Hace una década pocos valoraban el carsharing o el motosharing como alternativa a la movilidad privada. Pero la tecnología hizo posible la movilidad como servicio (MaaS) y ya no es necesario comprar un coche para disponer de él. Pronto, el carné de conducir tampoco será necesario para manejar un automóvil. ¿Merecerá la pena sacárselo?
La movilidad autónoma está a la vuelta de la esquina desde la perspectiva española. Quizá a unos cinco años. En 2015, en Gelderland (Holanda), rodaba el primer autobús autónomo. Los taxis autónomos NuTonomy llevan en Singapur desde 2016. California, Arizona, Florida, Michigan y Pennsylvania ya permiten las pruebas en 2018. La fecha de salida a mercado en España es de 2020. ¿Me saco el carné ahora que el coche lo hará todo?
La generación T quizá no se saque el carné
Los millennials, aquellos que vimos la evolución del reproductor de CD al DVD y la nube, tenemos cerca de 30 años. Además, se nos apremió a sacarnos el carné nada más cumplir la mayoría de edad porque resultaba indispensable para el mundo laboral. Sin embargo, fuimos la primera generación en reducir masivamente los permisos, probablemente por la crisis.
Con los centennials, generación Z en torno a los 22 años, la situación fue ligeramente diferente. Fueron los primeros en llegar a los 18 en un entorno de conducción altamente digitalizado. Ellos no han usado el mapa de carreteras en papel, solo el GPS. Y casi todos los coches que usan son vehículos conectados de un modo u otro.
La generación T, o generación táctil, son los nacidos a partir de 2010. Por tanto, ahora tienen unos ocho años, o menos. Y es probable que se conviertan en una generación sin necesidad de carné de conducir gracias a la tecnología. Quizá alcancen la mayoría de edad en un mundo en que lo raro será conducir físicamente y sin ayuda de multitud de sensores y actuadores conectados. Conducir con las manos en lugar de programar la ruta con la voz será vintage.
Los más jóvenes confiarán en el vehículo autónomo
El vehículo autónomo da tanto o más miedo que permanecer sentado en el asiento del copiloto. Al no tener el control y delegarlo a las máquinas, las personas experimentamos sentimientos de rechazo ante la tecnología. Sin embargo, esto ocurre porque visualizamos el vehículo autónomo de nivel 5 (automatización total, de los que no tienen ni volante) desde el punto de vista de nuestro vehículo particular, probablemente de más de seis u ocho años.
Pero al verlo en perspectiva, el vehículo autónomo consiste en una serie de automatismos graduales como el eCall, el control de crucero, la frenada de emergencia o el asistente de aparcamiento, entre otros. Así resulta más fácil entender que el cambio llevará tiempo y que delegar determinadas funciones se realizará a cuentagotas. Por ejemplo, el volante probablemente siga en su sitio un tiempo antes de desaparecer del todo. Incluso aunque sea innecesario.
Según el estudio ‘2018 Deloitte Global Automotive Consumer’, en tan solo un año la desconfianza del gran público se ha reducido en EE.UU. del 72% al 45%. Es decir, en un año un 27% de los estadounidenses no confiaban en el vehículo autónomo y ahora sí lo hacen. Las cifras son similares en Alemania (del 72% al 45%) y Francia (del 65% al 37%). En España también nos fiamos. No obstante, los chinos son los más confiados del mundo, y solo el 26% le ve reparos a los coches robot.
Si en menos de 12 meses la opinión del mercado vira tanto hacia soluciones de movilidad basadas en la tecnología, es de esperar que en la próxima década la sociedad admita sin impedimento la movilidad autónoma. Especialmente las nuevas generaciones como la Y (millennials, nacidos entre 1982 y 1994), la Z (centennials, a partir de 1995 hasta 2010), y especialmente la T o generación táctil. Son/Somos nativos digitales.
Hemos de tener en cuenta un dato importantísimo en este análisis. Para cuando la generación T alcance la mayoría de edad, ya llevarán algunos años cogiendo vehículos autónomos por su cuenta. Estarán familiarizados con la tecnología, y sacarse el carné supondrá una barrera que puede no tener sentido para ellos.
El trauma (económico y temporal) de sacarse el carné
A pesar de que el coste medio en España de sacarse el carné de conducir ronda los 692,33 euros según FACUA, esta cifra es válida para un alumno que haya dado 20 clases prácticas y haya aprobado los dos exámenes a la primera. Esto rara vez ocurre. El 80% de los examinados pasa al menos dos veces por el examen práctico.
Por contra, un vehículo autónomo no requiere un test así. O, para ser formales, está en perpetua formación y examen práctico. Y además aprende de los errores del resto de la flota de vehículos conectados. Cuando un coche robot comete un error, este forma parte del conocimiento de todos los demás.
Volviendo a los humanos, para muchos el carné ronda los 1.000 euros. Más el coste temporal en una edad en la que los estudios consumen buena parte de nuestro tiempo. Teniendo en cuenta que ya no existe la edad para dejar de estudiar, no es de extrañar la disminución pasada y presente de la expedición de permisos. Tiende, lentamente, a ser algo residual.
Por contra, la conducción autónoma será mucho más fácil porque no es necesario sacarse un carné para operarla. Solo bajarse una aplicación y loguearse en una plataforma. Pedir un ‘taxi’ robot y montarse en él habiendo señalado en qué dirección nos queremos mover. Algo para lo que no es necesario aprenderse la normativa de tráfico.
El carné de conducir, un hito cultural clave en un país como el nuestro, quizá tenga los días contados. Ocurriría gracias a la tecnología, a la que cada vez delegamos más funciones repetitivas. ¿Para qué examinarme de unos conocimientos que no resultarán necesarios? ¿Y por qué pagar por ellos? En una década, que alguien de la generación T se saque el carné quizá sea una excentricidad.
En Nobbot | El coche autónomo no está pensando para ti, sino para ellos
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