Entrevistar a un catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia siempre enriquece.
Pero si además ha sido secretario de Estado de Universidades e Investigación y senador durante casi una década por Salamanca, en cuya universidad ejerce la cátedra, sabes de antemano que vas a encontrarte con un pequeño ensayo filosófico de actualidad en cada una de sus respuestas.Miguel Ángel Quintanilla acaba de publicar ‘Filosofía ciudadana’ (Trotta Editorial, 2020), un compendio de reflexiones sobre política, ciencia y tecnología de un filósofo más cercano al periodismo que al academicismo. Y en el que abarca casi todos los temas que nos atañen hoy día, desde el big data hasta el cambio climático, pasando por la peligrosa alarma social que puede desatar una epidemia vírica.
– “Tenemos los mejores instrumentos que nunca ha tenido la humanidad para entender el mundo y para transformarlo de acuerdo con nuestros deseos”, dice al principio de su libro. ¿Qué ha ocurrido, entonces, para que tengan tanto auge en pleno siglo XXI los movimientos creacionistas, los negacionistas de la llegada del hombre a la Luna e incluso los defensores del terraplanismo?
No lo sé. Supongo que siempre ha habido personas que prescinden del conocimiento racional y piensan cosas absurdas. Pero creo que ahora son menos -muchos menos- que en el pasado. Durante siglos, nuestros antepasados creyeron que la Tierra era plana, que Dios había hecho al hombre como un alfarero hace un puchero, y que la Luna era un diosa inaccesible. Ahora son un grupito de iluminados quienes dicen cosas así. Y yo creo que la mayoría lo hace por diversión, o con la intención de llamar la atención, no porque lo crean realmente. En cualquier caso, si hubiera una cantidad enorme de sujetos que desprecian el conocimiento que la humanidad ha conseguido a lo largo de los siglos, seguiría siendo cierto que hoy sabemos más que nunca sobre cómo es el universo y cómo podemos cambiarlo, conservarlo, cuidarlo…
«falta un héroe que se mueva por el ciberespacio»
– ¿Cree que se puede ganar la batalla de la posverdad, o de las fake news, o es un mal irremediable fruto de la globalización?
Espero que podamos ganar esas batallas. Pero el primer paso es convencernos de que tenemos que darlas. Ante una patraña difundida por la red siempre puede haber quien esté predispuesto a aceptarla como una verdad auténtica. Pero confío en que siempre habrá también algunos ‘vigilantes’ de la cultura que puedan señalar al mentiroso y al manipulador. Hoy es más fácil difundir mentiras por la red, pero también es más fácil combatir las mentiras con el conocimiento, usando adecuadamente los mismos recursos de la red. La globalización facilita la difusión de fake news, pero también el combate contra ellas. Simplemente necesitamos un nuevo tipo de héroe que pueda moverse por el ciberespacio, y no solo por las calles y mentideros del barrio en el que vive.
«se está gestionando mejor EL CORONAVIRUS que la gripe a»
En su libro ya ha tratado el tema de la gripe A. ¿Cómo valora un filósofo ciudadano, permítame llamarle así, la alarma desatada por la expansión del coronavirus?
Me tocó vivir en directo algún episodio de alarma social en torno al fenómeno de la gripe A en 2010. Fue una situación muy parecida a la que se está viviendo ahora. Pero creo que la sociedad está reaccionando hoy de forma mucho más razonable, a pesar de que la tentación del alarmismo siempre está ahí. Las estrictas medidas de cuarentena que se han impuesto en China y la celeridad y precisión con la que se está informando a la población en casi todos los países afectados son ejemplo de cómo hay que gestionar la comunicación científica en situaciones de crisis. Creo que en general se está haciendo mejor que hace 10 años. Quizás sea porque hemos aprendido de los errores de entonces. Ahora también estamos cometiendo algunos errores, pero somos más críticos y precavidos. Por ejemplo, la suspensión del MWC de Barcelona pudo parecer una medida desproporcionada. Pero por lo menos ha servido para alimentar la confianza, para transmitir la idea de que la seguridad de las personas está por encima de los intereses económicos. Y… bueno, la confianza es el capital más preciado para hacer frente a situaciones de crisis como la que padecemos con la epidemia vírica actual.
