Chagall se asoma en Bilbao a su ventana entre dos mundos

«Estoy tumbado entre dos mundos y miro por la ventana”, así describía Marc Chagall su actividad artística. Pues bien, el Museo Guggenheim Bilbao acoge, hasta el 1 de septiembre, la exposición Chagall, Los años decisivos, 1911–1919, que nos permite asomarnos a la ventana del artista, junto a él, para tratar de comprender mejor su obra. La muestra cuenta con una selección de más de 80 pinturas y dibujos realizados en los inicios de su carrera por un pintor singular e inconfundible, cuyo universo en apariencia sencillo encierra una realidad compleja en la que se entrelazan mundos antagónicos. Esta exposición, organizada por Kunstmuseum Basel en colaboración con el Museo Guggenheim Bilbao, está patrocinada por la Fundación BBVA.

“Pintaba todo lo que tenía ante los ojos. Pintaba en la ventana, jamás me paseaba por la calle con mi caja de pinturas”, decía Marc Chagall, insistiendo en la metáfora de la ventana que era una forma original de ver el mundo, una mirada lírica con escenas llenas de luz y color, un universo expresivo y enigmático, poblado por criaturas de su particular mitología, protagonistas de cuentos y poesías; rituales y personajes judíos, y amantes voladores. Un lugar donde las ventanas se abren a nuevos horizontes.

En esta exposición, los espectadores pueden ahondar en aspectos interpretativos menos conocidos de la obra de Chagall, y comprender cómo en sus trabajos se refleja la propia biografía del artista y el modo en que sus vivencias se insertan en la historia.

'Paseo', de Marc Chagall (1917)
‘Paseo’, de Marc Chagall (1917)

chagall y su mundo nuevo

Entre las cuestiones que la exposición pone de relieve, se encuentran la importancia que desempeñaron en la obra de Chagall su aldea natal, Vitebsk, así como la comunidad judía en la que pasó su infancia; su formación en San Petersburgo y en el arte tradicional ruso; el descubrimiento de las vanguardias en París cuando la ciudad era capital de las artes, y donde también pudo conocer las obras de los grandes maestros del Louvre.

Por último, también fue fundamental en su actividad artística su vivencia de la Primera Guerra Mundial, y también de la Revolución rusa, que le hizo albergar ilusiones que no llegaron a materializarse.

Chagall consideraba que el mundo interior podía ser mucho más real que el mundo visible o de las apariencias, y consagró su pintura a representarlo. Concibió la vida como una celebración del arte y su arte fue una celebración de la vida, de su belleza y su tragedia, de su cotidianidad y su carácter extraordinario, del amor y la alegría. “No me gustaría ser como los otros; quiero ver un mundo nuevo”, aseveró.

 

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