El 23 de diciembre de 1971, el presidente estadounidense Richard Nixon firmó la Ley Nacional del Cáncer en la Casa Blanca y declaró la «guerra contra el cáncer», utilizando una terminología bélica que llega hasta nuestros días.
Días después, en su discurso sobre el Estado de la Unión de enero de 1971, exhortó a su país a «esforzarse en luchar en contra de esta fatal enfermedad con el mismo ímpetu con el que se logró la fisión nuclear o el viaje a la luna. Comprometámonos como nación para llegar a esta meta». Al parecer, Nixon confiaba en que el cáncer sería vencido en 5 años.
En realidad, esa guerra contra el cáncer había comenzado dos años antes, cuando aparecieron anuncios de página completa en el Washington Post y el New York Times, titulados: «Mr. Nixon: se puede curar el cáncer«. Estos anuncios aparecieron menos de cinco meses después de que los astronautas estadounidenses aterrizaran en la Luna, por primera vez en la historia de la humanidad y fueron promovidos por el Comité Ciudadano para la Conquista del Cáncer liderado por la filántropa Mary Lasker.
la guerra contra el cáncer, un vietnam médico
Sin embargo, desde el principio, la declaración de guerra contra el cáncer fue criticada por muchos científicos y expertos. «Vencer el cáncer sería como tratar de llevar a un hombre a la luna sin conocer las leyes de la gravedad de Newton», dijo por aquel entonces el profesor Sol Spiegelman, director del Instituto de Investigación del Cáncer de la Universidad de Columbia.
Pero EE.UU. estaba perdiendo la guerra de Vietnam y había que inventarse otra que se pudiera ganar para que la población recuperara el optimismo. Así, el Comité de Ciudadanos para la Conquista del Cáncer llevó a cabo una hábil campaña entre 1969 y 1971, comparando el número de muertes por cáncer con las pérdidas de tropas estadounidenses en ese conflicto tan traumático para la sociedad estadounidense.
Donald Kennedy, que dirigió la FDA de EE.UU. y la Universidad de Stanford, describió más tarde la guerra contra el cáncer como «un Vietnam médico».
En el 50 aniversario de la declaración de esta guerra contra el cáncer, Young-Joon Surh, del Instituto de Investigación contra el Cáncer de Corea de Sur publicó, en Journal of Cancer Prevention, un artículo en el que hace balance de estos años desde que se aprobó una ley que representó un importante punto de inflexión en la investigación y el tratamiento del cáncer, no solo en EE.UU. sino en todo el mundo.
A pesar de los logros conseguidos en este tiempo, el experto señala en ese texto que es hora de pensar seriamente si estamos hablando del cáncer de la manera correcta.
peligroso uso de terminología bélica
«La guerra, en general, tiene un ganador y un perdedor. El uso de la guerra como metáfora para describir el tratamiento del cáncer puede inducir a los pacientes a creer erróneamente que pueden vencer al cáncer con una sola cura mágica. El uso del lenguaje militar puede motivar a algunos pacientes con cáncer, sus familias y sus amigos, a luchar. Sin embargo, enmarcar el cáncer como un enemigo y el proceso de su tratamiento como una guerra, en general, podría hacer más daño que bien«, advierte en su artículo.
«Si seguimos utilizando estas metáforas violentas de victoria y derrota -añade-, la lucha contra el cáncer seguirá siendo un fracaso porque millones de personas en todo el mundo son diagnosticadas con cáncer cada año, muchos de estos pacientes mueren, y es poco probable que esta tendencia cambie en las próximas décadas «.
En su texto señala otro problema derivado de esta metáfora bélica. «Al retratar el cáncer como un enemigo formidable al que hay que combatir activamente, es menos probable que mantengamos un estilo de vida saludable o promovamos comportamientos para prevenir el cáncer. Como consecuencia, se ha priorizado el ataque terapéutico sobre las estrategias para prevenir el cáncer. Deberíamos dejar de usar esas analogías equivocadas sobre ganar y perder, y deberíamos centrarnos en la prevención para lograr avances a largo plazo contra este enemigo escurridizo».
un menú de metáforas
En 2017, la linguísta Elena Álvarez Mellado publicó en elDiario.es un interesante artículo sobre el asunto en el que señalaba que «hablar de la enfermedad en términos bélicos desencadena unas consecuencias semánticas sutiles pero poderosas: si el cáncer se vence, si los pacientes luchan, si hay una batalla que librar, si, en definitiva, el cáncer es una guerra, entonces envuelta en la metáfora se nos está colando subliminalmente la noción de que la muerte o la convalecencia son formas de fallar, de rendirse, de perder. De fracasar, al fin y al cabo».
Otra lingüista, Elena Semino, ha realizado un estudio a gran escala sobre las metáforas utilizadas en el caso del cáncer y sus conclusiones apuntan a que las analogías militares pueden ser dañinas. Se analizó el lenguaje utilizado por los pacientes con cáncer avanzado, los cuidadores familiares no remunerados y los profesionales de la salud. Los miembros de los tres grupos utilizan regularmente una variedad de metáforas para expresar sus puntos de vista, sentimientos y desafíos. Una paciente, por ejemplo, comentó que se sentía «fracasada» por «no ganar esta batalla», lo que sugiere que la metáfora de la «batalla» puede inducir sentimientos de culpa y baja autoestima cuando el tratamiento falla.
Sin embargo, Semino introduce un matiz. «Ninguna metáfora es siempre buena o siempre mala: diferentes metáforas funcionan de manera diferente para diferentes personas. Por ejemplo, si bien la metáfora de la «batalla» es claramente inadecuada para muchos pacientes con cáncer, parece proporcionar a algunos un sentido de significado, propósito e identidad personal positiva», afirma.
Teniendo esto en cuenta, ella y su equipo en la universidad de Lancaster crearon un «menú de metáforas» para las personas que viven con cáncer, una colección de expresiones inspiradas en una variedad de personas diferentes que han experimentado la enfermedad.
bandera blanca
Termino este texto con un apunte personal. En el curso de la enfermedad y su tratamiento hay momentos de derrumbe físico y mental en los que lo único que quiere el enfermo (yo lo fui) es mostrar una bandera blanca y que todo acabe. Esto también sucede y no está mal.
Creo que, si alguien es capaz de mantener el ánimo indemne en cada tramo de un largo camino salpicado de indicaciones que llevan a la ciudad “Dolor”, “Cansancio” o “Muerte”, es que no está bien de la cabeza.
Por supuesto que en ese camino también hay desvíos hacia “Recuperación” y “Curación” pero, no sé por qué, siempre esos carteles se ven más pequeños a los bordes del camino. Por el contrario, el de “Muerte” brilla tanto que ilumina cada paso que damos, ensombreciendo el suelo que pisamos. Por eso creo que el cáncer no es una guerra sino una putada.
Imagen de cabecera: Campaña SickKids Foundation (2016)