– Plantea la necesidad de que los ciudadanos sean capaces de “aprender a aprender” en internet, a discriminar los conocimientos relevantes de los irrelevantes. ¿Es fácil para un adulto cuya vida ha sido analógica hasta hace apenas dos décadas ? ¿Se está educando en este camino?
El nivel de conocimientos necesarios para desplegar una vida humana plena ha aumentado y sigue creciendo exponencialmente. Por eso cada uno debe dedicar cada vez más esfuerzos a actualizar su bagaje cultural, incorporando a él toda la cultura tecnológica que necesitamos para desarrollar nuestro proyecto vital humano. Pero no habrá problemas, siempre que el conocimiento sea accesible a todo el mundo. Para garantizar que sea así, tenemos que aceptar como una obligación cívica la de promover y mejorar constantemente nuestra propia alfabetización tecnológica, esforzándonos por entender aquello que marca el devenir de nuestros tiempos, incluso aunque esté en las antípodas de nuestros intereses, como me ocurre a mí, por ejemplo, con las redes sociales.
«promovamos el acceso gratuito a la red»
– ¿No cree que la brecha digital puede suponer la aparición de miles de marginados de toda edad, clase y condición?
Las innovaciones tecnológicas radicales siempre generan brechas sociales: la tecnología permite hacer más cosas y hacerlas de forma más eficiente; pero no garantiza que todo el mundo tenga las mismas oportunidades reales de acceder a ellas y, de esa forma, constituyen una nueva fuente de posible desigualdad. Por eso deberíamos diseñar un mundo en el que la prevención y la compensación de la brecha digital venga ya incorporada en el diseño de la innovación, como una dimensión más a tener en cuenta. Si este tipo de criterios se asumieran como obligatorios en el diseño de interfaces de usuario o de plataformas digitales, cambiarían muchas cosas en la tecnología actual. Algo se ha avanzado ya, por ejemplo, definiendo criterios de accesibilidad para personas con necesidades específicas y capacidades diferentes. Pero el principio de accesibilidad universal podría ser ampliable a un principio de igualdad de oportunidades tecnológicas. Por ejemplo, podríamos promover el acceso gratuito a la red o el diseño de teléfonos móviles y de ordenadores personales asequibles para todo el mundo. ¿Por qué no?
«UN ASISTENTE PERSONAL NO PUEDE SER UN ESPÍA»
– Habla en su libro de la conocida como Ley Cero de la robótica: un robot no debe actuar nunca en perjuicio de la humanidad. Sin embargo, se viola constantemente. ¿Siri o Alexa nos facilitan la vida o les estamos facilitando que nos espíen la vida?
Se dice pronto que la robótica no debe perjudicar a la humanidad. Pero es un poco más complicado, es cierto, juzgar en la práctica si este principio se cumple de verdad. El desarrollo tecnológico está lleno de bifurcaciones y cada vez que optamos por un camino generamos nuevas oportunidades y nuevos problemas que no habíamos previsto. La Ley Cero de Asimov debe servir como principio moral para el análisis de la tecnología: si desarrollo un asistente personal robótico no puedo usarlo como un mecanismo de vigilancia. Los poderes públicos deberían actuar contundentemente en esos casos, como ya lo hacen en casos de fraude o adulteración de productos tecnológicos. Si alguien te ofrece un asistente doméstico y en realidad lo que te vende es un espía comercial instalado en tu cuarto de estar, debería pagar por ello una seria multa.
– ¿Hasta qué punto la ciudadanía tiene acceso al conocimiento y regulación de las tecnologías? ¿Cómo habría que regular ese acceso?
