Vivimos en un mundo retratado por las cada vez más potentes cámaras de los smartphones, que han cambiado nuestra forma de mirar. Mucho antes, el invento de la fotografía también modificó la manera de representar la realidad por parte de los artistas, particularmente de los pintores impresionistas.
El impacto que tuvo la invención de la fotografía en el desarrollo de las artes plásticas en la segunda mitad del siglo XIX fue inmenso y la Fundación Thyssen albergará en otoño una exposición que quiere dar cuenta de ello y plantea una interesante reflexión sobre afinidades y mutuas influencias entre pintura y fotografía.
Los impresionistas y la fotografía presenta 66 óleos y obras sobre papel y más de 100 fotografías agrupadas en distintas áreas temáticas. Destacan los préstamos de las colecciones de fotografía de la Bibliothèque nationale de France, de The J. Paul Gettty Museum de Los Ángeles, del Victoria and Albert Museum de Londres o de la Société française de photographie de París. Entre las pinturas se podrán ver obras significativas de Manet, Bazille, Monet o Degas.
fotografía y realidad cambiante
Desde los primeros daguerrotipos de finales de la década de 1830 y, sobre todo, tras el descubrimiento en años posteriores de las técnicas de impresión fotográfica en papel, la relación entre fotografía y pintura fue muy estrecha. Durante las décadas de desarrollo del impresionismo, la fotografía logró paulatinamente dejar de estar asociada a una mera reproducción mecánica de la realidad y fue ganando credibilidad artística.
Al impresionismo le valió no solo como fuente iconográfica sino también como inspiración técnica, tanto en la observación científica de la luz o en la representación de un espacio asimétrico y truncado como en la exploración de la espontaneidad y la ambigüedad visual.
Los impresionistas tenían muy presente la naturaleza cambiante de la realidad, que a cada instante se modifica y se desvanece. Con su capacidad única de suspender el tiempo y mantenerlo vigente de manera indefinida, la fotografía se mostró para ellos como una victoria simbólica de los hombres sobre la temporalidad y propició una revolucionaria transformación de su representación pictórica.
La reducción de las escenas a un intervalo muy breve de tiempo les obligaba a mirar más rápido y a pintar más rápido, dando menos importancia a la reflexión que al efecto. Por su parte, la luz, elemento fundamental para los impresionistas, también les emparejó con la fotografía, mientras que su libertad absoluta en el uso del color les diferenciaba de ella.
Asimismo, por influencia de la nueva factura impresionista, algunos fotógrafos comenzaron a preocuparse por la materialidad de sus imágenes y a buscar fórmulas para hacer sus fotografías menos precisas y más pictóricas.