Víctor Suárez Saa, autor teatral, estrena estos días su obra «¡Corre!»
En 2009, cincuenta artistas del mundo del teatro se reunieron para dar forma a un proyecto que, a primera vista, sonaba muy loco: convertir un antiguo burdel en una multisala teatral. Miguel Alcantud fue el primero al que se le encendió esta original bombilla que iluminó las trece habitaciones en las que se alojaron otros tantos grupos independientes con la consigna de crear una obra teatral de entre 10 y 15 minutos para un público de unas 15 personas por sala. Como no podía ser de otra forma, la prostitución fue el tema común elegido para representar en todas las habitaciones. Así surgió un proyecto empresarial y un nuevo género teatral: el Microteatro.
Para el espectador, la experiencia de Microteatro es a medida, ya que puede elegir tanto el tiempo que quiere pasar en el teatro, según el número de obras que quiera ver, como el precio que desea pagar, ya que cada visita a una sala se paga de forma individual.
Dicho así, parece un formato idóneo para estos tiempos líquidos, acelerados y en los que todos buscamos una personalización de nuestras experiencias, tanto como ciudadanos como consumidores, también de productos culturales. De hecho, Microteatro ya cuenta con una red internacional donde se representan estas obras, cortas pero no pequeñas en cuanto a valor, calidad e intención.
Todos vamos con prisa y siempre apurados, pero nos sigue gustando que nos cuenten historias.
Hablamos a continuación con Víctor Suárez Saa, uno de los autores que han elegido este formato para dar a conocer su voz teatral. Víctor se encuentra de estreno, pues su obra -“¡Corre!”- se presenta en Madrid estos días. Se trata de una pieza de suspense en la que se aborda la inquietante relación que surge entre dos personas que practican deporte en un gimnasio.
– Avánzanos algo sobre tu último estreno, pero que sea corta la respuesta porque si no nos cuentas todo…
Pues precisamente tiene algo que ver con esta sociedad vertiginosa de datos, redes sociales y demás en la que vivimos. La sinopsis es: “Victoria hace deporte tranquilamente en el gimnasio cuando un desconocido comienza a correr a su lado. ¿Por qué ese tipo sabe tanto sobre ella?”.
– ¿Por qué Microteatro?
Podría tirar de aquello de “lo bueno, si breve dos veces bueno, y si malo, pues acaba antes”, pero se quedaría escaso. El microteatro tiene muchas virtudes, más si cabe en estos días en los que el tiempo es un valor tan preciado.
Parece que todos vamos con prisa y siempre apurados, pero también es verdad que nos sigue gustando que nos cuenten historias. En esta dualidad, el microteatro encaja perfectamente. Adaptado en forma a estos tiempos líquidos, pero capaz de llegar a lo más visceral del sentimiento y las emociones.
– Me imagino que la limitación de tiempo y espacio será una dificultad añadida en el proceso creativo. ¿Cómo te enfrentas a este reto, para que estas limitaciones no afecten a la calidad de la pieza?
Es un formato que implica muchos pequeños retos, entre ellos, claro, el de comenzar, desarrollar y cerrar una historia en poco tiempo, y siempre hay que tener en cuenta el espacio en el que se va a representar, que también es muy concreto y eso hace que sea determinante para la escenografía y, por tanto, para la propia historia.
– ¿Cómo es la experiencia del público? Anímanos a descubrir este nuevo género que, como decíamos al inicio, quizás refleje este tiempo acelerado y de experiencias “customizables”.
En 15 minutos puedes ver una obra de teatro, teniendo a los actores a apenas unos centímetros, con lo que eso implica de emoción y sensaciones, tanto para el público como para los propios actores. En ese pequeño espacio cada matiz del texto, de la actuación o de la respuesta del público es relevante y hace que cada función sea única; vale es un tópico, pero es que es así. Y además, puedes hacerlo tomando algo, compartiendo con amigos una oferta extensísima de obras. Por ejemplo, en Microteatro Madrid hay más de 20 obras al mes con varios pases al día, nadie puede decir que entre ellas no haya una o varias historias que no le atraigan como para no dedicarles un cuarto de hora de su tiempo. ¿Te he convencido ya?
En 15 minutos puedes ver una obra de teatro, teniendo a los actores a apenas unos centímetros, con lo que eso implica de emoción y sensaciones, tanto para el público como para los propios actores.
– ¿Te planteas escribir obras más extensas?
Sí, por supuesto. Me encanta este formato, pero hay historias que requieren otras maneras de ser contadas.
– ¿En qué otros autores te inspiras?
Me enamoré del teatro escrito la mañana que leí a Ionesco por primera vez (no he dejado de hacerlo). Un tarde de verano apareció de repente en casa de mis padres un libro de Jardiel Poncela. Y una noche, en Madrid, sonó el estruendo de la escena final de ‘Seis personajes en busca de autor’ de Pirandello. Esos tres serían los hitos que dibujarían el origen de mi pasión por este género. En cuanto al micro, hay tanta variedad de propuestas y de autores que sería casi imposible… aunque no puedo dejar de citar a mi maestro y amigo Miguel Ángel González, un cuentista, como él mismo se define, cumpliendo de forma estricta con las tres acepciones que emplea el diccionario de la RAE para ese término.
– Por último, ¿cuál crees que debe ser el papel del teatro –o del microteatro-, tan ajeno a la generación de Youtube y Netflix, en nuestra sociedad digital?
Al final, asistir como público al teatro o al microteatro es quitar la pantalla intermediaria que hay entre lo que nos cuentan y nosotros. Lo visual permanece y el resto de sentidos salen ganando. Así que siendo pretenciosos podríamos decir que su papel es recordarnos el contacto con las entrañas de lo humano dentro de este mundo tan digital.