“Un metro cuadrado de tierra es bastante, un metro cuadrado, con tapia de piedra todo él rodeado”. Estos versos de las míticas Vainica Doble han resultado proféticos debido a la extensión acelerada del teletrabajo para frenar la pandemia COVID-19.
El dúo de artistas hablaba del disfrute del yo, de lo poco que se necesita para ser feliz, de las humildes ambiciones que dan sentido a la vida. Sin embargo, la multinacional Panasonic se ha tomado al pie de la letra lo del metro cuadrado para ofrecernos un cubículo en el que teletrabajar ajenos al trasiego del hogar.
Parapetados detrás de esos muros de fina madera, con nuestros cascos y ordenador, podremos dedicarnos a nuestra actividad profesional a salvo del contagio del SARS-CoV-2 y de esos otros virus letales para nuestra tarea: la sonrisa de nuestro bebé, el abrazo de nuestra pareja o el saludo de un vecino amortiguado por la mascarilla.
No hay que dejarse distraer, hay que trabajar con la mayor diligencia en nuestro zulo alquilado en la capital, a salvo del contagio. Quienes vivan una mansión, o no necesiten trabajar para vivir, pueden dejer de leer.
teletrabajar junto al jarrón de la abuela
Se llama Komoru y es un escritorio fácil de ensamblar que permite a los usuarios crear fácilmente un espacio de trabajo semiprivado de aproximadamente un metro cuadrado. De momento se venderá solo en Japón por unos 700 euros, pero no dudamos que su uso se extenderá a otras partes del planeta.
Panasonic ofrece así respuesta a los resultados de una encuesta realizada entre trabajadores japoneses. Más del 70% de los encuestados dijeron que les gustaría seguir trabajando desde casa y, además, aproximadamente la mitad de ellos respondió que el lugar donde trabaja es la sala de estar.
Según explica Panasonic “este producto tiene una estructura que combina un tabique con una altura de unos 120 cm y un escritorio. Al instalarlo en la esquina de la habitación, es posible crear un espacio para concentrarse en el trabajo. Además, al contar con un tablero perforado, permite el almacenaje con ganchos y la decoración de su interior”. Vamos, una bicoca.
En fin, puede que este minúsculo despacho –que, por otra parte, cualquier manitas podría construirse con unos tablones- cambie nuestros hábitos durante el teletrabajo. A lo mejor nos quitamos el pijama y volvemos a enfundarnos en un pantalón o falda, si es que cabemos, para dirigirnos a nuestra nueva oficina, instalada junto al cuadro con la foto de nuestra boda y el jarrón de la abuela. Un espacio con muy poco…espacio (gracias, Matias Prats, por tanto).