en Baleares dice que sólo un 36% se siente capaz de discriminar si una información es de confianza– o que no tienen unas mínimas nociones de seguridad en cuanto al uso de contraseñas seguras o de no compartirlas, por no hablar de posibles responsabilidades de carácter legal. Y no hablemos de alumnos que llegan a primero de carrera que no son capaces de hacer algo como adjuntar un archivo a un correo electrónico o utilizar una plataforma en línea para elaborar un trabajo de forma colaborativa con sus compañeros.
Soltar un número de tabletas, ordenadores portátiles y pizarras digitales en las aulas no es adoptar las nuevas tecnologías en el aula
¿Cuáles son los principales peligros de las “nuevas tecnologías” para un niño o un adolescente?
El libro tiene un enfoque muy positivo porque creemos que las ventajas son enormes, así que no nos metemos en ese campo, aunque tenemos muy claro cuál es el principal peligro de las nuevas tecnologías para niños o adolescentes: tener que enfrentarse solos a ellas.
¿Quién tiene que educar a los chicos en el uso correcto y provechoso de las nuevas tecnologías?
Tiene que ser una labor conjunta entre padres y profesores. Al colegio se va a aprender, pero de casa se va educado. Si en casa te han acostumbrado a que los dispositivos móviles o el ordenador sólo se usan en determinados momentos y según en qué contexto, en el colegio será mucho más fácil que seas capaz de sacarles partido. Claro que la implantación de las “nuevas tecnologías” se ha hecho, en la inmensa mayoría de los casos, de manera lamentable. Soltar un número de tabletas, ordenadores portátiles y pizarras digitales en las aulas no es, para nada, adoptar las nuevas tecnologías en el aula.
Sería infinitamente mejor invertir ese dinero en formar a los profesores para que aprendieran cómo hacer un uso efectivo de esos dispositivos en las aulas –y pasar los libros de texto a PDF no lo es– y luego dejar a los alumnos que trajeran sus propios dispositivos, con los que están mucho más a gusto, de casa. Obviamente habría que tener unos cuantos dispositivos propiedad del centro educativo para aquellos niños o niñas que no puedan llevar el suyo, pero la inversión sería mucho menor.
En el libro también se sugiere en varias ocasiones que los padres están superados por la tecnología, que no saben qué hacer porque es un mundo que no entienden, y que por eso no se involucran en la educación tecnológica de sus hijos, en proveerles de unas correctas competencias digitales. ¿Por dónde debe empezar un progenitor a solucionar el problema?
Pues nos parece que un buen punto es preguntar a sus “nativos digitales” y pedirles que ellos les enseñen, aunque lo ideal sería hacer este esfuerzo desde el principio, desde que los niños son muy pequeños, porque con 12 o 15 años va a ser muy difícil que nos dejen entrar ahí si no nos hemos ganado antes su confianza. Además, en lugar de gastar dinero y dinero en dispositivos, parte de esa inversión podría ir dedicada a dar formación a los padres en los colegios, igual que a los profesores.
Pero también es muy importante concienciar a los padres de que sus hijos no son nativos digitales y de que no estar con ellos en este entorno no es una opción. Como dice Enrique Dans en el prólogo, no estar con ellos es, de hecho, una irresponsabilidad.
Los llamados nativos digitales tendrán graves carencias en el uso de las herramientas que cualquier empresa medianamente moderna les va a pedir que sepan usar
Los llamados nativos digitales, los nacidos de los 90 a esta parte, se pasan todo el día trasteando con dispositivos, como el móvil o las consolas, pero luego parecen poco interesados en las tecnologías que dominan en la oficina: el PC, la ofimática, el correo electrónico y otras aplicaciones profesionales. ¿Por qué?
Porque nadie –o casi nadie– se preocupa de decirles que hay vida más allá de eso. Total, son nativos digitales y ellos ya saben. El problema es que cuando lleguen al mercado laboral se van a encontrar con que, además de graves carencias en idiomas –algo lamentablemente endémico en nuestro país–, también tendrán graves carencias en el uso de las herramientas que cualquier empresa medianamente moderna les va a pedir que sepan usar. Así que si no queremos volver a probar con la economía del ladrillo, que ya hemos visto cómo nos ha ido, mejor que nos pongamos las pilas. Y lo antes posible, que ya llegamos tarde.
¿Están la escuela y los profesores preparados para educar a los jóvenes en el mundo digital?
En general, no, sobre todo porque no se ha invertido, como decíamos antes, en la formación de los profesores.
