Para la policía y los investigadores, buscar cuerpos enterrados en los bosques es como buscar una aguja en un pajar. La vegetación oculta las señales y es muy complicado determinar dónde empezar a investigar. Aunque, como suele suceder en las películas y series policíacas, las pruebas siempre están ahí. Solo hay que saber dónde y cómo encontrarlas.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Tennessee (Estados Unidos) ha decidido dar la vuelta a esta situación y aprender a interpretar las pistas que da la naturaleza. Y es que un cuerpo enterrado en la tierra puede generar una serie de cambios a su alrededor que no pasan desapercibidos para los ojos más expertos.
The body farm
El Anthropological Research Facility de la Universidad de Tennessee, también conocido como The Body Farm, es un centro especializado en ciencia forense. Allí se estudia cómo se descomponen los cadáveres en diferentes situaciones y circunstancias, para facilitar el trabajo de forenses, policías e investigadores.
Uno de los retos de este centro es investigar nuevas formas de localizar cadáveres víctimas de asesinato. Sobre todo, en bosques y grandes extensiones de terreno, en donde se descomponen rápido y es más complicado dar con ellos.
Para dar un impulso a esta investigación, los antropólogos forenses han unido sus fuerzas a las de los investigadores del Agriculture Institute de la misma universidad, para determinar si los nutrientes liberados por un cuerpo en descomposición podrían alterar la coloración de las hojas.
«El objetivo es limitar el espacio que se busca en el suelo», señala el profesor de Plant Sciences de dicha universidad, Neal Stewart. “En lugar de enviar equipos de búsqueda a lo largo de muchas millas cuadradas, se pueden identificar ciertos lugares en donde centrar la búsqueda. Creo que podemos hacerlo si entendemos mejor cómo responden las plantas a la descomposición y la descarga de nutrientes».
De acuerdo con el artículo ‘Plants to remotely detect human descomposition?’, publicado en ‘Trends in Plant Science’, el equipo ha señalado al menos tres formas en que la vegetación puede alertar de enterramientos sospechosos.
Chivatazos de la naturaleza
La primera señal de que algo ha cambiado recientemente en el entorno tiene que ver con la fertilización. Cuando los cuerpos se descomponen, se convierten en fertilizantes que nutren las plantas. Como consecuencia, aumenta la producción de clorofila y las plantas y árboles que crecen cerca del enterramiento adoptan un tono más verde.
En este punto, se genera una duda: ¿cómo podría diferenciarse esta fertilización de la producida por animales salvajes en descomposición? De acuerdo con los investigadores, el metabolismo de los humanos (con diferentes dietas, y tras el uso de productos químicos como medicinas o conservantes alimenticios) puede provocar cambios muy precisos en la vegetación. Además, los cuerpos de animales salvajes suelen quedarse en la superficie, por lo que se degradan más rápidamente. Los cadáveres enterrados sufren un periodo de descomposición más lento.
El segundo determinante es la liberación de cadmio, un elemento raro en la naturaleza pero que está presente en nuestros cuerpos. Sobre todo, por el consumo del tabaco y la exposición a su humo, aunque sea de forma pasiva. El cadmio es absorbido por las plantas a través de sus raíces y termina afectando al color y la composición de las hojas.
Por último, entran en juego las partículas artificiales que dejan atrás la ropa y el calzado. Los compuestos que las forman también pueden ser absorbidos por las plantas, alterando su color.
Estos cambios pueden ser imperceptibles para el ojo humano, sobre todo cuando se mezclan entre kilómetros y kilómetros de vegetación. Sin embargo, los forenses pueden contar con la ayuda de la tecnología para conseguir que la recuperación de cadáveres gracias a la vegetación se convierta en una realidad.
La futura tecnología forense
Para la investigación y el desarrollo de estos métodos de botánica forense, el equipo de la Universidad de Tennessee cuenta con cuerpos de donantes que entierran en parcelas para comprobar qué cambios se producen a su alrededor. “La idea es recopilar datos del suelo y medir cómo los microorganismos causan cambios para entender las respuestas de las plantas a lo largo de días o semanas”, explica Stewart. “Poder ver una respuesta en dos o tres semanas cambiaría las reglas del juego”.
Además, utilizarán un sensor láser y un dron para medir cómo cambian las hojas de las copas de los árboles. Una vez hecho esto, y si obtienen resultados concluyentes, «los investigadores podrán comenzar a pensar en usar drones y otras tecnologías para analizar grandes áreas en poco tiempo», señala el profesor de la Universidad de Tennessee.
Las investigaciones de The Body Farm continúan su curso, con el objetivo de que estas tecnologías puedan utilizarse en un futuro cercano para facilitar el trabajo de la policía y los detectives.
“Como laboratorio natural para observar la descomposición humana, The Body Farm es el lugar perfecto para probar y validar nuevas tecnologías para ayudar en la detección de cuerpos y tumbas”, señala Dawnie Steadman, directora del Forensic Anthropology Center. Puede que, en unos años y gracias a sus investigaciones, el uso de drones en los bosques para resolver misterios y desapariciones sea una realidad.
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