Tomadas en conjunto las disciplinas científicas, no hay excesivas diferencias en los números de hombres y de mujeres que cursan una carrera universitaria de ciencias. Tampoco las hay en los porcentajes de quienes hacen un doctorado en ese campo.
ellos y ellas no estudian lo mismo; hay diferencias en las preferencias de chicos y chicas por ciertos estudios. Los casos extremos son, quizás los de ingeniería (muchos más chicos) y de ciencias de la salud (muchas más chicas). Y en las carreras propiamente científicas, la presencia femenina es menor en física y mayor en biología y disciplinas afines.
Sin embargo,Los factores que subyacen a estas diferencias son, seguramente, variados, incluidos, como veremos, predisposiciones adquiridas en el entorno familiar y social.
mujeres y ciencia, una asignatura pendiente
Con carácter general, las chicas tienen menor preferencia por la competición y e incurren en menor medida en exceso de confianza, rasgos a los que se atribuye un origen social. Esos rasgos parecen inclinar a las chicas hacia actividades profesionales para cuyo desempeño no confieren ventajas. Ese factor, junto al efecto de ciertos estereotipos, puede estar en la base, por ejemplo, del cambio que se produjo en 2012 en los estudios de matemáticas. Antes, la actividad profesional a la que se vinculaba esa disciplina era, principalmente, la docencia, una actividad muy común entre las mujeres.
A partir de entonces, sin embargo, aumentó la demanda de profesionales en matemáticas para puestos en el área tecnológica y empresarial, trabajos a los que se atribuye una mayor competitividad. El menor atractivo de esos estudios para las jóvenes sería consecuencia, así, de estereotipos de género y, además, los reforzaría.
Por otro lado, las expectativas del grado de brillantez considerado necesario para cursar con éxito unos y otros estudios de posgrado parecen estar en la base de las preferencias en función del género. Cuanto mayor es la brillantez que se supone necesaria (porque así se le atribuye) para cursar con éxito unos estudios, menor es el porcentaje de mujeres que los escogen. Y es probable que ese mismo fenómeno se produzca a la hora de elegir los estudios de grado.
La regla de la modestia y la incongruencia de roles
La tendencia de las chicas a escoger estudios para los que no se considera necesario ser especialmente brillante parece tener su origen en la niñez, a partir de los seis años, aproximadamente. A esa edad empiezan a dudar que sean tan inteligentes como los niños. Comienzan entonces a evitar actividades consideradas propias de personas “verdaderamente inteligentes”. Al parecer, esos estereotipos se construyen en el entorno familiar y en su génesis incide la denominada “regla de modestia”, por la que se enseña a las niñas, desde bebés, a no alardear de sus habilidades y, por el contrario, se anima a hacerlo a los niños. Se trataría, por lo tanto, de un efecto de base cultural. Este factor estaría en el origen de las diferencias antes citadas en el exceso de confianza entre los géneros.
A los factores anteriores, cabe añadir el efecto de las denominadas “incongruencia de roles” (role incongruity) y “falta de ajuste” (lack of fit). Consisten en la identificación de los rasgos propios de las personas a quienes se considera buenas científicas con las características estereotípicamente masculinas (agencia, competitividad…), mientras que a las mujeres se les atribuyen rasgos que se identifican menos con los de aquellas personas, como el carácter cooperativo (comunal), principalmente.
Como vemos, en la elección de estudios universitarios operan estereotipos ligados a la autopercepción y a la competencia que se atribuyen las chicas a sí mismas. Actúan en varias instancias en la vida académica y profesional, y contribuyen a socavar las posibilidades de desarrollo y progreso de las científicas. Se trata de barreras que obstaculizan el acceso de las mujeres a determinados estudios de ciencia y tecnología, por lo que, en la práctica, no gozan de las mismas oportunidades que los hombres.
El vídeo al que acompaña este texto, producido por la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU para celebrar el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, obedece al propósito de dar a conocer la existencia de las barreras que limitan el acceso de las mujeres a ciertos estudios. Solo así estaremos en condiciones de actuar para que esas barreras dejen de existir.
La versión original de este artículo fue publicada en el blog Mujeres Con Ciencia, de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
Juan Ignacio Pérez Iglesias, Presidente del Comité Asesor de The Conversation España. Catedrático de Fisiología, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.