La homeopatía funciona. O, al menos, le ha funcionado a alguien que conoce a alguien que conocemos. Los alimentos sin aditivos son mejores. Comer chocolate produce granos. El azúcar moreno es más sano que el blanco (y por eso podemos ponernos las botas). Los zumos, mejor bebérselos rápido, que se les van las vitaminas. Vivimos en un mundo de mitos, cosas que creemos ciertas y que son solo eso, creencias. Muchas de ellas, disfrazadas de ciencia.
“Una mentira repetida un millón de veces acaba pareciendo una verdad. Así se propagan los mitos, con historias que nos vamos contando unos a otros sin antes confirmar su veracidad”, explica en su blog Dimetilsulfuro Deborah Martínez Bello. Esta química, divulgadora, escritora y youtuber coruñesa acaba de publicar su segundo libro, ‘¡Que se le van las vitaminas!’, en el que analiza los mitos y secretos que solo la ciencia puede resolver.
Un poco sobre sesgos y falacias
Somos seres racionales. Creemos que nuestras decisiones son producto de reflexiones sesudas. Pensamos que analizamos todo a conciencia, observando todos sus ángulos, antes de emitir un juicio. Es cierto que lo intentamos, sí, pero casi nunca lo conseguimos. La realidad es que, aunque no queramos, intentamos que el mundo que vemos encaje en nuestros prejuicios. Los falsos argumentos se aprovechan de esta debilidad y de la ignorancia para disfrazarse de verdad.
En nobbot ya hemos hablado antes de las muchas formas que existen para engañar a nuestros racionales cerebros. García Bello, en el arranque de su libro, se centra en dos de ellos que están detrás de buena parte de los engaños pseudocientíficos.
- Falacia de evidencia incompleta. O cherry picking. Sospechamos que algo puede ser incorrecto y decidimos buscar evidencias. Sin darnos cuenta, tendemos a encontrar pruebas que nos dan la razón. Al fin y al cabo, nuestras ideas tienen más sentido que las del resto.
- Sesgo cognitivo. La razón y los instintos nos juegan, de vez en cuando, una mala pasada. Existen varios sesgos cognitivos, pero, básicamente, todos nos llevan a interpretar lo que estamos percibiendo de forma errónea. Las causas son varias y van desde nuestros juicios previos hasta el grado de confianza o autoridad de quien nos transmite la información.
A mí me ha funcionado la homeopatía
Así llegamos al “a mí me ha funcionado” que tantos problemas nos genera. La homeopatía funciona o así nos lo ha contado alguien alguna vez. Es quizá uno de los temas más controvertidos en la marea de teorías y bulos pseudocientíficos. Incluso en el sistema médico hay quien la defiende. “Si recibimos información de que la homeopatía cura, nos la prescribe un médico, nos la dispensa un farmacéutico y hemos leído que hay estudios que la avalan, lo natural es estar convencidos de que funciona”, señala Deborah García Bello en su libro.
En este caldo de cultivo se desarrolla el efecto placebo. Un efecto psicológico que tiene repercusiones en nuestro cuerpo y que, incluso, puede curarnos de dolencias menores. Sin embargo, ningún ensayo clínico ha conseguido probar que la homeopatía funcione. Mucho menos si hablamos de enfermedades graves. Tampoco existen argumentos científicos que puedan explicar cómo funciona. La homeopatía es un tratamiento a base de agua. Agua, eso sí, por la que se llegan a cobrar precios desorbitados.
Zumos que curan, zumos que engordan
El título, la introducción y un capítulo del libro giran alrededor del mismo tema. Los zumos y, más concretamente, los de naranja son un tema recurrente en la cultura popular del mito científico. ¿Cuántos inviernos hemos sobrevivido gracias a las vitaminas de los zumos mañaneros? Un vaso de líquido dulce y naranja ha sido la solución frente a todos los males durante décadas.
Pero no, la vitamina C no nos cura la gripe. Y aquí he de admitir que me costó aceptarlo. ¡El remedio de mi abuela contra el resfriado era mentira! El zumo de naranja tiene muchas vitaminas, que no se evaporan con el tiempo (porque son hidrosolubles). Además, las fresas o el pimiento rojo tienen mucha más vitamina C que las naranjas. Y no, no existen estudios científicos ni ensayos clínicos que prueben que el zumo sirve para prevenir, curar, aliviar o acortar la duración de la gripe ni el resfriado.
Lo que sí aportan los zumos es una gran cantidad de azúcar libre. Al exprimir una fruta, separamos fibra de azúcares y nuestro cuerpo la metaboliza igual que la de un refresco. O sea, que no es saludable solo porque sea natural. “Tras descubrir todo esto, seguí tomando zumo cada mañana de mi vida. Para mí es mucho más importante lo rico que está”. La libertad de elección siempre debe estar por encima de todo. Eso sí, siempre será mejor tomar decisiones con toda la información sobre la mesa.
Una copita de vino…
Es buena para la salud. Otra de las creencias científicas populares que avanza de generación en generación. Según multitud de estudios, el consumo de vino, como el de otras bebidas alcohólicas, aumenta el riesgo de padecer cardiopatías y varios tipos de cáncer. Así que la salud no es una razón para beberlo.
A pesar de que ocupe titulares de forma habitual, el consumo moderado de vino no tiene beneficios sobre nuestra salud. Su sabor, función social o valor cultural pueden ser razones suficientes para beberlo. No por ello hace falta creerse algo que no es cierto.
¿Y las vacunas? No, no generan autismo. Ni el teléfono móvil estropea la banda magnética de las tarjetas ni fríe nuestro cerebro. Los aditivos alimentarios (la mayoría de ellos, presentes en la naturaleza, aunque se etiqueten con nombres del tipo E-300) no son malos para la salud. El E-300 es clave en naranjas, limones y pimientos, no es más que vitamina C.
Los transgénicos, el cambio climático, la cosmética… En 24 capítulos, ‘¡Que se le van las vitaminas!’ nos abre los ojos ante la cantidad de falacias que nos creemos sin cuestionar. Solo porque queremos creerlas. O porque confiamos en quien nos lo ha dicho. “Todos hemos estado, estamos y estaremos equivocados en muchas cosas”, concluye García Bello en su libro. “Cuando eres consciente de que puedes estar equivocado es que escuchas más que hablas, es que estás dispuesto a aprender, no solo a enseñar”.
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