Cuando Juan Mari Arzak contestó el teléfono aquella mañana del 9 de octubre de 2013, la noticia lo pilló a contrapié. Su pinche de cocina había ganado el premio Nobel. Claro que las señales de que aquel becario era especial habían estado ahí desde el principio.
Con 70 años cumplidos, Martin Karplus puso como condición para participar en el 25 aniversario de la Facultad de Química de la Universidad del País Vasco que le gestionasen unas prácticas con Arzak. Dicho y hecho. El cocinero donostiarra le abrió sus puertas a un químico que ni siquiera sabía mucho de probetas o deconstrucciones. Lo suyo eran la teoría y los sistemas informáticos.
Arrancaba el siglo XXI y el nombre de Karplus no sonaba para estrellas Michelin. Aunque sí aparecía ya en algunas quinielas para el Nobel. No en vano llevaba medio siglo dedicado en cuerpo y alma a la química. A excepción de cuando colgaba la bata y cogía su Leica para retratar el mundo.
Un Nobel de vertiente artística
De ciencias o de letras. O una o la otra. Esa distinción forma parte del montón de tópicos que acumula nuestro cerebro. Pero está más que demostrado que la separación entre cerebros artístico-literarios y científico-matemáticos no es real (ni beneficiosa). Ya lo sabían en la Antigua Grecia. Martin Karplus es uno de muchos ejemplos de ello.
Nacido en 1930 en la Viena de entreguerras, su lado científico ha sido el más galardonado. Eso no le ha impedido, sin embargo, dedicar parte de su tiempo a la fotografía y exponer su obra en varias salas de todo el mundo. En 2013, Karplus compartió el premio Nobel de Química con Michael Levitt y Arieh Warshel por haber desarrollado programas informáticos que permiten entender y predecir el comportamiento de procesos químicos complejos.
Su trabajo hunde las raíces en las investigaciones del Medical Research Laboratory of Molecular Biology (LMB) de la Universidad de Cambridge en los años 70 (lideradas, entre otros, por Francis Crick). Levitt, primero, y Warshel, poco después, entraron a trabajar en el LMB. Karplus, quien desarrolló su carrera al otro lado del Atlántico, en Harvard, seguía las mismas líneas de investigación. Entre todos desvelaron las dinámicas a nivel molecular de las proteínas gracias a simulaciones informáticas.
“Karplus domina el mundo de la química teórica como un coloso. La lista de sus antiguos alumnos y estudiantes postdoctorales refleja lo más destacado de la química teórica. Y es un chef gourmet y un fotógrafo profesional con exposiciones y libros a su nombre”, recuerda el profesor Alan R. Fersht en el perfil escrito para ‘PNAS’ con motivo del premio Nobel.
La foto de un mundo que ya no está
Lo de colgar la bata y recorrer el planeta detrás de una Leica suena muy poético. Pero la vida de Karplus es más enrevesada. Aunque nació en Viena, con ocho años se mudó con sus padres a Estados Unidos en pleno ascenso del nazismo en Europa. Con 20 años se licenciaba en el Harvard College, para seguir su carrera en el instituto tecnológico de California (Cal Tech) donde se doctoró en 1953. Fue entonces cuando sus padres le regalaron una Leica IIIC.
De California volvió a Europa. Con dos años de beca posdoctoral en Oxford por delante, Karplus decidió sacarle partido a su nueva cámara y retratar el Viejo Continente. Con 23 años, buscaba experiencias nuevas más allá del laboratorio. “Conocer gente y estar expuesto a sus culturas, su arte, su arquitectura y su cocina fue una experiencia increíble que ha tenido un efecto duradero en mi vida”, asegura Martin Karplus en su web de fotografía.
“A lo largo de estos viajes saqué muchas fotografías. Conservan mi visión de un mundo que en gran medida ya no existe. El desarrollo económico, la comunicación universal y las guerras se han cobrado un alto precio. Muchas de las personas que fotografié pertenecían a la última generación que vivió de una manera que había existido durante siglos”, reflexiona el científico sobre una época que desaparece bajo el rodillo de la globalización.
En la web del Austrian Cultural Forum de Nueva York puede consultarse una pequeña muestra de su trabajo. Además, sus primeras fotografías están recogidas en el libro ‘Images from the 50’s’.
De Paul Strand a la escuela digital
Con la Leica y un teleobjetivo, Karplus buscaba retratar gentes y escenas cotidianas sin inmiscuirse. La misma técnica que usaron fotógrafos como Paul Strand o Walker Evans. Y así siguió guardando instantáneas de un mundo que cambiaba ante sus ojos. Pero llegó el año 1999 y, de vuelta a Oxford (desde 1966 es profesor de Química en Harvard), Paul Sims lo introdujo en el mundo digital y le ayudó a escanear sus antiguas fotos para poder exponerlas.
La primera muestra llegó en el año 2005, cuando Karplus ya había pasado por la cocina de Arzak. Ese mismo año aparcó la Leica para pasarse a una Canon EOS 20D, dejándose llevar por esa misma modernidad que había cambiado su mundo. Después llegaron el Carpenter Center for Visual Arts de Harvard, la Panopticon Gallery en Boston, la Stimultania Gallery en Estrasburgo o el Palazzo Pirelli de Milán, a donde viajó ya como ganador del Nobel.
El suroeste norteamericano en 1950. Los Balcanes en los inicios de la Yugoslavia de Tito. Los 50 en Centroeuropa y los 60 en los rincones de Perú y Brasil. Y Granada, la India, Marruecos o la plaza de Harvard en pleno siglo XXI. A sus 89 años, la buena memoria de Martin Karplus acumula imágenes de todo tipo. Imágenes que comparten sitio con las recetas que aprendió en Donostia y las simulaciones que cambiaron la investigación química en el siglo XX.
En Nobbot | 10 billones de instantáneas por segundo para fotografiar la luz
Imágenes | The Harvard Gazette, Blurb, Nobel Prize, Martin Karplus