Con 324 metros de altura, la Torre Eiffel es la estructura más alta de París. Y uno de los monumentos más visitados del planeta. Es, también, una mole de hierro de casi 10.000 toneladas. El ser humano es increíble. No solo por haberla construido. Sino porque cada año genera el equivalente a 4.500 torres en basura electrónica. Móvil a móvil, tele a tele, juntamos 45 millones de toneladas de chatarra tecnológica cada 12 meses. Y ahora puede que hayamos encontrado qué hacer con ella.
Ha tenido que ser muy lejos de París, en Australia, el país del mundo que más basura electrónica genera per cápita. Allí, en la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW), en Sídney, la profesora Veena Sahajwalla ha diseñado y puesto en marcha la primera mina urbana capaz de extraer, de forma eficiente, los materiales valiosos de la chatarra. Hay oro oculto en nuestros móviles. Y resulta que es rentable extraerlo.
El problema de la basura electrónica
Los casi 45 millones de toneladas de chatarra electrónica no se reparten ni se generan por igual alrededor del globo. Los datos, del Global E-waste Monitor 2017 de la Unión Internacional de Telecomunicaciones de la ONU, indican que casi un millón de esas toneladas se producen en España. Nuestro país es el quinto de la Unión Europea que más origina. Y Europa es la segunda región del mundo con más basura tecnológica, 12,3 millones de toneladas cada año.
Dentro de Europa, el 35% de estos residuos se recoge y se recicla como es debido. El resto termina mezclado con otras basuras. En España, el porcentaje es del 21%, situándonos solo por encima de Rusia (6%) y Rumanía (13%). A nivel global, algo menos del 20% de la chatarra electrónica es tratada como tal. Esta chatarra contiene, por un lado, elementos tóxicos como plomo, arsénico, cadmio, mercurio o fósforo. Y elementos no biodegradables, pero valiosos, como cobre, estaño, oro o fibras plásticas.
Volviendo sobre Australia, allí, cada habitante genera 17,3 kilos de basura electrónica al año. Es la cifra más alta en el mundo. Además, de las 700.000 toneladas que se generan en Oceanía, solo se recicla el 7%. Quizá allí, en medio de una montaña de residuos que no deja de crecer, se esté gestando una de las soluciones al problema.
Una mina urbana
“Utilizando nuestras tecnologías de fabricación, estas microfactorías pueden transformar los desechos allí donde se almacenan, lo que permitirá a las empresas y comunidades locales no solo abordar los problemas que generan los residuos, sino también desarrollar oportunidades comerciales a partir de los materiales que se crean”. Veena Sahajwalla señalaba así, en el lanzamiento del proyecto de mina urbana de la UNSW, una de las grandes esperanzas de los residuos: su puesta en valor.
La profesora y directora del centro SMaRT de la universidad australiana ha liderado el desarrollo de un prototipo de mina urbana que transforma los residuos electrónicos, separando sus componentes y generando nuevos materiales valiosos. Así, se extraen aleaciones de cobre y estaño, metales conocidos como oro y otros más raros como paladio. También se generan fibras de plástico y vidrio que pueden ser reutilizadas por la industria cerámica o en impresión 3D.
De momento, el coste de estas instalaciones de reciclaje se eleva a los 370.000 dólares americanos, sobre todo por la necesidad de hornos de alta temperatura. Veena Sahajwalla asegura que en dos o tres años se convierte en una inversión rentable, con beneficios.
Pero ¿cómo funciona?
Las instalaciones de minería urbana diseñadas en la UNSW son, en realidad, pequeñas factorías. Se pueden instalar en poco más de 50 metros cuadrados. Consisten en una serie de máquinas y dispositivos modulares que transforman los ordenadores, los smartphones o las impresoras descartados en materiales con una nueva vida útil.
El primer módulo es el de la descomposición, donde cada dispositivo se divide en piezas. Después, se pasa a la selección. El proceso se puede hacer de forma manual o mediante un sistema robótico capaz de identificar las piezas útiles. El siguiente paso hace necesario el uso de un horno de precisión. Este funde cada uno de los materiales residuales para crear elementos que puedan reintegrarse en cualquier proceso productivo.
Según el centro SMaRT de la universidad australiana, la tecnología modular, precisa y de pequeño tamaño ha hecho posible controlar las emisiones y que se generen pocas toxinas en el proceso de reciclaje. Los resultados van desde filamentos plásticos para impresoras 3D hasta aleaciones que pueden formar parte de nuevos circuitos.
Costes e impacto del reciclaje electrónico
La capacidad de producir nuevos materiales y aleaciones a partir de residuos electrónicos también nos lleva a reconsiderar la minería. ¿Puede llegar a ser más rentable reciclar que extraer los minerales de la tierra?
El lanzamiento de la mina urbana de la UNSW ha coincidido con la publicación de un estudio en Environmental Science & Technology firmado por investigadores de la universidad china de Tsinghua y de la universidad Macquarie de Australia. Examinando datos de ocho planas de reciclaje en China, calcularon el coste de extraer oro y cobre de los residuos electrónicos. Y, sorpresa, era más barato que extraerlos mediante minería tradicional.
Según la investigación, los costes asociados a este tipo de reciclaje (recolección de residuos, mano de obra, energía, materiales, transporte y tecnología) se han desplomado durante la última década. Mientras, las dificultades cada vez mayores de la minería tradicional han doblado sus costes. Así, extraer un kilo de cobre mediante reciclaje costaba 6,7 dólares en 2010. Ahora cuesta 1,68. Sin embargo, el coste de su explotación en la naturaleza ha subido de 0,8 dólares por kilo a 1,6.
Investigadores como Josh Lepawsky sostienen que, al ritmo que crece el volumen de residuos generados, no hay ni habrá tecnología capaz de reciclarlos todos de forma eficiente.
Aunque los números parezcan prometedores, el debate está servido. Y es que los términos económicos no son los únicos que deberíamos tener en cuenta. Investigadores como Josh Lepawsky, de la Memorial University of Newfoundland en Canadá, sostienen que, al ritmo que crece el volumen de residuos generados, no hay ni habrá tecnología capaz de reciclarlos todos de forma eficiente.
Además, deberíamos tener en cuenta los residuos que se generan tanto en el proceso minero (tradicional), como en la producción de electrónica. Y habría que sumarle el consumo energético y las emisiones resultado del reciclaje. Así, la solución debería pasar por reutilizar, reparar y, sobre todo, aumentar el ciclo de vida de los dispositivos para que no fuese necesario cambiarlos constantemente.
El debate, más allá de tecnologías punta y minas urbanas, es el mismo que para cualquier tipo de residuos. De los plásticos a los orgánicos. La cuestión está sobre la mesa ahora que empezamos a entender las verdaderas consecuencias de usar y tirar recursos como si todo fuese infinito. ¿Seremos capaces de controlar el problema desbordado de la basura?