En un momento de euforia, te besa;
En un momento de enfado, te pega;
En un momento de calentura, te viola;
En un momento de ira, te mata.
Muro de Libertad Feminista de Michoacán (México).
Durante el escándalo del expresidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, ocurrido el pasado año, muchas personas se preguntaron cómo él y algunos periodistas pudieron llegar a actuar y justificar de esa forma tan peculiar su comportamiento en la final de la Copa Mundial Femenina de Fútbol.
Rubiales y el relato machista y manosférico del Ken de la Mojo Dojo Casa House en la película Barbie.
Había similitudes, por ejemplo, entre el destacado discurso deLos que han tocado y besado sin permiso ni consentimiento, los del “no era para tanto”, ella “consintió”, navegan en una atmósfera de impunidad patriarcal generada desde los múltiples aparatos ideológicos de este sistema de dominación masculina: la “manosfera” (del inglés mansphere) o androsfera.
Pero ¿qué es la androsfera? Se trata de un concepto que describe la misoginia digital organizada en foros, redes y diferentes tipos de chats. Autoras como Laura Bates consideran que comparte un conjunto de valores y acciones que evolucionan en torno al antifeminismo, la negación de la violencia de género, el victimismo narcisista, el supremacismo masculino y, por supuesto, la misoginia. Estos son sus postulados:
- Antifeminismo.
- Negacionismo de la violencia de género y machista.
- Victimismo narcisista.
- Sentimiento de pérdida de derechos y privilegios, y nostalgia del pasado.
- Vigilancia homosocial de la masculinidad.
- Uso de argumentos biologicistas para explicar el sistema de género.
Así es la contaminación misógina
Las milmillonarias corporaciones privadas tecnológicas son las que programan e idean el espacio digital, y son ellas, a modo de deus in machine (el dios de la máquina), las que deciden qué es lo correcto, lo válido o lo que se debe hacer.
La alta tolerancia, permisividad y connivencia de las Big Tech con la androsfera es clave para entender su permeabilidad en la construcción de las jóvenes subjetividades masculinas. Ejemplo de ello son la página de Facebook “Pos te violo”, que no fue retirada en su momento a pesar de las numerosas denuncias feministas, o la inteligencia artificial llamada Ask Delphi, que se volvió sexista y racista en apenas 16 horas de “entrenamiento” en las redes sociales.
Todo ello muestra el nivel de contaminación misógina que ha alcanzado el ecosistema digital en la actualidad, un escenario de “patriarcado de vigilancia” muy preocupante.
Pero ¿cómo perviven aún este tipo de modos de actuar y de opinar desde la impunidad patriarcal y la prepotencia machista?, ¿qué opinan los adolescentes y jóvenes?, ¿este tipo de comportamientos está normalizado o se cuestiona?, ¿es algo de señoros que no existe entre las nuevas generaciones?
machismo digital en nativos sociales
Los nativos sociales (que tienen entre 18 y 24 años y crecieron en el mundo de la internet social y participativa) construyen sus opiniones e ideas en la actualidad principalmente a través de la comunicación en las redes sociales y los productos culturales de moda, por eso es importante detenernos a analizar los mensajes hegemónicos de las mismas.
Los hábitos culturales de estos hombres jóvenes transitan entre el panorama de las redes sociales como TikTok, Instagram y Telegram, en donde está muy presente la androsfera (foros, youtubers, administradores, tuiteros, influencers, chats, porno mainstream y e-sports).
Este tipo de misoginia se da, sobre todo, en el norte global anglosajón, donde la androsfera actúa con más intensidad, siendo considerado un problema de “terrorismo doméstico”. No olvidemos casos como el de la masacre del célibe involuntario Elliot Rodger, muy aplaudido desde este movimiento, o el de Alek Minassian, entre otros.
En España, este refugio para hombres con una “masculinidad herida” se conforma de determinadas “familias”: youtubers como Roma Gallardo, el Xokas, Un Tío Blanco Hetero (UTBH) o Libertad Y Lo Que Surja, con mensajes negacionistas de la igualdad y de la violencia de género por doquier.
También espacios colectivos como Forocoches, la plataforma masculina de foros hispanos más grande del mundo (850 000 usuarios); supuestos gurús de la seducción como Álvaro Reyes, los “hombres que siguen su propio camino”, los “activistas por los derechos de los hombres” o la propia pornografía de masas donde abundan relatos de fuerte contenido misógino y violento contra las mujeres.
Si bien estamos ante un espacio radical y extremo, ¿cómo desde ese extremismo se puede afectar, influir, determinar y “polinizar” el discurso hegemónico de ciertos representantes públicos, líderes de opinión y sociedad civil en general?
De videoclips a series de televisión
En efecto, en productos culturales de moda muy consumidos por los jóvenes y adolescentes varones –tales como streamers y foros de e-sports, videojuegos; series como La que se avecina, Élite, los Thunderman o Padre de familia; videoclips musicales de Feid, SVL CHAMP, Bad Bunny o Maluma; cine; dibujos como Doraemon; cómics; manga y anime o programas de humor como los de José Mota o Zapeando, entre otros– se observan pinceladas de un machismo misógino de baja intensidad que, de un modo humorístico y blando, refuerzan y apuntalan el discurso duro de la androsfera. El gendertrolling (antifeminismo o troleo de género) o el hatespech (discurso de odio) siguen la defensa de los privilegios masculinos y la subhumanización cosificadora de las mujeres.
En este sentido, la androsfera opera como un nuevo “aparato ideológico del patriarcado”, eficaz para garantizar la reproducción del orden jerárquico de género que refuerza la posición de dominación masculina. La principal responsabilidad de luchar contra los estereotipos de género rígidos y dañinos recae en los hombres: un reto para valientes y justos.
Águeda Gómez Suárez, Área de Sociología Departamento de Sociología, Ciencia Política y de la Administración y Filosofía, Universidade de Vigo y Iria Vázquez Silva, Profesora Ayudante doctora de Sociología, especialista en Estudios de Género, Universidade de Vigo
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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