Mujeres, homosexuales, inmigrantes o personas de etnia gitana son víctima, a menudo, de comentarios despectivos e hirientes. Aunque hay un contexto en el que estos mensajes afloran y se multiplican como la espuma: las redes sociales.
El odio en internet es un fenómeno complejo, que abarca gran cantidad de comportamientos, víctimas y consecuencias. Algunos casos pueden llegar, incluso, a condenarse como delito. Encontrar una solución es complicado, pero pasa, sin duda, por educar tanto en valores como en el uso correcto de las tecnologías.
El discurso de siempre, pero en internet
Tal y como indica Orange en la campaña ’Por un uso Love de la tecnología’, el discurso del odio o ciberodio es la difusión de ideas, lemas, actitudes e incluso conductas a través de internet que menosprecian, atacan o humillan a otras personas. Suele dirigirse a colectivos concretos y promueve contenidos intolerantes por motivos de raza, género, sexualidad o religión.
Se trata de la extensión al mundo virtual de una realidad que existe en el mundo físico. Y que se ha visto reforzada en la red por el anonimato, la impunidad y la validación social.
“En un contexto social normal, es casi impensable que una persona insulte a otra en una conversación sin más”, explica Iván Pico, psicólogo y responsable de PsicoPico. “Imagínate que estás en un bar, no te gusta una persona que está a tu lado y la insultas, ¿lo harías? No creo. En una red social, si es de forma anónima, es muy probable que los comentarios se vuelvan mucho más fáciles de hacer”.
Y es que en internet desaparecen muchas de las barreras que nos limitan en conversaciones cara a cara, señala el psicólogo. El qué dirán, la propia capacidad comunicativa o la reacción de la otra persona. Entra en juego también el hecho de que muchos comentarios son aplaudidos y refrendados por una parte de la comunidad.
Un espejo de la personalidad más oculta
Tras los mensajes de odio que circulan por las redes se encuentran diferentes tipos de personas con algo en común: el interés por instigar a otros usuarios con mensajes hirientes y comentarios ofensivos. Perfiles a los que comúnmente se conoce como trols o haters.
“No se trata de si las redes sociales vuelven más o menos agresivas a las personas, sino de que sirven de resguardo a su personalidad más oculta”, indica el psicólogo Iván Pico. “Los trols suelen ser personas inofensivas que solo buscan hacer la gracia y ganarse cierto reconocimiento social por sus bromas u ocurrencias creativas”.
El problema, continúa, llega cuando realizan comentarios más abusivos, con más intención de hacer daño a la persona atacada. “Los más agresivos reúnen aspectos denominados como triada oscura de la personalidad, que se caracteriza por ser personas narcisistas, manipuladoras y con ciertos grados de psicopatía al carecer de empatía y sentimientos de culpa”.
El mundo a través de Twitter
Una de las redes sociales en la que es más palpable la presencia del odio es Twitter. “Es una red social centrada en la comunicación textual, dirigida a la interacción y donde se comenta todo aquello que genera interés social. La capacidad de retuitear el contenido facilita su propagación y hace el entorno, por tanto, más adecuado para publicar contenido de odio”, explica Fernando Miro, catedrático de Derecho penal y Criminología y director del Centro Crímina para el estudio y prevención de la delincuencia.
“Los mensajes emitidos en las redes sociales abiertas a todo el público, y cuyo contenido no se restringe a los ‘amigos’, suponen un riesgo porque pueden llegar a un gran número de usuarios y, por lo tanto, le dan al mensaje un alcance y una publicidad mucho mayor de lo que tendría una expresión de ese tipo en un ámbito más restringido o privado”, continúa.
Algo que en Twitter sucede con facilidad. Una herramienta instalada en el Ministerio del Interior rastrea unos seis millones de tuits al día en busca de palabras vinculadas a mensajes de odio. Según indica el diario ‘El País’, los resultados de la muestra señalan que cada día se tuitean en España unos 10.000 mensajes de odio.
El total está por debajo del 0,2% (y, como señala Fernando Miro, muy pocos casos pueden considerarse delito según el Código Penal, ya que para ello deben concurrir todos los elementos que prevé la norma penal en cada caso en concreto), pero tiene un efecto muy importante en las víctimas.
Los más vulnerables
Entre los colectivos más vulnerables se encuentran los niños y los adolescentes, sobre todo los que empiezan a usar redes sociales sin control ni educación previa. “Las personas que tienen una mayor presencia en las redes sociales, bajos niveles de autoprotección en términos de privacidad y una mayor actividad en las mismas presentan mayor riesgo de victimización”, explica Fernando Miro.
Destacan, también, las personas vulnerables de ser víctimas del discurso del odio, ya sea por motivos racistas, sexistas, xenófobos, homófobos y un largo etcétera. A menudo, las personas se ven atacadas por sus ideales políticos o por su actividad profesional. O por una combinación de varios factores, como es el caso de las mujeres periodistas acosadas en diferentes países del mundo (incluido el nuestro).
En estos casos, las condiciones que favorecen la impunidad del acosador terminan afectando a la víctima. “Al igual que el atacante se encuentra sin barreras que lo limiten para atacar, el atacado se encuentra sin afecto cercano que le ayude a plantar cara a la situación”, explica el psicólogo Iván Pico. “Está también solo detrás del ordenador. Y en ocasiones se violan situaciones íntimas que generan miedo a la hora de realizar una denuncia. Es una situación muy similar a la violencia de género o cualquier otro tipo de violencia física real”.
¿Qué puedes hacer si te pasa?
“La mejor opción es ignorar los ataques y no contestar o incidir en los mismos, porque la violencia genera violencia y el ciclo de acción-reacción puede ir a más”, recomienda el psicólogo.
Aunque, si el acoso persiste o se encrudece, lo más recomendable es hacer una denuncia formal. En el caso de los menores y a través de la campaña ‘Por un uso Love de la tecnología’, Orange recomienda reaccionar de forma inmediata, tanto si se trata de una víctima como de un atacante. Y, sobre todo, educar tanto en lo emocional como en lo digital.
“La educación digital y la educación emocional, que nos permiten tener unas mejores habilidades asertivas y de comunicación, son la mejor herramienta para contrarrestar los ataques y prevenirlos en un futuro. Es esencial que las personas conozcan las herramientas de privacidad de las redes sociales”, apunta Fernando Miro.
Aunque, añade, entran en juego más factores como las estrategias destinadas a reducir la sensación de anonimato, implementar algoritmos de identificación automática de odio en internet, mejorar mecanismos para la denuncia o establecer normas comunitarias y sanciones asociadas. Estrategias que tienen como objetivo mejorar el uso que hacemos de las redes sociales.
“Existe una amenaza digital, pero no debemos olvidarnos que la tecnología es el presente y futuro de nuestros adolescentes”, señala Iván Pico. “Por ello, la educación digital debe iniciarse cuanto antes y sin miedo, porque los beneficios educativos y para la sociedad son mucho mayores que los posibles efectos negativos”.
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