Amanece en una luna alienígena. El aire es gélido a 1.500 millones de kilómetros del Sol. Saturno se eleva sobre el horizonte, entre las nubes de un cielo anaranjado. Una nave llegada de un lejano planeta sobrevuela las dunas en busca de señales de vida.
No es ciencia ficción, es el proyecto Dragonfly del Johns Hopkins Applied Physics Laboratory. La NASA ha elegido ya la tecnología con la que planea explorar Titán, el mayor satélite de Saturno y el segundo mayor del sistema solar, dentro del programa New Frontiers. Este es el dron-laboratorio que sobrevolará Titán a partir de 2034.
¿Por qué Titán?
La fascinación con la luna de Saturno viene de lejos. De hecho, Dragonfly no será la primera misión humana en Titán. La Pioneer 11 y las Voyagers 1 y 2 estudiaron brevemente el satélite. Y la Cassini-Huygens de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), de la Agencia Espacial Italiana (ASI) y la NASA, que exploró el sistema saturniano entre 2004 y 2017, puso una sonda en la superficie de la luna y se acercó en varias ocasiones a su atmósfera anaranjada. Porque Titán tiene atmósfera. Y ríos y mares en estado líquido.
“De entre las más de 150 lunas conocidas de nuestro sistema solar, Titán es la única con una atmósfera sustancial. Y de todos los lugares conocidos en el sistema solar, Titán es el único, además de la Tierra, que tiene ríos, lagos y mares líquidos en su superficie”, explican desde la NASA. Eso sí, no son de agua, sino que están formados en su mayoría por hidrocarburos como metano y etano.
Su atmósfera está compuesta, sobre todo, de nitrógeno, como la de la Tierra. En ella se generan nubes y precipitaciones en forma de lluvia. Es decir, tiene un ciclo hidrológico similar al de nuestro planeta. En su superficie, además de metano líquido, hay una dura capa de hielo (de agua), bajo la cual se extiende un enorme océano (también de agua). Sobre ella, en las zonas ecuatoriales, se levantan dunas de un material orgánico arenoso desconocido. En Titán hace mucho frío, pero la NASA cree que podría albergar vida.
Una misión complicada
La agencia estadounidense lleva años manejando varias opciones para explorar Titán. Se llegó incluso a contemplar el envío de un submarino autónomo para analizar las profundidades del llamado Mar del Kraken. Finalmente, y tras una dura competición, será la misión Dragonfly la próxima en visitar Titán como parte del programa New Frontiers. Eso sí, no será una misión sencilla.
“Dragonfly es una forma arriesgada y revolucionaria de explorar el sistema solar”, señala el director del Johns Hopkins Applied Physics Laboratory, Ralph Semmel. “Esta misión es una combinación visionaria de creatividad y desafíos técnicos que nos ayudará a desentrañar algunos de los misterios más críticos del universo, incluyendo, posiblemente, las claves de nuestros orígenes”.
Tal como señala el astrofísico y divulgador Daniel Marín en Naukas, se trata de enviar una aeronave completamente autónoma equipada con un generador eléctrico de radioisótopos a un mundo situado a 1.500 millones de kilómetros del Sol. “Dragonfly deberá sobrevivir a la entrada atmosférica en Titán a 7,4 km/s después de pasar nueve años en el espacio. Luego la nave deberá desplegar dos paracaídas y separarse de su escudo térmico antes de emprender el vuelo en la atmósfera de Titán gracias a sus ocho rotores”, explica Marín.
Los campos de dunas Shangri-La
Dragonfly despegará en 2026 y aterrizará en Titán en 2034, si todo sale según lo planeado. Para ello, la NASA ha comprometido más de 1.000 millones de dólares de financiación. Tras analizar la información recabada durante 13 años por la Cassini-Huygens, la misión se centrará en primer lugar en los campos de dunas de la zona ecuatorial, bautizados como Shangri-La. También, porque será invierno en el hemisferio norte (las estaciones duran siete años en Titán) y el polo será impracticable.
Aunque Dragonfly es un dron de ocho rotores, lo cierto es que pasará poco tiempo volando. Durante la primera parte de su misión (inicialmente de 2,7 años de duración) estará tomando muestras del terreno arenoso que conforma las dunas. Después, efectuará una serie de misiones aéreas en un radio de ocho kilómetros. Por último, se trasladará al cráter Selk, donde se ha hallado evidencia de que hubo agua líquida en el pasado, así como moléculas orgánicas de carbono combinado con hidrógeno, oxígeno y nitrógeno.
En total, el dron-laboratorio recorrerá 170 kilómetros en la luna de Saturno. Una distancia que dobla todos los kilómetros acumulados por los vehículos rover de exploración marciana. Lo hará, además, de forma completamente autónoma. Teniendo en cuenta que una señal eléctrica tarda entre 70 y 90 minutos en llegar a Titán, no habrá forma de posible de controlarlo por control remoto.
Agua líquida, moléculas orgánicas y actividad energética. Los ingredientes para la vida tal como la conocemos están en Titán. Quién sabe si la receta ha funcionado en su superficie helada o en sus mares de metano tan bien como en la Tierra. Un dron-laboratorio inteligente y autónomo planea sacarnos de dudas en algo más de una década.
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Imágenes | NASA/ESA/IPGP/Labex UnivEarthS/University Paris Diderot, ESA/ATG medialab, Johns Hopkins APL