Es frecuente abrir un blog tecnológico y encontrarse una analogía entre la mente humana y un procesador. Por algún motivo, el ordenador personal actual, o los superordenadores recluidos en silos, son la mejor aproximación tecnológica al cerebro. Y por lo tanto a la psique.
Pero, ¿cómo veían la mente sociedades con tecnología anterior a la nuestra? ¿Con qué tecnología se comparaba el funcionamiento del cerebro cuando los chips ni se soñaban? Damos un repaso por las distintas formas (científicas) de comprender cómo funciona la mente.
El cerebro funciona como una gran caldera
O, al menos, como las tuberías, caños y conductos que unían la bomba que es el corazón a los vasos sanguíneos que se ramifican en el cerebro. En el siglo XVIII, coetáneos de James Watt (el inventor de la máquina de vapor) veían el sistema formado por el corazón y el cerebro en forma de calderas tubulares.
Hacia 1790 nada había más novedoso que la caldera que evolucionó en la máquina de vapor. De modo que el cerebro, la mejor máquina conocida en el universo, debía de funcionar con una tecnología similar. ¿Para qué, si no, tenía todas esas venas y arterias yendo y viniendo del corazón?
Aunque hoy es física básica, en aquel momento las calderas (como la Trevithick de 1802) eran tecnología punta. Mediante el uso de algún combustible, como el carbón, se calentaba a altas temperaturas un depósito de agua. El vapor a alta presión era entonces liberado, produciendo movimiento.
No es de extrañar que los médicos de la Revolución Industrial encontrasen ciertas similitudes entre el corazón y esta caldera, y entre el cerebro y el sistema de tuberías que llevaban la presión. La idea del cerebro como un sistema de válvulas neumáticas se extendió también durante el XIX, durante la época expansionista de los ferrocarriles.
El cerebro funciona como la red eléctrica
Hacia 1900 la máquina de vapor seguía siendo importante, pero la electrificación de las ciudades y el ímpetu de la Segunda Revolución Industrial (eléctrica) dejaron de lado algo tan vasto como el agua a presión.
Si el cerebro era algo, era elegancia. El cerebro tendría más que ver con la electricidad que con brutas locomotoras. Kölliker, Golgi y Ramón y Cajal fueron pioneros en el estudio del cerebro. Dibujaron (con bastante acierto) enormes sistemas neuronales con ayuda de microscopios.
Girada hacia la izquierda, dibujo semiesquemático de una porción de una sección vertical del bulbo olfatorio de un perro. Golgi, 1875.
El descubrimiento de que el ser humano tenía un sistema nervioso impulsado mediante electricidad no hizo sino avivar el fuego científico en torno al cerebro. Este se veía como una maraña de cables (similares a las de las centralitas telefónicas de Las chicas del cable) en el que distintas señales eléctricas iban y venían. Impulsadas, esto se descubrió más tarde, gracias a reacciones químicas.
Cerebelium, estructura de los centros nerviosos de las aves. Cajal, 1905.
Son muy conocidos los dibujos de Ramón y Cajal de aquella época. Dado que la electricidad era el motor de la sociedad, resultaba obvio imaginar un cerebro cableado.
El cerebro funciona como un procesador
Hoy día vemos el cerebro de un modo bastante diferente. Lo comparamos con uno de los mayores inventos de la humanidad hasta la fecha: los chips y procesadores. El cerebro, según el neurólogo David Eagleman, es «una máquina multipropósito de procesado de información». Hoy en día somos conscientes de que, si existe un yo único, este está en el «cerebro, […] encerrado en una bóveda en silencio y oscuridad en el cráneo».
Las manos, oídos y ojos no son sino plugins evolutivos, pero esto no significa que no podamos conectar más sentidos a esta máquina multipropósito. Del mismo modo que un procesador puede conectarse a una infinidad de dispositivos externos, el cerebro también puede hacerlo.
Es la idea clave tras Neuralink, el siguiente gran salto de Elon Musk. Este pretende fusionar al ser humano con la inteligencia artificial usando el cerebro como base. ¿El objetivo? Que la humanidad no se quede atrás con la evolución IA.
Neurocientíficos, empresarios e incluso pensadores modernos, como Yuval Noah Harari, recalcan la importancia del procesado de información como clave en nuestro desarrollo. Incluso ponen por delante de la humanidad todo aquel sistema que procese información más rápido que los seres humanos.
Es cierto que el cerebro funciona con vasos sanguíneos a presión, usa válvulas de paso, impulsos electroquímicos y nodos que se transmiten información a alta velocidad. Ninguna de las aproximaciones científicas al cerebro se ha equivocado (aunque ninguna ha sido completa).
Visto lo fácil que es esconder algo en el cerebro durante siglos, ¿qué tecnología futura explicará un poco más algo que hoy somos incapaces de ver en el cerebro? Hoy comparar el cerebro con una caldera nos resulta infantil. En 100 años, ¿veremos infantil compararla con un procesador?
Imágenes | Seanbatty, Science Museum, CSIC, Cajal y sus dibujos, Cerebellum, Pete Linforth