A través de lo que se ha dado en llamar «marca personal», el trabajador en búsqueda de empleo adopta estrategias de marketing en internet con el objetivo de llegar a su público deseado, un empleador o cliente. Ya sea para ser contratado por un tercero o asumiendo un, a menudo, forzado rol de emprendedor, se puede ver abocado a cosificar su personalidad con el objetivo de encontrar su lugar en un mercado laboral complejo y muy competitivo.
Según un estudio sobre redes sociales y mercado de trabajo realizado por las empresas Adecco e infoempleo, el 83% de los encuestados reconocía haber buscado empleo a través de las redes sociales. Este estudio destaca también que 9 de cada 10 empresas han utilizado este medio en su búsqueda de candidatos. Además, el 69% de los responsables de contratar a los nuevos empleados consideran que la persona activa en redes sociales tiene más oportunidades laborales. Por último, el 88% de las empresas en España reconocen comprobar la reputación online del candidato antes de contratarle, su marca personal.
El peligro de opinar
¿Pero cómo debe ser la presencia en redes de quien busca un empleo? Hay que tener en cuenta que las fronteras entre lo profesional y lo personal son borrosas y que las opiniones expresadas pueden influir en la percepción que, del trabajador, tiene su ecosistema profesional, para bien y para mal.
No parece que debiera ser problemática la expresión mesurada de opiniones, incluso si son disruptivas, innovadoras o incómodas, si son expresadas de forma argumentada y serena.
Sin embargo, los datos de otro estudio realizado por la consultora Pew Research señalan que las personas tienden a compartir menos sus opiniones cuando piensan que serán rechazadas por sus contactos y seguidores en redes (en este caso se analizó a usuarios de Facebook y Twitter) lo que deriva en menos diversidad en el debate, mayor exclusión para las opciones minoritarias o polarización en redes, que se repliegan de forma sectaria.
Espiral de silencio y marca personal
Estas conclusiones refuerzan la teoría expuesta por la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann en su libro La Espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social (1977) donde estudia la opinión pública como una forma de control social en la que los individuos adaptan su comportamiento a las actitudes predominantes sobre lo que es aceptable y lo que no.
El silencio se espesa dando lugar a una realidad mutilada en tiempos en los que, a pesar de la insistencia pública sobre las bondades de la transparencia y el talento compartido en internet, se corre el peligro de premiar a quien refuerza su marca personal caminando por senderos ya explorados y repite palabras mil veces pronunciadas antes. No vaya a ser que alguien se moleste y marque con un roturador rojo el nombre de quien se atrevió a cuestionar alguno de los dogmas de fe aceptados por el discurso dominante.
Como explica la autora de este libro clásico, «correr en pelotón constituye un estado de relativa felicidad; pero, si no es posible, porque no se quiere compartir públicamente una convicción aceptada aparentemente de modo universal, al menos se puede permanecer en silencio como segunda mejor opción, para seguir siendo tolerado por los demás».
Innovación ensombrecida
Más allá de la información que puedan aportar sobre la marcha de la economía, las estadísticas de desempleo se convierten en un elemento disuasorio a la hora de expresar opiniones discordantes, también en el entorno digital y más en momentos de crisis. Y, así, un profesional puede tomar la decisión de ensombrecer, a la hora de definir su marca personal en las redes, algunas de sus características más brillantes e innovadoras. Precisamente las que más valor aportarían a un empleador, a un cliente o -más importante incluso- al intercambio de ideas que impulsa el progreso colectivo.
Y así, instalado en una zona gris pero segura, avanza su proceso de cosificación hacia esa indiferencia que Gramsci consideraba el peso muerto de la historia, “la materia bruta desbaratadora de la inteligencia”. Ojo con eso porque sin inteligencia no hay futuro posible para nadie, tampoco para los que la desprecian o tratan de domesticarla.
Una versión anterior de este artículo apareció originalmente en Sabemos