Son muchos los que dicen que si el dinero se eliminara por un día y al siguiente se repartiera por partes iguales, al cabo de un tiempo acabaría en las manos de los mismos. La supuesta oda al capitalismo que representa el Monopoly, rompe con este argumento, pues no gana siempre el mismo jugador. ¿Recuerdan lo divertido que es sentarse a jugar a hacerse rico con los amigos? El juego del Monopoly proporciona esta oportunidad, ficticia por supuesto. Lo que no sabíamos era que en realidad este juego se creó para reivindicar una realidad considerada como dañina para la sociedad, el monopolio.
La gran mentira del Monopoly
Perder o ganar depende de los primeros momentos de azar donde utilizamos esos dados de seis caras para movernos por el tablero, de estos dependerán la cantidad de apartamentos verdes que dispongamos o podamos convertir en hoteles rojos. Poseer el monopolio del ferrocarril o el eléctrico es algo muy sencillo, tan fácil como ir a la cárcel por jugarte la vida a una ridícula carta de suerte.
El que ha tenido más suerte en sus primeras tiradas, no ha ido a la cárcel, le han tocado cartas que le han proporcionado dinero o ha podido invertir correctamente, tiene que ser muy torpe para no continuar de la misma forma. Al finalizar la partida observamos a un ganador que dispone de la máxima riqueza y a un perdedor que se encuentra en banca rota. Está claro, si eres poco arriesgado debes ser la banca, y observar cómo no hacer nada, te hace más rico, por las préstamos de los jugadores en los momentos de crisis.
Todas estas posibilidades que ofrece el Monopoly parece que incentivan el juego del capitalismo, pero su idea inicial era justo la contraria: denunciar los peligros de las prácticas monopolísticas.
los orígenes del monopoly
El Monopoly es uno de los juegos de mesa más vendidos en todo el mundo, que incluso se ha modernizado introduciendo sus métodos de pago a partir de tarjetas electrónicas. La historia oficial puede encontrarse dentro del juego y, narra, cómo durante en la Gran Depresión, Charles Darrow creó el Monopoly como método para entretener a sus hijos cuando estaba desempleado. En un principio, las compañías de juguetes a las que les presentó la idea lo rechazaron, pero el juego empezó a circular de manera natural y Parker Brothers invirtió en él. Ya eran millonarios. La historia parece conmovedora ¿verdad? Por desgracia, no es del todo cierta pues los orígenes del Monopoly se remontan mucho más atrás en el tiempo.
Antes que Darrow, una mujer progresista, feminista y de espíritu provocador, Lizzie J. Magie Phillips, creó el antecesor del Monopoly, The Landlord’ s Game. Aquella mujer que embaucó a los medios de la época, ofreciéndose en un anuncio de prensa como una joven esclava, blanca y americana como método de denuncia a la posición de las mujeres de ese momento, materializó en su creación sus ideas políticas antimonopolísticas. Lizzie utilizó su tablero para intentar convencer a la gente de los peligros del monopolio y lo esencial que era hacer que las tierras fueran una propiedad común. Lizzie creo dos juegos con escenarios diferentes sobre la distribución de la riqueza: un escenario antimonopolista en el que todos los jugadores se veían recompensados al generarse riqueza y otro en el que lo importante era concentrar tierras y riquezas hasta destrozar a los contrincantes. ¿Adivinan cuál triunfó?
Con el crecimiento de su popularidad también se fue perdiendo sus principales ideales antimonopolistas y, mientras que Lizzie J. Magie Phillips intentaba desarrollar nuevas mejoras en le juego, otros empezaron a inventar variantes y apropiarse de su idea, con una orientación pro capitalista, incluso monopolística. Así, la gran contradicción del Monopoly se acabó revelando, sin que nadie se haya decidido, hasta ahora, a devolver su esencia al juego. De esta forma, este popular juego de tablero, se convirtió en otra idea «antisistema» que termina engullida por el sistema que trataba de denunciar.