¿Necesitas decirle algo a alguien y no le encuentras por teléfono? No hay problema. Le puedes grabar un mensaje de voz. Una verdadera revolución tecnológica. Si nos encontrásemos en 1975 y estuviéramos hablando del contestador automático. No es así, pero el mundo parece haber redescubierto el gusto por la oralidad a expensas de los mensajes de texto.
Hace solo unos años, estudios, análisis de expertos y artículos de publicaciones especializadas coincidían en algo. Los mensajes de voz estaban a punto de desaparecer, reemplazados por el tecleo imparable en nuestros teléfonos inteligentes. Se equivocaban.
El retorno de los mensajes de voz
En 2011, la aplicación china WeChat introdujo por primera vez la posibilidad de enviar y recibir mensajes de voz. En 2013, lo hicieron también Messenger y luego WhatsApp. Una resurrección que tuvo lugar en silencio, gradualmente. Sin que la mayoría de nosotros se diera cuenta del desastre al que nos íbamos a enfrentar.
Según Facebook, las notas de voz son la segunda forma más popular de archivos compartidos a través de Messenger, después de las fotos. Instagram las acaba de introducir. En WhatsApp se envían más de 200 millones todos los días. WeChat asegura que el año pasado se enviaron a través de la plataforma 6.100 millones de mensajes vocales.
Por supuesto, el sistema de escritura chino es complicado. Hay muchos más caracteres de los que realmente se necesitan. Tanto es así que la mayoría de los chinos casi desconoce su propio idioma escrito. Pero nosotros no. Nosotros nacimos en la parte del mundo donde las personas conquistaron la libertad justo cuando se adueñaron de la palabra escrita.
Regresando al presente, aquellos que no estén demasiado metidos en el mundo de la tecnología, o en las modas de las nuevas generaciones, se habrán preguntado por qué flotas de millennials andan sujetando el móvil en horizontal. Pegado a la oreja, o a la boca. No es un virus. Sino una forma un tanto absurda y francamente ridícula de mantener una conversación.
Sin embargo, la realidad, que ellos mismos ignoran, es que no están manteniendo ninguna conversación. Sino escuchando o grabando un número infinito de mensajes vocales. Que es algo muy distinto. Posiblemente ni sepan lo que es una conversación. (Spoiler: incluso con el móvil puesto en la posición clásica es perfectamente posible grabar y escuchar un mensaje).
El triunfo del egocentrismo
Vamos a quitarnos la máscara de la imparcialidad. Quien escribe está convencido de que los mensajes de voz son el mal absoluto y lo que sigue es la argumentación de esta opinión. A sabiendas de que la mayoría opina lo contrario. En este sentido, bienvenidas serán sus aportaciones al debate.
De todas las formas que hoy en día podemos escoger para comunicarnos, el mensaje vocal es la más egocéntrica que existe. Es totalmente unidireccional. Hay leyendas que hablan de notas de voz de incluso más de 30 minutos de duración. Monólogos similares a una sesión en el psicoanalista. O, como mucho, a los intercambios de información en el ámbito militar. Cambio y corto. Nada más lejos de una conversación.
Elegir enviar un mensaje de voz en lugar de un texto es un gesto totalmente autorreferencial. Las notas de voz son el selfie de la comunicación. De hecho, presuponen que el remitente no considera al destinatario digno de su tiempo. Ni de los dos minutos necesarios para escribir un mensaje, como mucho de los pocos segundos que hacen falta para grabarlo.
Roban un tiempo precioso
Los mensajes vocales también son disfuncionales con respecto a lo que debería ser, o nos prometieron que sería, la comunicación del futuro. Rápida, eficaz, sintética. Las notas de voz son todo lo contrario. A menudo son largas e inconcluyentes. Brillan por ausencia de síntesis. Están llenas de sonidos inútiles como ‘eeeh’, ‘baah’, ‘mmm’, que nos roban tiempo y bytes.
Además, no hay posibilidad de previsualización. Es imposible echarles un vistazo rápido, o leer simplemente el principio para ver si se trata de algo urgente. No hay diferenciación posible entre el aviso de una explosión en tu hogar o el relato de la última comida de tu cuñado. El concepto de lectura diagonal ni está ni se le espera.
Como si esto fuera poco, es casi imposible recuperar de una forma rápida la poca información útil contenida. Las notas de voz obligan a escuchar minutos y minutos de nada antes de llegar al único dato que, a lo mejor, necesitabas. Todo se pierde en un mar de humo y chácharas. Porque siempre verba volant, scripta manent. Desde la antigua Roma hasta la China popular.
Finalmente, los mensajes vocales son ridículos y muy embarazosos para quienes los reciben. Por otro lado, quienes los envían casi nunca tienen problemas de pudor. Ni se preocupan de los demás.
El fin de la escritura
Hay que reconocer que existen personas que no están familiarizadas con la escritura. Para ellas, los mensajes de voz son un refugio seguro. Evitan que, en medio de una conversación con ellas, el destinatario tenga que pasar minutos interminables contemplando la escrita: «Fulanito está escribiendo…».
Para algunos, una conversación telefónica sincrónica, ya sea por llamada o chat, es como entrar en un nido de avispas lingüístico. Mejor grabar y volver a grabar antes de salir al escenario. Así, de un solo golpe, perdemos la costumbre de escribir y también la de hablar sin una red de protección debajo.
Hay quienes cultivaron la esperanza de que, entre las pocas influencias sociales positivas de las nuevas tecnologías, estuviera la de un retorno a la centralidad de la escritura. Porque escribir significa articular un pensamiento organizado. En última instancia, significa saber pensar. Con un objetivo tan ambicioso en mente, incluso estábamos dispuestos a aceptar la invasión de ‘K’ y ‘X’. O de emoticonos de cohetes y caritas sonrientes. Pero todo fue inútil. La verborrea humana al fin ganó una vez más.
Como siempre, el problema radica en el uso que se hace de la herramienta. Por ejemplo, sería muy sano si los mensajes de voz no durasen más de 30 segundos. Tal vez WhatsApp debería poner un límite a su duración. Sería un entrenamiento a la síntesis oral, tal como hizo Twitter con la escrita. Aun así, probablemente terminaríamos recibiendo los mismos monólogos interminables, solo divididos en muchas más partes.
Un mundo dividido en dos
Los mensajes de voz pueden ser útiles mientras se conduce para solucionar una emergencia. Pero solo para eso: una emergencia…. Sin duda, además, escuchar una risa real en respuesta a algo gracioso que hemos dicho es más gratificante que leer ‘jajaja’ o encontrarse con una cara amarilla llorosa. Pero entonces, ¿por qué no llamar?
Eso sí, para la inteligencia artificial de compañías como Facebook será más complejo (pero no imposible) radiografar nuestras vidas a través de nuestra voz.
Sea como sea, los mensajes vocales se han convertido en una de las formas de comunicación más utilizadas y, al mismo tiempo, odiadas. Existen incluso personas que se rebelan a su auge y se niegan a escucharlos. De modo que si quienes los envían creen acelerar así la comunicación, acabarán sufriendo un clásico caso de heterogénesis de los fines.
Quizás terminemos viviendo en un mundo dividido en dos categorías: los vocales contra los textuales. Una cortina de hierro de incomprensión y falta de comunicación digna de la más fría de las guerras.
En Nobbot | ¡No te preocupes si no me escuchas, te toco! El futuro de la comunicación es háptico
Imágenes | iStock, Wikipedia, National Museum of the USAF
Tienes toda la razón. Este es el escrito más espectacular que he encontrado en el intenet por estos días.