¿No considera que hay una distancia sideral entre la educación reglada tradicional, muy unidireccional y memorística, y el mundo que los jóvenes experimentan cuando salen del cole, más colaborativo y con un acceso casi ilimitado a la información?
Sí, sin duda. De hecho uno de los capítulos del libro, precisamente el que abre la segunda parte, a cargo de Andy Stalman y Josefina Rueda, habla precisamente de cómo la figura del profesor debería cambiar para aprovechar todas estas nuevas posibilidades. Cito: “El nuevo rol del profesor es el de convertirse en un guía o un facilitador para que el alumno logre acceder a la información sin dificultad. […] El rol del profesor tiene que variar urgentemente y pasar de ser el transmisor de información que era hasta ahora, para ser el generador de pensamiento del mañana”.
¿No cree que hoy la gran destreza intelectual es discernir la información valiosa de la trivial en Internet?
Es una de las fundamentales, sí, y quizás la más urgente porque todo el mundo sabe usar un buscador –más o menos–, pero eso dista mucho de saber informarse.
No puede ser que un “nativo digital” dé el mismo valor al blog de alguien que niega que hayamos llegado a la Luna que a las páginas de la NASA que describen las misiones del programa Apolo o las de la Wikipedia que hacen lo propio; no puede ser que se dé el mismo valor a lo que cuenta alguien como Odile Fernández, que habla de dietas anticáncer, que a lo que dice un nutricionista que dice que esas dietas no tienen ni pies ni cabeza.
Muchas veces los jóvenes recurren a redes sociales como Instagram y Snapchat, o a portales como YouTube, para exhibir su imagen, y no tanto para comunicar, cooperar o contrastar ideas. ¿No hay un exceso de narcisismo en los llamados millennials?
Podría ser. Una búsqueda del reconocimiento por parte del grupo, aunque eso es algo que todos hemos hecho de alguna forma u otra antes de la existencia de las redes sociales. Pero por eso hablamos siempre de la necesidad de acompañamiento: igual que llevamos a nuestros hijos de la mano cuando son muy pequeños y salimos a la calle y les explicamos que no se debe cruzar en rojo, hay que hacer lo propio de cara al uso de redes sociales y similares.
¿Cómo estamos en España en cuestión de educación digital? ¿Hay países o experiencias en el exterior que nos puedan servir de referencia para avanzar en este aspecto?
En general en todas partes estamos bastante perdidos, y aunque en algunos países vayan con un poco de ventaja, nuestra impresión es que aún queda casi todo por hacer en este campo. Pero un primer paso fundamental es darse cuenta de que hay que hacer algo.
En un plano más general, ¿Cómo aventura que será en un futuro inmediato nuestra relación con la tecnología. ¿Cambiará algo de aquí a 5 o 10 años?
[Esta respuesta es sólo de Javier Pedreira “Whicho”]. Cuando Apple sacó el iPod original creí que iba a ser un fracaso, así que no soy muy bueno haciendo predicciones respecto a la tecnología. Pero creo que hay algunos movimientos en marcha que van a poner muchas cosas patas arriba. El primero es el del conocimiento compartido, como nuestro libro, que sale con una licencia Creative Commons con la idea de que su mensaje llegue a cuantas más personas mejor. Gracias a Internet podemos compartir y acceder a todo tipo de contenidos, desde cursos de formación a instrucciones acerca de cómo fabricar una prótesis por muy poco dinero gracias a la impresión 3D. La impresión 3D, por cierto, creo que está cambiando ya muchas cosas: desde el poder fabricarte una pieza para tu coche por pocos euros cuando el fabricante querría venderte el mecanismo entero por varios cientos, a cosas como las ya citadas prótesis impresas en 3D de las que habla Fátima García en su capítulo, que es absolutamente inspirador.
Nos fascinan unas marcas de smartphones o de relojes inteligentes frente a otras, pero resulta que en general le sacamos muy poquito partido a los dispositivos. Lo mismo suele pasar con el software ofimático más común. ¿Se ha detenido a valorar la infrautilización que hacemos de los dispositivos y de la tecnología en general?
Sí, claro, y es algo que nos preocupa mucho. Siempre decimos que no por el hecho de haber nacido en casas en las que seguramente había al menos un coche sabemos conducir, o incluso que no por haber nacido en casas en las que se habla español dominamos el idioma. Pues con las tecnologías nos pasa lo mismo, por mucho que cada vez nos llamen menos la atención, y por mucho que para los más jóvenes sea algo que tienen totalmente asumido. Citando a Genís Roca, uno de los autores del libro: “Adoptar tecnologi?a digital ya no sirve de nada si adema?s no adoptas tambie?n cultura digital”.
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