Hubo un tiempo en el que la ropa se remendaba cuando se desgastaba el tejido y era normal llevar coderas o rodilleras o cambiar los tacones gastados de los zapatos. Eso terminó con la industria de la moda rápida, por lo menos en los países con economías más boyantes, y empeoró la salud del planeta.
esclarecedor editorial publicado en Nature, la prestigiosa publicación llama a la reconversión de la industria de la moda, una de las más contaminantes. Los datos aportados por la revista son demoledores: en 1995, la industria textil produjo 7,6 kilogramos de fibra por persona en el planeta. Para 2018, esta cifra casi se había duplicado a 13,8 kilogramos por persona, tiempo durante el cual la población mundial también aumentó, de 5.7 mil millones a 7.6 mil millones de personas. Ahora se compran más de 60 millones de toneladas de ropa cada año, una cifra que se espera que aumente aún más, a alrededor de 100 millones de toneladas, para 2030.
En unLa culpa de esta tendencia es de la llamada «moda rápida», basada en lanzar nuevas líneas cada semana, cuando históricamente esto sucedía cuatro veces al año. Hoy en día, las marcas de moda producen casi el doble de la cantidad de ropa que tenían en 2000, la mayor parte hecha en China y otros países de ingresos medios como Turquía, Vietnam y Bangladesh.
moda rápida: barata la industria, cara para el planeta
En un artículo publicado en Cuaderno de cultura científica, Juan Ignacio Pérez Iglesias, catedrático de Fisiología por la UPV, detalla el origen de esta tendencia de la moda rápida. «Los principales productores han desplazado a compañías tradicionales basadas en la distribución a través de pequeños establecimientos y se han beneficiado de las posibilidades de comercialización a través de internet. Como consecuencia, las marcas de éxito ponen en el mercado hoy el doble de colecciones de las que ponían antes del 2000, cuando comenzó el fenómeno de la moda rápida. Ha crecido tanto la eficiencia de la producción, que a pesar del aumento en el consumo, el gasto por persona en ropa ha pasado en Europa de representar el 30 % de la cesta de la compra en los años 50 del siglo pasado, al 12% en 2009 y al 5 % en 2020″.
Sin embargo, tal como señala el editorial de Nature, más de 50 mil millones de prendas se descartan dentro de un año de haber sido hechas, según un informe de un taller de expertos del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología de Estados Unidos (NIST), publicado en mayo.
Esta producción desmedida de ropa tiene un alto coste para la salud del planeta. La industria de la moda es uno de los mayores usuarios de agua del mundo, consume entre 20 billones y 200 billones de litros cada año. Luego están los microplásticos. «Las fibras plásticas se liberan cuando lavamos poliéster y otros textiles a base de polímeros, y constituyen entre el 20% y el 35% de los microplásticos que ahogan los océanos. A esto se suman productos químicos específicos, como los utilizados para hacer telas resistentes a las manchas y los pesticidas necesarios para proteger cultivos como el algodón», explican en Nature.
En total, se calcula que la industria de la moda es responsable del 10 % de la contaminación global mundial.
soluciones para una industria más sostenible
Nature apunta en su editorial dos líneas de trabajo en las que debe centrarse la industria de la moda para reducir su impacto ambiental: volver a hacer que sus productos duren y, por lo tanto, fomentar la reutilización; y la expansión más rápida de las tecnologías para procesos de fabricación sostenibles, especialmente el reciclaje.
Otro desafío es encontrar la manera de lograr que los consumidores y los fabricantes cambien su comportamiento. Esta ya es un área activa de estudio en las ciencias sociales y del comportamiento, según Nature. Por ejemplo, Verena Tiefenbeck de la Universidad de Bonn en Alemania y sus colegas descubrieron que cuando a los huéspedes del hotel se les mostraba información en tiempo real sobre la energía utilizada para tomar una ducha, se reducía el consumo de energía de la ducha en un 11,4%
«Estas acciones tienen un costo y desafían la idea de la moda rápida, ya que podrían hacer que los artículos sean menos asequibles para los consumidores que buscan mantenerse al día con las últimas tendencias. Las marcas y los minoristas podrían ver peligrar sus resultados y optar, por tanto, por retrasar las acciones sobre la sostenibilidad. Es por eso que la acción de los gobiernos es clave«, apunta el editorial de Nature que concluye llamando a la inmediata puesta en marcha de acciones contundentes: «No hay tiempo que perder cuando se trata de cambiar la fabricación y el diseño de textiles».
El artículo completo de Nature se puede encontrar en su web.