En el siglo XIX, los sindicatos obreros impusieron reformas políticas e institucionales para luchar contra la explotación laboral. Hoy tenemos no solo los sindicatos sino también las asociaciones de consumidores, los movimientos ciudadanos en pro de una tecnología abierta y accesible, las organizaciones no gubernamentales y otros muchos instrumentos institucionales que se pueden crear para facilitar la participación ciudadana: oficinas parlamentarias de ciencia y tecnología, consejos ciudadanos, clubes de cultura científica cívica… Todos estos instrumentos pueden facilitar el acceso de los ciudadanos a la información científica y tecnológica relevante para tomar decisiones políticas.
«LOS PARTIDOS SE APOYAN EN IDEAS OBSOLETAS»
– Filosofía y política: ¿Están cada vez más alejadas? ¿Si ni siquiera hay autocrítica en los partidos, cómo va a haber una mirada crítica para gestionar el poder en la esfera pública?
Los partidos políticos son instrumentos para la participación ciudadana en los procesos de formación y selección de representantes políticos y en la elaboración de programas de gestión de los asuntos de interés público. El problema es que muchas de las ideas que imperan en el espacio público y en las que se apoyan los partidos políticos, son ideas obsoletas. Una vez más, la solución tiene que venir de los ciudadanos: estos deben dotarse de una filosofía ciudadana, racionalista y crítica, y deben estar dispuestos a participar en la vida interna de los partidos o de otras instituciones sociales que faciliten el desarrollo de políticas democráticas.
– El fracaso de la cumbre del clima celebrada en Madrid ha agrandado la brecha entre gobiernos y ciencia a la hora de afrontar el calentamiento global. ¿Qué haría falta para reducir este abismo entre las grandes potencias y la ciencia a la hora de afrontar la crisis climática?
El balance general de la lucha contra el cambo climático no es tan negativo como parece a primera vista. Hasta hace unos años, los dirigentes políticos se podían permitir el lujo de menospreciar a los científicos que alertaban sobre los peligros de cambio climático. Hoy la mayoría de los políticos mundialmente influyentes siguen sin tomar medidas efectivas para paliar el cambio climático. Pero por lo menos ahora saben que es un asunto que no pueden ignorar. El problema en realidad es que el cambio climático es un problema global y, para hacerle frente, necesitaríamos disponer de un poder político de alcance también global. La ONU es lo más parecido a eso, pero su Asamblea General no tiene capacidad para imponer sus decisiones a los países más poderosos.
– Hay un ejemplo claro de cómo las empresas usan la tecnología en contra de la ciudadanía: la obsolescencia programada. ¿Ha hecho algo algún gobierno para parar tal aberración?
En algunos países se están adoptando políticas inspiradas por el modelo de economía circular que apuntan en esa dirección. Pero queda mucho por hacer y no es una tarea fácil, porque la lucha contra la obsolescencia programada es solo una parte de un modelo alternativo de desarrollo tecnológico.
– ¿Habría que tener con los transgénicos la misma precaución que con la manipulación genética? El caso de las niñas nacidas tras la manipulación genética por parte del médico chino que ya cita en el libro es para reflexionar seriamente al respecto…
No, no es lo mismo. En principio, y si se cumplen las especificaciones establecidas por las diferentes normas jurídicas, los alimentos transgénicos son seguros y beneficiosos para mejorar la producción de alimentos. Otra cosa es que el régimen del mercado sea el más adecuado para su incorporación a la economía, sin un control adecuado de los riesgos de prácticas monopolistas que impiden el acceso abierto a semillas transgénicas, por ejemplo. En el caso de las niñas lo que estamos haciendo es manipular la base de la dotación genética humana sin garantías respecto a las consecuencias que tal manipulación va a tener en el futuro y sin posibilidades de mantener el proceso bajo control. Es uno de los casos llamativos en los que es preciso aplicar el principio de precaución.
«SERÁ DIFÍCIL IMAGINAR CóMO PUDIMOS VIVIR SIN WIKIPEDIA»
– Todo el saber humano está en la Wikipedia. Todo el mundo puede acceder a ella. Pero ¿cree que eso logrará que mejore la cultura de la gente?
Sinceramente creo que sí. Pronto nos será difícil imaginar cómo ha sido posible sobrevivir sin Wikipedia… Pero también aquí será necesario incrementar el nivel de vigilancia para evitar que este bien común sea absorbido por el poder absoluto del mercado.
Saca también a relucir en su libro el concepto de alienación marxista: “No solo no actuamos como ciudadanos autónomos en la selección de nuestras opciones tecnológicas, sino que ni siquiera actuamos como consumidores responsables; somos simples peones secundarios de un sistema económico que nos trata como esclavos del consumo”. ¿Cuál es actualmente el opio del pueblo?
Todavía no lo es, pero pronto lo serán: los videojuegos y todo lo que se deriva de ellos respecto a nuestra visión de la realidad, en concreto todas las actuaciones en la red que conducen a sustituir la realidad por lo que llamamos impropiamente “realidad virtual”. El opio del pueblo ya no es la visión de un paraíso en la otra vida, sino una ilusión permanente en el mundo de representaciones digitales al que hemos confinado nuestra vida real.
«apostemos por LAS TECNOLOGÍAS ENTRAÑABLES»
Apunta que la solución a tanto desamparo podría estar en las llamadas tecnologías entrañables ¿En qué consisten y que posibilidades hay de tender hacia ellas?
La idea de las tecnologías entrañables se refiere en realidad a un conjunto de criterios que pueden inspirar un nuevo modelo de desarrollo tecnológico. El punto esencial es que no deberíamos apostar por tecnologías que puedan escapar al control humano, que produzcan en nuestro entorno cambios irreversibles que puedan terminar haciendo imposible la vida humana. No se trata de apostar por tecnologías blandas frente a tecnologías duras, sino de no perder el control del desarrollo tecnológico. Las distopías ‘posthumanistas’ ahora de moda, están basadas en una visión determinista del desarrollo de la técnica, y es una visión errónea. Podemos apostar por un mundo de ‘cyborgs frankensteinianos’ en continua tensión con sus creadores, o por un mundo amable, de tecnologías abiertas, dóciles, polivalentes, controlables, sostenibles, cooperativas, transparentes, reversibles. Esas son las tecnologías entrañables.
– Como catedrático de universidad, ¿qué retos cree que debe afrontar la educación en España en estas próximas décadas?
Debemos educar a nuestro hijos de forma que puedan actuar como ciudadanos responsables en un mundo que gira en torno a la ciencia y la tecnología. Para ello la educación obligatoria debe garantizar no solo unos niveles aceptables de cultura científica y tecnológica, sino también una formación cívica que facilite y promueva la participación en la vida pública.
– No voy a preguntarle por el Gobierno, pero sí por una decisión que le afecta de lleno: la separación de Ciencia y Universidad. ¿Está justificada la alarma entre la comunidad científica?
Hace unos años las competencias en política científica y universitaria estaban unificadas en una única Secretaría de Estado que a su vez se integraba en el Ministerio de Educación y Ciencia. Ahora el mismo elenco de competencias y partidas presupuestarias se reparte en dos ministerios. No hay ninguna razón técnica que lo justifique, aunque sí una motivación política, fácil de entender. Conozco personalmente a ambos ministros y creo que ambos tienen un elevado perfil profesional, social y político. Contar con los dos en la misma mesa del Consejo de Ministros no hace sino incrementar el peso del binomio ciencia+universidades en esa mesa. Vista así la situación, no creo que esté justificada ninguna alarma. Al contrario: puede ser una buena oportunidad para las políticas de ciencia, tecnología y formación superior, siempre que ambos ministros sean capaces de actuar de mutuo acuerdo en el ámbito de sus competencias.
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